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NOSTALGIA DE CLUB

Gasolinera: el combustible de la Valencia de los 80

JORGE SALAS. 21/05/2015 Más de tres décadas contemplan el nacimiento del templo del rock en la Valencia de los años 80
FOTO: XUS ESPERT.

VALENCIA. Sería preciso estudiar si la amnesia autoimpuesta forma parte de la idiosincrasia valenciana o si responde a una singularidad. Casos y testigos sobran, y bastarían para acreditar la propiedad de una costumbre tan fea como valenciana: quemar las historias auténticas hasta que sólo las atesoren quienes las vivieron. El expediente de Gasolinera certifica que la costumbre de permitir que las historias se hundan poco a poco en la desmemoria más profunda a costa de mirar para otro lado es patrimonio valenciano.

Más de veinte años después de su desaparición, la historia de Gasolinera resiste como una especie de misión colectiva entre los que la escribieron, los que la disfrutaron, y los que la sobrevivieron. Lejos de su influencia, el de una generación muy concreta, cuesta seguir su rastro: ni siquiera existe. Lo que en otros lugares trascendería con orgullo más allá de la tradición oral, aquí corre el riesgo de Doctor Divago en sus inicios.perderse en algún eslabón. "Fue el templo del rock en la ciudad durante aquellos días", comenta el cantante de Doctor Divago, Manolo Bertrán, que suma a Planta Baja en su epílogo: "es curioso que las dos salas acabaran demolidas y se edificara sobre el lugar que ocuparon. Así, como siempre pasa en esta ciudad, nos quedamos sin memoria".

"Algunos dicen que fue nuestro CBGB", apunta Bertrán, que reproduce el símil que el periodista Eduardo Guillot plasmó en la exposición ‘Wasted Youth', comisariada por Marta Moreira y Daniel Borrás, que se pudo ver en Las Naves hasta el pasado mes de marzo. "Como toda ciudad que se precie, Valencia también tuvo su CBGB. Se llamaba Gasolinera, y durante los años ochenta fue el epicentro de una escena en la que destacaron bandas como La Resistencia, Extrema Cordialidad Homicida, Carmina Burana, unos incipientes Seguridad Social, Generación 77, Cómplices (los de aquí, no los de Teo Cardalda)...". El CBGB del Nueva York de los 70, el de Ramones, Talking Heads o Patti Smith, está incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos creado por el gobierno de Estados Unidos. Las comparaciones son más odiosas en Orihuela 27.

Fotografía de iziar Kuriak

GASOFA, EL LUGAR A ESTAR EN LOS 80

"Gasolinera, como tal, arranca más o menos en el año 83. Antes, si no recuerdo mal, era simplemente un pub de barrio sin mayores pretensiones". La memoria de Gasolinera, como la de Roxy y la de tantas otras historias de la Valencia musical, es también la de Manolo Rock. Del 83 al 87 unió su instinto de supervivencia al éxito de Gasofa, como la llaman los creyentes, programando y pinchando (además de hacer de "relaciones públicas, jugar al futbolín, recibir al de las cervezas o lo que se terciara en cada momento"). "Para mí, Gasofa no era un juego ni un divertimiento de fin de semana, aunque lo pudiera parecer: yo no tenía otro tipo de trabajo que me cubriera las espaldas para hacerme el moderno a jornada parcial, y sí la necesidad imperiosa de poder llegar a final de mes".

Y, de rebote pero no, a pagar las facturas se le sumó convertir Gasolinera en un punto de peregrinación al otro lado del no río. Al lado en el que a nadie se le solía perder nada. "Estando fuera de los barrios de moda no fue una tarea sencilla: el que iba a Gasofa sabía a lo que iba, y no porque le pillara de paso", explica Manolo Rock. Cisco Fran, que hizo de Gasolinera su "lugar de referencia" con Fede Ferocce y otros músicos (allí ganaron en el 83 un concurso con Inhibidos Quizás? junto a ADN) entre el 83 y el 86, respalda la teoría: "durante una década fue fundamental, hasta que en los finales de los 80 y primeros 90 aparecieron otras salas, pero Planta Baja y Gasolinera eran los dos polos sobre los que se vertebraba toda la escena de aquellos tiempos".

LO QUE EL UNDERGROUND HA UNIDO...

"Se programaba todo tipo de música y en esa época todos queríamos saber qué hacían los demás, no había posibilidades más allá de Radio Klara en algunos de sus programas de saber qué pasaba, así que lo suyo era ir en persona a verlo", recuerda el cantante de La Gran Esperanza Blanca, que concluye que "había menos sectarismo: todos querían saber de los demás". La memoria del cantante encaja como una buena coartada con lo que cuenta el propio Manolo Rock en su libro ‘Yo, M. Rock en la Valencia subterránea 1980-2000'. "Se juntaban rockers, punkies, (sic) jevis, poppies, siniestros, gente del barrio, manguis, camellos,... todas las tribus tenían cabida en nuestro tugurio", cuenta el autor, que hoy reconoce que "claro que tenía algo de especial".

Propiedad de José Gómez (fundador del Viña Rock), Gasolinera era un club, y los clubs, como a los partidos, moldean a su parroquia gracias al programa. Manolo Rock se acuerda de Los Enemigos (por primera vez en Valencia), Brighton 64, Gatos Locos, Cardíacos, La Frontera, Claustrofobia, Dulce Venganza, Alphaville. Corazón Rebelde ("los Clash latinos"), Gatos Locos, Claustrofobia, Comité Cisne, Morcillo El Bellaco, Scooters, La Resistencia, Cómplices (que hoy homenajean a Gasolinera), Las Terribles, Infieles, Esgrima, Mak y Los Desertores o las actuaciones del desaparecido Dani Natanson. Doctor Divago, entre los que se encuentra su debut en directo un noviembre de 1989. "Era el sitio donde había que tocar", reconoce Manolo Bertrán, que recuerda que el pago fue una grabación a puerta cerrada de tres canciones que luego hicieron circular por las radios locales.

