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TENDENCIA EDITORIAL EN ALZA

Esos discos que se convierten en libros

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 16/05/2015 La moda de volúmenes sobre álbumes históricos llega a España Miguel Ríos o Andrés Calamaro, sus últimos protagonistas

VALENCIA. Quizá ya no vivamos tiempos en los que un artefacto plano y redondo (ya sea vinilo o CD) pueda gozar del estatus de testigo de su tiempo. Ya sea por la devaluación del soporte o por la propia inanidad que se le adjudica a gran parte de los sonidos más populares del momento. Pero al menos reconforta comprobar cómo, para varias generaciones de aficionados a la música pop, los discos aún sugieren una seductora capacidad para encapsular, en 30, 40 o 50 minutos, la esencia de épocas pretéritas que han contribuido a determinar quiénes somos y de dónde venimos.

Los grandes álbumes de la historia no son solo excepcionales divertimentos o meras distracciones sensoriales: son también un fiel reflejo del contexto social en el que fueron gestados. Y como tales, a veces pueden explicar más aspectos de una determinada época que decenas de análisis sociológicos. Esto es algo que en la cultura anglosajona han tenido siempre bastante claro, pero no era en modo alguno habitual en un país como el nuestro, tan lastrado siempre por carencias seculares y proverbiales retardos.

Hace unos 20 años, sin ir más lejos, no era en absoluto usual encontrarse en las estanterías de las librerías con volúmenes que destripasen la gestación de un disco concreto. El género imperante era, con mucha preeminencia, la biografía, siguiendo el patrón de las muchas monografías foráneas que en los años 70 y 80 habían comenzado a ilustrar a toda una generación de melómanos sin más fuentes de información que la prensa del ramo.

INTERPRETAR EL PASADO

Tampoco abundaban los ensayos, precisamente. Sin embargo, hoy en día ya no sorprende dar con libros escritos dentro de nuestras fronteras que se dediquen a explicar los pormenores y la significación histórica de algunos álbumes no ya facturados en las esas escenas de referencia, sino dentro de nuestras misma fronteras.

Compuestos de páginas que nos ayudan a interpretar nuestro propio pasado, en la mayorías de cosas. A argumentar y a poner en contexto fenómenos que, con la perspectiva del tiempo, se perciben muchas veces desde un prisma distinto. Aunque la revisión del pasado suscite encendidas polémicas y agrias disensiones, como (por otra parte) no puede ser de otra forma en esta piel de toro.

Dos de los más recientes han sido Honestidad Brutal o la huida hacia delante de Andrés Calamaro (Lengua de Trapo), de Darío Manrique, y el recién salido del horno Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible (Efe Eme), de Josemi Valle. Trazar unas líneas definitorias generales para un campo de estudio tan diverso, que abarca varias décadas y artistas de lo más dispares, seguramente sea inútil. Pero sí que se pueden esbozar algunas constantes compartidas en un género que, en nuestro país, obedece a ciertos impulsos comunes.

REVISIONISMO HISTÓRICO

El modelo más obvio para todos ellos es la colección anglosajona 33 1/3, de la editorial Bloomsbury, que se dedica precisamente a glosar desde hace años las claves de discos míticos de Love, The Smiths, Neil Young, The Kinks, Pixies, Jimi Hendrix, ABBA, Springsteen, The Band e incluso trabajos de dominio mucho menos público, como Liz Phair o Neutral Milk Hotel. Llevan publicados más de 100 títulos, lo que demuestra que hay un mercado ahí fuera que posiblemente esté más dispuesto a invertir su dinero en esta clase de libros que en los propios discos que deberían servirles de sustento creativo en un futuro.

La editorial española Libros de Ruido los está llevando al castellano. E incluso se ha aventurado en los últimos tiempos a editar y traducir al castellano libros tan imprescindibles como Wouldn't It Be Nice? Brian Wilson y la creación de Pet Sounds, escrito por Charles Granatta en 2003 y editado por ellos en 2013.

Pero si hay una colección que se ha distinguido en las últimas temporadas por revisitar determinados fenómenos discográficos gestados en nuestro país, esa es la colección Cara B de Lengua de Trapo. Su último volumen trata, como decíamos, del titánico Honestidad Brutal (Warner, 1999), el doble álbum que consagró a Andrés Calamaro como una de la figuras clave del rock en castellano de las últimas décadas. Y es que los 90 era la década a la que, quizá también por motivos generacionales, más habían orientado su foco.

El fabuloso Una semana en el motor de un autobús. La historia del disco que casi acaba con Los Planetas (2011), de Nando Cruz, también indagó en aquel decenio, al igual que Omega. Historia oral del álbum que unió a Enrique Morente, Lagartija Nick, Leonard Cohen y Federico García Lorca (2011) de Bruno Galindo o Cajas de música difíciles de parar o el desencanto de Nacho Vegas (2012) de Carlos Prieto.

LOS DICHOSOS MUSICALES DE MECANO

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el radio de acción de las monografías en torno a álbumes emblemáticos se ha ido ampliando hasta retroceder a una época particularmente controvertida: los años 80. Mitificados en exceso por mor del revival de la Movida que nos asaltó hace poco más de una década, y víctimas ahora de una reevaluación que pone en solfa las visiones más oficiales. Una época durante la que, huelga decirlo, pasaron muchas más cosas que las que han trascendido merced al interesado buenismo de series como Cuéntame o los dichosos musicales de Mecano.

En esa línea incidieron, desde luego, Alaska y Los Pegamoides: el año en que España se volvió loca (2014), de Patricia Godes, y  Mecano 82: la construcción del mayor fenómeno del pop español (2014) de Grace Morales. Pero también, a su manera, El estado de las cosas de Kortatu: lucha, fiesta y guerra sucia (2014), de Roberto Herreros e Isidro López, con un muy inferior volumen de ventas, tal y como sus responsables han admitido en alguna ocasión.

