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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Esperando a Grace Jones

RAFA CERVERA. 17/05/2015 Más de un mes tardó la diva de los años 80 en contestar a la solicitud de una entrevista telefónica, pero al final valió la pena

VALENCIA. Lo que tienen en común Grace Jones y L'Albufera es que hubo un día de otoño en el que seguramente estuve contemplando el cielo que se mueve sobre el lago y después marqué un número de teléfono de Londres para hablar con la cantante jamaicana. Sé que es una tontería, pero ese tipo de contrastes me obsesiona. Como hace muchos años, en Madrid, un día que por la mañana entrevisté a Ana Belén y horas más tarde, a los Flaming Lips; luego pasé más tiempo recomendable reflexionando sobre esa manera de ir de un extremo a otro.

Desde que vivo en El Saler siempre he fantaseado con incrustar en su entorno a personajes que para mí son leyenda. Me imagino a Bowie surgiendo entre los pinos de El Saler y a Patti Smith recorriendo los arrozales de El Palmar. Pero hay ocasiones en las que situaciones así están un poco más lejos de ser una mera fantasía. Como el día en que hablé con Grace Jones desde mi casa, en El Saler.

LA MUJER PANTERA

Para quien no esté familiarizado con Grace Jones, explicar que durante los años setenta, su indómita belleza caribeña la llevó a ser una cotizada modelo habitual en las publicaciones de moda. Después se convirtió en cantante de música discotequera justo en la época en la que Studio 54 era el máximo ejemplo de sofisticación urbana, con esa zona VIP donde Truman Capote, Liza Minnelli, Andy Warhol y Bianca Jagger se mezclaban con otros famosos en noches interminables.

Jones despuntaba entonces con su versión bailable de La Vie en Rose de Edith Piaf, pero se cansó pronto de ser solamente una voz al servicio de un productor y vislumbró otros horizontes artísticos. Eso la llevó a convertirse en la artista que fusionó los ritmos de su Jamaica natal con la modernidad sonora de finales de los setenta, mezclando reggae y electrónica mientras exhibía una imagen exuberante, moldeada con la complicidad de su entonces pareja, el fotógrafo Jean-Paul Goudé.

Ella y su imagen fueron revolucionarias siempre, el fiel reflejo de una personalidad volcánica y de una música con afán de cambio. Antes que Madonna, Björk y Lady Gaga, Jones ya había reescrito el rol femenino en la música pop.

NADA COMO L'ALBUFERA PARA MANTENER LA PAZ INTERIOR

Pero volvamos a El Saler y a la citada entrevista. En aquel momento, la artista estaba a punto de publicar un álbum, el primero en más de 10 años, una obra prometedora que llevaba el no menos prometedor título de Hurricane. Llevábamos cerca de un mes, su compañía discográfica, la revista GQ y yo, intentando que Miss Jones pusiera fecha a una conversación telefónica que estaba más que concertada.

Esto ocurre habitualmente: un artista internacional se compromete a hablar con medios españoles y al final las entrevistas con los medios españoles se llevan a cabo cuando el artista no tiene ya nada mejor que hacer. Es la consecuencia inevitable de escribir sobre música en un país en el que la gente apenas compra discos. Por eso  L'Albufera juega aquí un papel esencial, por lo que tiene de relajante para el espíritu.

Como soy español y además estoy especializado en música pop, hace tiempo que asumí que lo mejor que podía hacer era irme a vivir a El Saler y estar cerca de L'Albufera, y tener así todo el sosiego que puede necesitar un periodista ya maduro que se dedica a cosas que interesan bastante poco en estos pagos. Si escribir en tiempo revueltos ya es complicado, hacerlo sobre música pop es el acabose.

UN ESPÍRITU SALVAJE

Todo eso no se lo dije a Grace Jones aquel día, ni al otro, ni a la semana siguiente tampoco, porque siguió escaqueándose con excusas tan exóticas como ella misma. Solo con las excusas que iba soltando ya se podía escribir un artículo. Pero la cita telefónica se mantenía en pie. Recuerdo que unos días después, un compañero que había viajado a Londres para entrevistarla en esas mismas fechas, me contó que tuvo que esperarla dos horas más sobre la hora señalada, en el hall de un lujoso hotel.

El motivo que le dieron es que Miss Jones estaba en el funeral de un familiar, pero el periodista asegura que la vio entrar en el hotel camuflada bajo una de sus habituales capuchas y encaminarse directamente hacia el spa.

A estas alturas de la historia hay que admitir que sí, Grace Jones es una fuerza de la naturaleza, un espíritu salvaje y libre de los de verdad. Cualquier cosa que nos podamos imaginar sobre ella, seguramente la ha hecho y además a lo grande. Ojalá no se demore mucho más la publicación de sus memorias, que en teoría verán la luz el próximo otoño.

EL BALSÁMICO EFECTO DE L'ALBUFERA

Es por eso que al final, cuando llevas casi un mes cambiando planes porque cada tanto te dicen que igual mañana a tal hora hablas con Miss Jones, ya ni te enfadas, solamente la admiras, eso sí, con la ayuda del inestimable efecto balsámico de L'Albufera.

Llega entonces ese día anhelado -porque es que, además, yo me confieso admirador de su trabajo y esta era una de esas entrevistas fetiche que los periodistas necesitamos hacer de vez en cuando- y en tu agenda hay una hora rodeada por un círculo rojos, como si no te lo acabaras de creer.

Y llega ese momento en el que al final tienes el auricular en la mano, y escuchas que Grace Jones pronuncia tu nombre y después lanza una risotada nada más recibir la primera pregunta. Ahí sientes que en el fondo esto es lo que has elegido, esta mezcla rara, ese contraste extraño, algo muy serio que también es broma. Porque es un privilegio  poder hablar, aunque sea solo media hora y por teléfono, con un ser tan vital, arrollador y apasionante como Miss Jones, bendecido por la calma chicha de L'Albufera.

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