"Dentro de lo que un antro en su modestia puede aportar, Gasofa destilaba autenticidad, diversión e ilusión por todos sus rincones", explica Manolo Rock, y contradice el mito ochentero: "eran buenos tiempos para la lírica y para muchas más coCorazón Rebeldesas". En los años en los que las canciones que más se escuchaban en el planeta las firmaban Madonna, Rick Astley, Culture Club o Wham!, la lírica se imponía desde una cabina. "La cabina del Dj y el escenario son los elementos que más queridos me resultan de entonces", recuerda Cisco Fran mientras Manolo Rock explica que "muchos garitos ya ofrecían música internacional, pero esa demanda estaba perfectamente cubierta en la noche valenciana", por lo que él se decantó por "apoyar y disfrutar con el underground nacional". "Eso sí que era marca de la casa".

DROGAS, ROCK'N'ROLL Y "MALICIAS LIGHT"

Coetáneo y testigo directo de la Ruta del Bakalao, Gasolinera se mantuvo al margen de la vorágine destroy de Valencia. Más o menos. "Gasofa no perteneció nunca a la Ruta Destroy aunque, evidentemente, casi todos pasamos por ella ni que fuera gateando a cuatro patas", reconoce Manolo Rock que, tres décadas después, se congratula de su suerte justo antes de repasar la lista de la compra de aquellos días: "maría, chocolate, centraminas, dexedrinas (¡qué ricas!), tripis (esos supermanes), mescalina (mi amor), speed (la gran mentira), cocaína, caballo,... qué quieres que te diga: pase y sírvase usted". Para él, el consumo "provocaba más hermanamientos que enfrentamientos: era, posiblemente, una malicia light".

"Visto con la perspectiva que da el tiempo, tampoco fuimos malos chicos... Para el gran ambiente libertario que se gozaba en aquellos días, sin tanta presión ni control, altercados destacables no hay tantos", explica el entonces programador de Gasolinera. Las refriegas y pugilatos respondían a las lógicas consecuencias del barullo social de un club con alta mescolanza de perfiles sociales en un lugar poco acostumbrado a esa movida. "La bronca más divertida fue una buena tunda que le metieron los chicos más curtidos del barrio a una pandilla de punks en una pequeña batalla campal que se montó a las puertas", recuerda el gerente de Subterráneo Records, "los malotes del barrio eran nuestra guardia pretoriana y nos mimaban, estaban orgullosos de tener un garito molón en sus dominios, lo sentían como suyo".

Surfin' Bichos

GASOLINERA Y LA MAGIA DEL ‘A PESAR DE TODO'

El amor dura lo que el amor dura y, tras el idilio con el público en los 80, a principios de los 90, el proyecto de Gasolinera se agotó. Al tiempo que se abrían nuevas vías de escape (Bésame Mucho, Roxy Club, Zeppelin Rock,...), se cerraban otras. Así lo recuerda César Campoy en el libro de Manolo Rock. "Entre los acontecimientos más destacados de la pasada década no podemos olvidarnos del intento fallido de Gasolinera Live en Beniparrell en el 93 o del surgimiento de un par de salas emblemáticas".

Un nuevo tipo de negocio se abría camino. Un negocio lejos del romanticismo Cheersiano de los clubs en los que más de uno instalaba su segundo hogar. "Allí conocí mucha gente interesante vinculada con el local y con la Valencia rockera, como Manolo Rock, Miguel Ángel Molero, Isa Terrible y su hermana Mari o Dani Cardona", comenta Manolo Bertrán, que acudía "tocara quien tocara, con curiosidad por ver quién tocaba si es que acaso no conocía al grupo". Manolo Rock remata la desaparecida ecuación: "la gente iba como el católico que va los domingos a misa y no sabe el sermón que va a dar el cura. Se fiaban del rigor de la programación, pensaban ‘si tocan en Gasofa es porque deben molar'".

Incluso músicos que hoy lideran bandas de rock en Valencia, adolescentes en FP entonces, iban a Gasolinera "en plan peregrinación" y se sentaban "en un rincón para pasar desapercibidos". La magia de Gasofa. La magia del a pesar de todo. "Reconozcámoslo, era una sala imposible: pequeña, nula en términos de seguridad, con un aforo y distribución irregular,... en fin, que cualquier otra sala tenía mejores condiciones, pero lo meritorio es que estuvo allí cuando era necesario que estuviera y tuvo sus momentos de gloria, que no fueron pocos", cuenta Cisco Fran.

"Gasofa aportó su pequeño grano de arena a la contracultura y fue un espacio enriquecedor donde muchos artistas se pudieron sentir como tales y plasmar sus sueños en el lienzo de un escenario", reflexiona Manolo Rock. El final amnésico de Gasolinera, apenas una década después de su nacimiento, queda hoy como una víctima más de la idiosincrasia valenciana. "En Valencia las cosas son así", asume Manolo Bertrán, que recuerda que no queda casi ninguna sala de entonces, "ni siquiera reconvertida en otra cosa". "Han sido literalmente borradas de la faz de la tierra en la mayoría de los casos, eso es bien simbólico y sociológicamente sintomático".

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