VALENCIA. La monumental Sinfonía número 2 en do menor, también conocida como Resurrección, de Gustav Mahler, será ofrecida por la Orquesta de Valencia, bajo la dirección de su titular Yaron Traub el viernes 29 en el Palau de la Música de Valencia y el día siguiente en el Auditorio de la Diputación de Alicante, con el Philharmonia Chorus, la soprano Ermöke Barath y la contralto Nathalie Stutzmann.
Esta última cantante francesa, célebre por su excepcional voz de amplios graves, cultiva últimamente la dirección de orquesta, como ha podido apreciar el público del Palau de la Música en algunas ocasiones, la última el pasado 17 de abril al frente de la Orquesta de Valencia.
La Segunda de Mahler no solo es una de las obras más monumentales del su ciclo sinfónico, sino también de toda la historia de la música. Además de las dos cantantes y el coro, la partitura requiere de la intervención del órgano en el quinto y último movimiento y de una orquesta gigantesca con 10 trompas, amplia percusión que incluye dos gongs, uno agudo y otro grave, y dos arpas.
Esta obra, cuya ejecución está en torno a una hora y 20 minutos, es para Theodor Adorno, uno de los más claros ejemplos del arte monumental de Mahler, que supone "una violenta ofensiva contra la restricción individual, convencional y burguesa de la música, contra la elegante miniatura, contra las viñetas sonoras del último Brahms o de Debussy".
La Segunda de Mahler es, además, una obra que transmite especialmente la obsesión del compositor por la muerte, omnipresente en su producción, y en este caso por la resurrección que parece reclamarse entre la esperanza y la desconfianza en el Finale por alguien que, como él, se convirtió del judaísmo al cristianismo.
SEIS AÑOS DE ELABORACIÓN
Pese a la unidad que presenta para el oyente, la creación de esta sinfonía llevó seis años al compositor. El embrión fue una especie de poema sinfónico, compuesto por Mahler al tiempo que su Primera Sinfonía, con el nombre de Totenfeier (Ceremonia fúnebre) y acabado en Leipzig en 1888, que más tarde se convertiría en el Allegro inicial de la obra.
En 1891 Mahler interpretó al piano el Totenfeier para su admirado director Hans von Bülow, quien se tapó los oídos en señal de rechazo y dijo la famosa frase: "En comparación con esto el Tristán [de Wagner] es como una sinfonía de Haydn".
El desprecio de Bülow no hizo a Mahler desistir del camino trazado y fue dos años después en Steinbach am Attersee cuando volvió a la idea original de una sinfonía en do menor (la misma tonalidad de la Quinta de Beethoven).
Al componer el Totenfeier Mahler había esbozado los dos primeros temas del Andante moderado en la bemol, que fue concluido como segundo movimiento en junio de 1893. Se trata de uno de los más bellos movimientos que salieron de su pluma y no falta quien lo relaciona con el tercer movimiento de la Novena de Beethoven. El compositor pedía que entre el primer movimiento y este se hiciese una pausa aproximada de cinco minutos.
Enseguida Mahler inició la composición del siguiente movimiento, un Scherzo, al mismo tiempo que en el Lied Das Antonios von Padua Fischpredigt (El sermón de San Antonio de Padua a los peces), con la misma base musical en ambos. Titulado In ruhig fliessender Bewegung (En tranquilo movimiento que fluye) es una especie de moto perpetuo.
Este fragmento fue reutilizado por Luciano Berio como base de su Sinfonía de 1968, que incluye citas de otras obras.
La voz aparece en el cuarto movimiento (Urlicht) (Luz primigenia), que es una transcripción del lied homónimo del ciclo Das Knaben Wundenhorn, originalmente compuesto con acompañamiento de piano, cantado por la soprano.
EL FUNERAL DE VON BULOW
Si el primer movimiento puede estar en torno a los 20 minutos de ejecución, el quinto y último supera habitualmente la media hora e incluye la intervención de la contralto, el órgano y el coro, que canta el poema de Friedrich Gottlieb von Klopstock 'Aufferstehung' (Resurrección). Mahler se decidió por este final con coro a raíz de haber asistido en 1894 al funeral de Hans von Bülow.
En una carta al crítico Arthur Seidl, Mahler explica: "Por aquel entonces Bülow había muerto y acudí a su funeral. El estado de ánimo en que me hallaba y los recuerdos de aquel hombre estaban íntimamente ligados al espíritu que la obra albergaba en mí. De repente, el coro, acompañado por el órgano, entonó el coral Aufersteh'n de Klopstock. Era como si se hubiera hecho la luz: repentinamente todo se me aparecía claro como el cristal".
Mahler añade al texto de Klopstock un verso propio: Sterben werd' ich um zu leben (Moriré para vivir). El momento más impresionante de todo este monumental movimiento, y de toda esta obra maestra es la estremecedora entrada en pianissimo del coro proclamando la resurrección.
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