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POP Y POLÍTICA

Rock para las masas: Lo que se oye en los mítines

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA/FOTO: EVA MÁÑEZ. 23/05/2015 La campaña electoral reafirma tendencias y algunos tradicionales vicios de nuestros partidos en clave musical

VALENCIA. El enorme caladero de votos que representa en las elecciones de mañana domingo la bolsa de indecisos es el objeto de deseo de los principales partidos. La suerte de estas elecciones autonómicas y municipales está prácticamente echada a estas horas, pero el paisaje que se prefigura para después de la batalla se presenta más abierto y fragmentado que en cualquiera de las citas precedentes de los últimos 20 años.

Obviamente, la música, subsumida dentro del programa cultural de los principales candidatos, rara vez suele centrar el foco del debate, más allá de reivindicaciones tan sensatas como la bajada de ese IVA del 21%, y que fue el principal reclamo del Día sin Música, que se celebró el pasado miércoles. Ese es el gravamen que se le aplica al sector por parte del gobierno central, y el que lleva ya tres años estrangulándolo con una saña impensable en cualquier otro estado de nuestro entorno, en el consabido contexto de crisis económica.

A nivel municipal, no son pocas las trabas administrativas que los empresarios del sector (sí, aquellos loados emprendedores, en palabras de Rajoy) se encuentran a la hora de establecer y desarrollar su negocio, si de lo que se trata es de mantener locales de música en vivo. Restricciones horarias, limitaciones de decibelios, licencias de lo más exigentes, severas cortapisas para el acceso a las salas a los menores de edad y un sinfín de obstáculos son el pan nuestro de cada día.

Por no hablar de algunas sanciones impuestas por tocar música en la calle, que  en ocasiones han llevado a extremos de barroco surrealismo. Y resulta curioso que sea precisamente en Madrid y en la Comunidad Valenciana, los dos territorios en los que la posibilidad de cambio se perfila de forma más nuclear y determinante, en los que la enumeración de todos esos obstáculos suele coincidir.

Al margen de las propuestas programáticas por lo que respecta a la cultura en general y a la música en particular (cuyo cumplimiento será luego tan difícil de concretar), todo lo que rodea la escenificación de los actos de los grandes partidos también dice mucho acerca de su propia identidad. Puede parecer un componente anecdótico a primera vista, pero el menú musical en el que se enmarcan sus propuestas revela no pocas cosas acerca de su idiosincrasia y de su sintonía con los tiempos.

Pau Alabajos, tocando durante uno de sus mítines. FOTO: CP.

Ya comentamos hace unos meses, y en estas misma páginas, los frecuentes desajustes entre la esfera de la comunicación política y la música popular en este país. Llegado el momento de abocarse a las urnas, no está de más repasar cómo ha evolucionado (si es que ha habido evolución, claro) el panorama a la vista del atracón mitinero que hemos sufrido a lo largo de estas últimas dos semanas.

MÚSICAS EMERGENTES

La irrupción de partidos emergentes podría hacer pensar que los himnos sobre los que sustentan sus propuestas deparan una mayor sintonía con las capas de electores más jóvenes. En el caso de Podemos, ya pudimos comprobar cómo esa correspondencia quedaba más que en entredicho con la elección de L'Estaca (compuesta por Lluís Llach hace 40 años y acogida en su momento con fervor como el himno antifranquista que fue), por parte del propio Juan Carlos Monedero, para galvanizar el ánimo colectivo en sus primeros actos multitudinarios.

Semanas más tarde fueron incorporando a Patti Smith, Raimon o Javier Krahe, músicos inequívocamente progresistas, aunque no inciten precisamente al relevo generacional que pregona su discurso en cualquier otro ámbito.

Como si la marcha del controvertido Monedero hubiera dado alas al entorno del partido para cambiar radicalmente de frecuencia, ha sido ahora el joven músico barcelonés Joe Crepúsculo quien ha dado la vuelta a la tortilla con una sintonía ad hoc que se imbrica en su habitual sentido de la composición: tonadas de pop electrónico de muy bajo presupuesto e inspiración ochentera, a medio camino del homenaje sincero y de la parodia irreverente.

Y lo cierto es que escuchando el tema de marras, tampoco queda claro cuál de los dos factores ha tenido mayor peso. Tampoco en este caso. A Pablo Iglesias, fan declarado de bandas como Los Chikos del Maíz, le horroriza. En todo caso, no será el último giro en materia de activismo musical del partido que se presenta en estas elecciones con candidaturas territorialmente diferencias (Ahora Madrid, Podem València o Guanyem Barcelona) y al que apoyan de forma decidida músicos como Santiago Auserón o Nacho Vegas.

En clave estrictamente valenciana, llama la atención en estas elecciones el caso de Compromís. La coalición progresista y nacionalista (componente parcial pero mayoritario, este último), cuya candidatura al gobierno autonómico valenciano encabeza la combativa Mónica Oltra, no es precisamente nueva: aunque se fundó en 2010, su base social provenía en gran medida del Bloc, el partido que (junto a Iniciativa y Els Verds, en menor medida) capitaliza sus órganos directivos.

Para este proceso electoral, sin embargo, lo tenían fácil para apostar por un músico joven, porque el cantautor Pau Alabajos (33 años) es precisamente el su cabeza de lista al ayuntamiento de Torrent, uno de los municipios más populosos de toda la Comunidad. Su música siempre ha portado en su ADN la pulsión reivindicativa e identitaria, junto a los proverbiales ribetes sentimentales, con lo que la elección era obvia.

