CANNES. Cuando menos es bizarro asistir a una eyaculación en 3D en la misma pantalla donde tres días atrás viste la última joya de animación de Pixar, Del revés. Resulta perverso pensar que donde hace no mucho el equipo de John Lasseter introducía al espectador en la cabeza de una niña, ayer Gaspar Noé llevó al respetable a ocupar la vagina de una adulta. El último artefacto del siempre iconoclasta franco argentino se proyectó en la madrugada del jueves, dentro de la sección fuera de concurso Sesiones de Medianoche.
A pesar de las horas, que tras ocho jornadas de festival ya pesan en los párpados, de las contraindicaciones de la policía y del equipo de seguridad del Festival, que hicieron deambular al público de un extremo a otro del Palacio de Festivales, de la imposición de vestuario de etiqueta en la alfombra roja y de las colas atestadas desde dos horas antes de la proyección, en torno a 3.000 personas, entre potenciales espectadores y curiosos, se agolpaban en La Croisette. De fondo, Donna Summer invitaba a sumarse a la fiesta del amor ronroneando Love to Love You Baby, pero sólo 2.500 personas, el aforo completo del Grand Théâtre Lumière, accedieron al estreno de la polémica cinta. Las puertas de la orgía se cerraron para 200 rezagados.
"He querido filmar aquello que el cine raramente se ha permitido, ya sea por razones comerciales o legales: la dimensión orgánica de estar enamorado", ha resumido el realizador.
La expectación era álgida, no sólo por la experiencia inmersiva en la sucesión de cópulas, sino por la trayectoria de Gaspar Noé, con hitos controvertidos como la violación a la que sometió a Mónica Belluci en un plano de nueve minutos en la película de 2002 Irreversible, que provocó desmayos entre los espectadores, y los escarceos en 2009 con el incesto en Enter the Void. "A diferencia de mis anteriores filmes, esta vez me limito a tratar sobre la violencia sentimental y el éxtasis amoroso", ha advertido Noé.
Entre el público entregado, un entusiasta Benicio del Toro, el director de cine y político argentino Fernando Solanas y el pintor y escritor argentino Luis Felipe Noé, padre de la criatura.
"Durante años he soñado con hacer una película que pudiera reproducir la pasión de una joven pareja enamorada, en todos sus excesos físicos y emocionales. Una suerte de amor fou, la quintaesencia de lo que mis amigos y yo hemos vivido. Un melodrama contemporáneo que incorporase múltiples escenas de amor y trascendiera la ridícula división que establece que las películas normales no pueden contener escenas altamente eróticas, aunque todo el mundo ama hacer el amor", se justifica Noé.
El punto de partida del relato era tan básico como los instintos azuzados: el repaso nostálgico a una historia de amor truncada. Y el resultado, fallido, no hubo abucheos, pero los aplausos fueron tibios. En este melodrama softporn hay tríos, coitos en grupo, sexo oral a cámara y una penetración desde el punto de vista de la vagina femenina ocupando toda la pantalla. Pero los actores suenan huecos, los diálogos, vacíos, y el descenso de la pareja a los infiernos no lastima como debiera. Love será un gran paso para Gaspar Noé, pero muy pequeño para el cine.
A pesar del malogrado intento del argentino, las congestiones volvieron a repetirse en los dos pases de prensa programados a lo lardo del día. El primero, de hecho, fue una contraprogramación en toda regla a cargo del propio festival, pues diezmó la cobertura de la rueda de prensa de la película matinal a concurso, Dheepan, de Jacques Audiard.
DE AQUELLOS POLVOS
Cannes ha tenido mejores dianas sexuales en su trayectoria. Más transgresores y ricos en sus argumentos y desarrollos. Nagima Oshima conmocionó el festival en 1976 con El imperio de los sentidos, programada en la Quincena de los realizadores. La película es una recreación libre de Sada Abe, un suceso real acaecido en Japón y protagonizado por una mujer que asfixió a su amante, cercenó sus órganos sexuales y los estuvo paseando en su bolso durante un tiempo. El director japonés se sirvió de este episodio de asesinato para realizar una exploración de los límites entre el dolor y el placer.
En 1961, Luis Buñuel despertó la ira del Vaticano, que no de los espectadores de la muestra de la Costa Azul, con Viridiana. La adaptación de Halma, de Benito Pérez Galdós, fue tildada de blasfema y sacrílega por la Santa Sede, pero el jurado del festival internacional más importante del mundo la premió con su Palma de Oro.
Otras películas sulfurosas y, sin embargo, laureadas, fueron Sexo, mentiras y cintas de vídeo, relato salpicado de confesiones subidas de tono por la que Steven Soderbergh se alzó con la Palma de Oro, o la fetichista Crash, que le supuso el Premio Especial del Jurado a David Cronenberg en 1996. La edición de 2013 marcó un nuevo hito carnal al laurear dos películas con crudas y explícitas escenas de sexo homosexual, El desconocido del lago y La vida de Adèle.
El director Alain Guiraudie se alzó con el Premio a la Mejor Dirección por la primera, programada en la sección Un certain regard. "Tenemos una tendencia a encasillar el sexo en la pura pornografía. Y el amor con grandes sentimientos en otro tipo de cine. Yo tenía ganas de mezclar ambos, pero no lo he concebido desde una óptica provocativa", compartía el realizador francés. En su película se retrataba una pasión peligrosa en un recodo veraniego de encuentros homosexuales, con escenas frontales de sexo entre la arboleda.
El director tunecino Abdellatif Kechiche se hacía en paralelo con la Palma de Oro. Así justificó Steven Spielberg las razones por las que el jurado que presidía había decidido otorgar el mayor premio del festival a La vida de Adèle: "Es una historia que nos ha hecho sentir a todos privilegiados por poder asistir a la evolución de un amor profundo como una mosca en la pared".
El tiempo dirá si Love se suma a la leyenda erótica del Festival de Cannes. Caso de que no, esperaremos a la próxima edición, que esperanzadoramente será la número 69.
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