VALENCIA. Para hablar de cómo serán las cosas en 30 años a veces hay que desandar y ver cómo eran hace 90 años. El Mercado Central, el más grande de Europa, el más vivo, el latido continuo y tal y cual. El elogio a la tradición. ¿Pero qué tradición?, ¿cuál de todas? Porque hace 90 años el Mercado Central era el vientre gigante de una ballena, tan enorme como ahora, pero con un aspecto bien diferente. "Cuando lo veo en sus orígenes, alucino", escucho mientras consultamos fotos antiguas. "Era como una estación abierta con mesas alargadas, una silla, una verja detrás y poco más". Una elegancia modesta y apabullante.
El Mercado Central, el crisol, la ensalada de estilos, nos está dando últimamente pequeñas lecciones. Desde la autogestión hasta la reivindicación de sus valores. Y, sobre todo, un intento de regeneración en marcha. "Deberíamos estar ahora diseñando puestos que dentro de 50 años merezca la pena conservar", clama Kike Correcher, responsable desde Filmac del cambio en la identidad visual del mercado, un caso de éxito del que ya podía aprender el consistorio, y en el que la cotorra tomó cuerpo protagonista. "La gente que trabaja allí siempre se ha identificado con ella, porque preside la cúpula principal, parlanchina y bulliciosa, como los vendedores y vendedoras. Por eso quise recuperarla, porque representa a los comerciantes, y no al contenedor ni al producto que se vende".
Como cualquiera que se acerca a un templo jalonado de tradición para cambiar el diseño, el miedo a cagarla y a cometer sacrilegio sobrevuelan el escenario. "Nuestra obsesión era que los comerciantes «adoptaran» a la cotorra y la hicieran suya. Hicimos una presentación privada y regalamos a todos los vendedores unas chapitas con el nuevo logotipo para que entendieran que era para ellos. Pero todo lo que pasó a continuación fue emocionante: muchos bordaron el nuevo logotipo en su vestuario inmediatamente, y en pocas semanas la cotorra estaba por todas partes, por la propia iniciativa de los puestos". La curiosidad apunta, en cambio, a que la cotorra eterna en lo alto de la cúpula quizá no es una cotorra. "Probablemente se trate de una cacatúa, por el penacho en la cabeza", puntualiza Corrocher.
Cuando vivía en Milán el diseñador Vicente Luján (Contexto Comunicación) visitaba continuamente el Cementerio Monumental, donde pasaba horas viendo los grandes mausoleos que hace 200 años las familias patricias encargaban a los arquitectos del momento. Mausoleos neogóticos de impresión. Se dio cuenta de que en los últimos años algunas familias habían empezado a encargar templetes con un marcado estilo futurista. "¿Cómo iban a competir con los neogóticos? Solo cambiando de estilo".
Cuando a Luján dos de los puestos más señeros del Mercado Central le encargaron el nuevo diseño de sus paradas, recordó aquellas visitas. "Es un mercado de contrastes, aceleremos el contraste, que no haya prejuicios, es una maravilla ir al bar de un chef (Central Bar) con un diseño como el de Rifé y en frente ver una paquetería de siempre".
A veces, en una ciudad barrida por la improvisación, está bien comenzar a pensar el futuro, prepararlo. La tradición se usa demasiadas veces como un sinónimo erróneo de la palabra resistencia. Me quedo con unas palabras definitivas de Kike Correcher: "El reto es detectar y conservar lo que queda de genuino y original, pero en la mayoría de los casos empezar de cero y apostar por el diseño contemporáneo para ofrecer una propuesta singular y de calidad. En un mercado real como éste no soy partidario de la uniformización: buena parte de su atractivo es la variedad y diversidad de los puestos, dentro de unas normas de respeto al entorno". Y otra vez: "Deberíamos estar diseñando ahora puestos que dentro de 50 años merezca la pena conservar".