Los dos primeros, los que versan sobre Mecano y Alaska y Los Pegamoides, inciden en un ánimo revisionista que se reafirma en su propia voluntad de poner en solfa la trascendencia cultural de los fenómenos que analiza. Su saldo incita, pues, al debate. Pero también a la ácida controversia, ya que resulta común que muchas veces la sombra de la expiación de los pecados de juventud del propio autor planee sobre la percepción que el lector acaba teniendo de su relato.

La furia del converso, que diría aquel, y que va por barrios. Aunque la auténtica prueba del algodón es confrontar los hechos con las hemerotecas y con recuentos de memorias paralelos. Al fin y al cabo, la disparidad de visiones no puede más que enriquecer, aunque los lectores y quienes calibran desde el ejercicio de la crítica no se vayan nunca a poner de acuerdo en cuál de las visiones merece mayor crédito. El usuario final, en todo caso, es soberano. Y no tiene por qué ser tonto.

LA ESPAÑA DEL 82

El último volumen en sumarse al repaso de nuestra historia en forma de disco es Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible (Efe Eme), de Josemi Valle. Un libro que destripa las claves de uno de los discos más vendidos de la historia de nuestro país, en un entorno que conjugaba los preliminares de la euforia socialista previa a su primera mayoría absoluta, la sepultura de los tambores de guerra del 23-F y la ilusión propia de un estado que trataba de abrazar la modernidad y proyectar una imagen renovada al mundo a través de su mundial de fútbol, tras varias décadas de dictadura.

Es el primer volumen de la colección. Y añade nuevas pinceladas de historia a una década que, más allá de la efervescencia de la Movida y del trabajo de base de movimientos como el rock radical vasco, también tuvo evidentes vínculos con la vigorosa escena del rock urbano de finales de los años 70 y la inaudita proyección internacional de bandas de heavy metal hispanas como Barón Rojo y Obús.

Algo de ello, parte de su influencia, se percibía en la consagración de Miguel Ríos como rockero casi oficial del país, apelando a un público intergeneracional y de lo más transversal, en plena sintonía con lo que hoy puede perfectamente representar Fito & Fitipaldis.

"En general, los 70 son unos años bastante poco estudiados en el pop español. Pero hubo, desde el comienzo de la década, movimientos y escenas (o escuelas) que acaban deparando movimientos específicos en Andalucía (rock andaluz, escuela venenosa), Madrid (rock urbano, el rollo, la nueva ola, el germen del heavy y el rock duro), Cataluña (onda laietana, nueva ola) y Valencia (rock mediterráneo)", nos comenta Juan Puchades, director de la colección, acerca de la elección de este álbum como protagonista de su primer volumen y del caldo de cultivo previo al fenómeno Rock & Ríos.

¿Pueden suponer los años 70 el próximo punto de mira de nuestra bibliografía? "Supongo que las aproximaciones a los 80 son de cariz comercial, por aquello de lo muy mitificado que está el periodo, y los 90 por parte de una generación de críticos que se formaron con el indie de esa década", comenta al respecto.

UNA REALIDAD POLIÉDRICA

Una opinión seguramente compartida, aunque matizada por el periodista Diego A. Manrique, en las páginas de El País, cuando afirmaba recientemente que "se nos cuenta que hubo un intento deliberado de eclipsar al belicoso rock urbano para potenciar el pop lúdico de la Movida. Me temo que no pasa de una caricatura. La realidad, carajo, resulta más resbaladiza. Es un barullo de suspicacias, groseras lecturas sociológicas, oportunismos y ese intangible que llamamos zeitgeist".

La realidad, casi siempre, suele ser más poliédrica. "Sobre todo con los 80, hay obras que surgen con cierto espíritu de revancha, pero para entender desde una óptica comercial los 80 hay que partir de que el rock convivió con el pop, la canción de autor o lo que llamábamos melódicos sin que nadie se despeinara en exceso", comenta Puchades.

A continuación añade que "estas batallitas rock urbano/heavys versus Movida obvian a Miguel Ríos, a la Orquesta Mondragón, a Serrat, Aute, Víctor Manuel y Ana Belén, Sabina, Miguel Bosé, José Luis Perales y bastantes más que vendieron lo que no está escrito, tanto discos como entradas de conciertos". No se aventura, eso sí, a esbozar cuál será el siguiente título de la colección, aunque le gustaría apostar por "la maltratada canción de autor o las periferias: estamos abiertos a sugerencias".

Sea como fuere, queda claro que dentro cualquier álbum hay mucha más vida, muchas más connotaciones, muchas más rincones para la reflexión y el debate de las que pudieran avizorarse a primera vista (o escucha). Y hay ahí un buen filón para nuestro periodismo y para ese consumidor final que no se conforma con degustar la música como un simple acto recreativo, sino como otra herramienta más para tratar de entender el mundo que le rodea.

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2 comentarios

Carlos Pérez de Ziriza escribió
16/05/2015 22:10

Hola, Ana. No sé si te has detenido un minuto a leer el texto. Si eres tan amable de hacerlo, comprobarás que el artículo solo trata acerca de libros que versen sobre discos concretos (lo dice el propio titular, ni siquiera hay que leer mucho). Y comprobarás también que el libro sobre Calamaro que se menciona en el texto, que es el único que se corresponde con la temática del texto, es exactamente el libro que se menciona. Con ese mismo título (figura hasta la propia portada). Tal cual. Gracias por leer.

Ana escribió
16/05/2015 11:31

el libro de Calamaro se llama Paracaidas y Vueltas, no este

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