Suya ha sido la responsabilidad de componer un tema nuevo con el que identificar la campaña de su partido. Y así es como suena Valentia (juego de palabras con el término "valentía" en valenciano y la denominación romana de la ciudad), pop entusiasta, aunque regido por el convencionalismo de esta clase de encargos, puesto en boca de la castellonense Núria Pallarés.

¿QUÉ HAY DE NUEVO, VIEJO?

Como si se tratase de una tozuda repetición de la misma foto fija que ha imperado en la política autonómica durante dos décadas en la costa valenciana (y en la propia Comunidad de Madrid), los dos grandes partidos llevan años sustentando sus actos sobre sus tradicionales sintonías. Apenas hay ya incursiones de jóvenes bandas de pop o de rock que amenicen sus actos, seguramente porque el viejo bipartidismo que representan no cotiza precisamente al alza. O al menos, no lo hace en público.

La única novedad la ha incorporado el PSPV-PSOE (aunque se obstine en difuminar cada vez más la primera de sus conjunciones de siglas, la estrictamente valenciana) en sus actos de partido de los últimos meses: haciéndose eco de la abundancia de bandas en su territorio, optó por la creación de la Unión Musical Socialista. La número 545 de la Comunidad.

Una banda que amenizó la presentación de Joan Calabuig como candidato municipal el pasado 17 de enero y el mitin central de esta campaña, que se celebró el 17 de mayo en la Plaza de Toros, con Pedro Sánchez como cabeza de cartel. Compuesta por músicos afiliados o simpatizantes del partido, y dividida en banda sinfónica, orquesta de cámara, colla de dolçainers i tabaleters, charanga y batucada.

La iniciativa se imbrica de pleno, y esa es su principal virtud, en el fértil tejido asociativo de las numerosas bandas de música del territorio, muy presentes todo el año en multitud de festividades populares. Pero orilla cualquier otra manifestación musical distinta a la oficialidad populista que inspira su trabajo, en un nuevo ejercicio de negación de la imaginación, que acaba logrando que el tradicional Paquito el Chocolatero, junto a alguna batucada, sean las piezas más celebradas en sus mítines. Quizá no quepa esperar mucho más de la clientela que los abarrota.

Y por mucho que en el Ipod de Pedro Sánchez suenen La Habitación Roja, Los Planetas o Kings of Leon, lo cierto es que la vieja sintonía creada para el partido que entonces lideraba Felipe González por el turolense Julio Mengod en 1981 parece mantener su vigencia en el seno de su organigrama.

Algo más de agudeza ha mostrado el entorno PP (o el de sus detractores con ganas de guasa) a la hora de dotar a su himno, el de mayor penetración popular (y no es un juego de palabras) de entre todas las sintonías políticas del estado, de diferentes ritmos y tonalidades. Perfectamente lógico como sustitutivo, si tenemos en cuenta que la música pop, rock o de cualquier otra índole, está ausente en vivo de sus actos desde hace ya mucho tiempo.

Lo suyo con la música es un páramo. Prácticamente ningún músico de cierto renombre se arriesga a quemarse en su apoyo. Y algunos de los últimos que lo hicieron (Pignoise actuando para el PP vasco de Basagoiti en 2008) salieron francamente escaldados. Así, el anonimato y la chanza que proporciona Internet ha hecho que proliferen diferentes versiones del himno creado en 1989 por Manuel Pacho (autor de más de 1.500 jingles). En clave techno pop, bakalao, trance o flamenco. Para casi todos los gustos.

Aunque, sin duda, el más guasón de la clase es el DJ que ameniza desde 2011 los mítines más multitudinarios del PP valenciano, generalmente en la Plaza de Toros. Tanto en aquella cita electoral como en esta, ‘Cien Gaviotas' de Duncan Dhu y ‘Nada fue en error', de Coti, son dos de los temas que amenizan la espera a los veteranos simpatizantes que se agolpan en sus gradas. Desternillante, ¿no? 

Por último, no podemos rematar este recuento sin mentar el nexo en común entre Ciudadanos (tratado por algunos medios como partido emergente en el conjunto del estado, aunque su origen en Catalunya data de 2006) y UPyD (fundado en 2007), dos partidos que comparten un sustrato social muy común aunque trayectorias políticas meridianamente opuestas: en súbito ascenso los primeros, en claro declive los segundos.

Ese vínculo entre ambos es nada menos que Sabino Méndez, el histórico guitarrista y compositor de Los Trogloditas, la banda que acompañó durante años a Loquillo, quien es precisamente el autor de las sintonías de ambos partidos. Las mismas que presiden sus actos.

En el caso de Fernando Giner, candidato a la alcaldía de Valencia por Ciudadanos, es reconocida su filia por todo lo que rodea a Lou Reed y The Velvet Underground. Pero de momento no consta que ninguna música popular haya representado alguna clase de reclamo, ni siquiera a modo de ornamentación, en la verbalización más populosa de las propuestas de su partido, más allá de la utilización subalterna y casi meramente decorativa de un par de bandas prácticamente ignotas en algunos mítines, como en el que su formación ofreció en Elda (Alicante).

Queda por ver qué música sonará mañana por la noche en las calles de las principales ciudades, tan pronto vayan publicándose los primeros escrutinios. Si es que es el caso.

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