La diferencia. La ensalada de estilos. "El maremagnum de tipografías y colores", como define Paco Ballester (Disseny CV). No nos haréis homogéneos. "La homogeneización es un peligro -indica Luján-, se perdería autenticidad. Hay que mantener la diversión". El gerente del Central, Luis Roberto, lo expresa así: "Mientras otros formatos comerciales ofrecen lineales con expositores que guardan una continuidad aburrida, en el Mercado a cada paso te encuentras con experiencias diferentes, modelos de negocio diversos. Los puestos buscan innovar estéticamente, diferenciarse del resto, pero hay ciertas claves que van a seguir en los próximos años, como son una mayor cercanía con el cliente (rebajar alturas de mostradores), una iluminación más natural, utilización de materiales constructivos que se integren con la arquitectura y una mayor información de sus productos aprovechando los soportes".
Esa misión de estar diseñando ahora el Mercado Central de la próximas décadas ha comenzado calladamente. "A veces los diseñadores no hemos sabido hacerles ver la importancia del diseño...", asume Vicente Luján. Tras la intervención de Francesc Rifé con el Central Bar para Camarena (foco de polémica dispersada bien pronto) el propio Luján ha sido el autor de dos de los avances más recientes, los puestos Jamones el Maño y Carnicería Palanca.
Los Palanca fueron una de las primeras paradas del Mercado Central tras comenzar inicialmente en 1914 en la calle Santo Tomás. Desde entonces han pasado tres generaciones. La última es la de Natalia e Irene, que comenzaron siendo unas crías a trabajar con su madre hace dos décadas y acaban de tomar el relevo. La parada funcionaba, pero decidieron evolucionar. "Sintieron la necesidad de cambiar manteniendo el origen". Como independizarse. Tras su reforma, la parada de los Palanca es didáctica, luminosa, con azulejos pintados y cocidos en Manises. "Mientras compras, aprendes", comenta Luján en referencia a la asociación de la trasera con el producto a la venta.
La segunda gran intervención ha sido la de Jamones El Maño. El mismo caso. En el mercado desde 1952, la hija del propietario ha tomado el relevo y propició un cambio destacable en su puesto. Unas lamas blancas y verticales que consiguen que un puesto en plena centralidad destaque a lo lejos y de cerca permita ver los jamones.
Todo funcionaba en ambos negocios. ¿Por qué cambiar?
"A menudo los cambios se ven innecesarios, pero acaban siendo definitivos", razona el autor de los dos proyectos. Se trata de avanzarse al tiempo. El resto de paradas adyacentes a estas dos comienzan a plantearse evolucionar en sus diseños.
En su visita, al periodista Paco Ballester le llamaron la atención los peces amenazadores colgando de un puesto de salazones, alternando con carteles en chino hechos a mano; el neón rosa de Martínez Gargallo; el rótulo de Productos Alimenticios Fantastic, como salidos de un homenaje a Drácula. Y los puestos incipientes por donde asoma un buen diseño: El Maño, Palanca, Central Bar, Rosa Lloris...
En guerra contra la homogeneización (esto es una selva de estilos y así queremos que siga siendo) las nuevas generaciones del Mercado están asumiendo el reto. "... estar diseñando ahora puestos que dentro de 50 años merezca la pena conservar". Para que al pasar el ecuador de este siglo echemos un vistazo a las viejas fotos y digamos: todo cambió, todo sigue igual bajo la cotorra (o la cacatúa) del Mercat.
Foto: Germán Cabo
Muy buen articulo, muy a mi pesar, ya que soy valenciano, el mercado central de Valencia no es el mas grande de Europa, es el de Riga, Letonia. Un mercado que equivale casi a 10 veces el nuestro, pero bueno, siempre lo de la terreta es lo mejor.
Felicidades: Pepa Palanca, Natalia e Irene Estelles, Piluca Calvo, Vicente Lujan, por modernos y valientes. Gracias: Vicente Molins y Valencia Plaza, por estupendo reportaje. Todo mágico.
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