VALENCIA. Hubo un tiempo las pantallas estaban pobladas de ex miembros de una agencia que no existía, retirados y asqueados de lo que habían visto, y que tenía que volver a matar para ajustar cuentas. La fórmula -con la excepción de la saga Venganza- está ya más que amortizada aunque, de vez en cuando, alguien prueba suerte con un actor en horas bajas.
Así, no extraña (aunque apena) que el cabeza de cartel de Caza del asesino no sea otro Sean Penn -que no se ponía delante de una cámara desde La vida secreta de Walter Mitty, 2013-, un tipo que en los últimos años había apostado por el cine de autor pero que, como todos, tiene que pagar la hipoteca a fin de mes.
Visto el título, no parece que sea muy necesario insistir en la sinopsis. Un espía, injustamente acusado de algo, debe matar a todo el que se le pone por delante para limpiar su nombre y, de este modo, también el de la organización para la que trabaja. En definitiva, una excusa para poner en marcha la clásica sucesión de escenas de acción, mil veces vistas.
Caza al asesino -no confundir con la película de 2013 de mismo nombre protagonizada por Nicolas Cage- parece un intento (fallido) de crear un nuevo personaje (el agente Terrier) con el que justificar una franquicia. No extraña que el director sea el mismo que el de la ya citada Venganza, que permitió a Liam Neeson gozar de una segunda juventud. Pierre Morel, el director de ambas, ya intentó repetir la fórmula con John Travola y Jonathan Rhys Meyers en Desde París con amor (2010) y le salió el tiro por la culata (nunca mejor dicho).
JAVIER BARDEM BAJO MÍNIMOS
Otra de las preguntas que plantea esta producción es qué hace en ella Javier Bardem, un tipo de probada solvencia ante las cámaras (tiene hasta un merecido oscar) y que siempre renegó del cine de acción hasta que vio lo que se podía ganar. También están Idris Elba (Prometheus, Los Vengadores: la era de Ultron) y la muy guapa Jasmine Trinca que no aporta absolutamente nada que no sea su tipito.
El problema de Caza al asesino, más allá de su rutinaria realización, es que no hay nada que sea nuevo y, lo poco nuevo no es bueno. Un ex mercenario que intenta redimirse trabajando en una ONG africana tras haber matado a un líder local tiene que luchar por su vida cuando una banda de malvados decide ajustar cuentas con él. Más que un guión, parece una excusa para la clásica ensalada de tiros. De hecho, lo es.
En la presentación de la película, Morel aseguró que "tal y como yo veo las películas de acción, no hay que hacerlas 'acción-céntricas'. A mi me gusta darles más profundidad y con personajes que aportan algo. Por eso buscamos a Penn. Estaba interesado en hacer una película de acción que no fuera solo una película de acción y creo que, al final, da mucho más que eso", aseguró al Washington Times. Si él lo dice.
VIOLENCIA A LA FRANCESA
Morel también tuvo palabras de elogio para Bardem, del que aseguró que "muchas veces aparece en las películas americanas como un villano, pero en esta ocasión el protagonista era mucho más complejo. No es sólo un ‘tipo malo' así que necesitábamos a un actor que pudiera interpretar a un personaje con varias capas", afirmó el francés.
El director también quiso reivindicar su visión de la violencia, al parecer muy alejada de la que suele aparecer en las películas americanas. "La violencia gratuita no es un marca de los directores franceses, tampoco lo es darle un aire glamuroso". La que él ha querido plasmar, aseguró, "duele por que en el mundo real duele. O es nada bueno. Cuando alguien recurre a la violencia, eso tiene consecuencias. Intenté que fuera difícil de mirar en la pantalla".
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