VALENCIA. Comentaba el compañero Rafa Cervera, en su estreno la semana pasada en Culturplaza, que hace 25 años no era nada frecuente que las bandas de rock se reuniesen unos años después de su disolución. Ciertamente, el panorama en la actualidad es rotundamente distinto al de 1990: raro es el caso de un grupo que se granjease una cierta repercusión en su tiempo y que no decida ahora volver a la carretera, aunque sea de forma muy puntual. Los retornos están a la orden del día. En Valencia, sin ir más lejos, sabemos bien que hay toda una pléyade de bandas que tienen en nuestra costa una clientela tan fiel y numerosa como para repetir su presencia con insistente frecuencia.
Es el caso, muy cercano, de The Chameleons o The Godfathers, quienes hace solo unos días se volvieron a dejar caer por nuestras salas. Pero también el de The Cult, The Waterboys y muchas otras viejas glorias de los años 80. Incluso Flesh For Lulu tuvieron en la discoteca Spook de Pinedo la única parada de su última visita hispana, en enero pasado.
Independientemente de la mayor o menor valía, justificación o coartada de cualquiera de esos regresos, lo cierto es que el fenómeno cae con la propia lógica de la ley de la oferta y la demanda. Pero detenta sus particularidades cuando se topa, inevitablemente, con la nostalgia de un importante sector de público. El que vivió la segunda mitad de los años 80 (e incluso la primera de los 90) con el entusiasmo propio de la post adolescencia y la juventud, y a estas alturas apenas revive esas sensaciones cuando acude en tropel a conciertos protagonizados por aquellas bandas, mientras hace mutis por el foro el resto del año. Su clientela mayoritaria, para qué engañarnos
Sí, amigos: hablamos de las hordas del dichoso fenómeno remember, ese sarpullido genuinamente valenciano que se consagra a la conmemoración periódica de un momento por parte de una generación que se quedó prácticamente criogenizada en el plano musical, antes de que la asunción de las obligaciones adultas (trabajo, pareja, paternidad) les hiciera perder el apetito por descubrir nuevas sensaciones musicales. Todos ellos celebran el recuerdo de aquella época, en el que el circuito de discotecas valencianas marcaba la pauta con un señero, ecléctico y desprejuiciado modo de programar música. Justo antes de que el fenómeno derivase en el detritus de los años 90, y cuyo sensacionalista reflejo mediático todos conocemos de sobra. Aunque conviene no sobredimensionar su sesgo libertario: su menú rara vez ahondaba en la música negra (de hecho, es significativo que bandas como Shakatak, quienes actuaron anoche en La Rambleta, estén fuera de ese circuito nostálgico).
Lo curioso es comprobar cómo, entre las obvias medianías de la época, esas bandas que apenas podemos considerar como resultones one hit wonders (Then Jerico, When In Rome, A Flock of Seagulls, Bolshoi, The Essence), se colaban también en el menú sonoro de las discotecas del momento muchas canciones emblemáticas de bandas con trayectorias más sólidas y de más largo recorrido. La repercusión puntual que algunos de sus hits obtuvieron en las pistas de baile eclipsó muchas veces momentos más proteicos de sus trayectorias. Al menos para un importante sector del público.
Así que aquí recordamos los casos de algunos de ellos. Esas bandas cuyos revientapistas fueron a veces como el árbol que impedía ver el bosque. Y que nadie entienda este listado como una diatriba gratuita contra la nostalgia, porque hay una segunda lectura nada desdeñable: la de que hubo un tiempo en el que estas benditas anomalías, insospechados éxitos de calurosa acogida en cualquier pista de baile, podían suceder. Hoy en día, sería casi imposible. La adocenada homogeneidad en los locales de ocio nocturno es infinitamente mayor. Por mucho que se sigan editando estupendos discos, en una esfera paralela pero rara vez interseccionada.
NUNCA UNA BOLSA FUE MÁS BAILABE
El mismo chico afligido y con ínfulas literarias, el mismo escocés que encarnaba algunos de los valores más preservables de las primeras generaciones del indie británico, el mismo talentoso compositor que pulió una de las cumbres del pop de los 80 (el magistral Rattlesnakes, editado por Polydor en 1984) fue, a su vez, uno de los protagonistas involuntarios del menú de las discotecas valencianas de los año 80. Hasta el punto de que en un reciente programa sobre la Ruta del Bakalao, emitido un sábado por la mañana en Radio 3, se llegó a decir que Lloyd Cole & The Commotions formaban parte del núcleo de músicos emblemáticos dentro del estilo de música que popularizó aquel circuito de discotecas. Hasta ese extremo puede llegar el dislate. La culpa la tuvo la estupenda ‘My Bag', el tema que abría su álbum más comercial, el nada desdeñable Mainstream (Polydor, 1987). Concretamente, esta remezcla en formato maxi single (¿lo recuerdan?) fue la que corrió por las pistas de baile como la espuma. Si se lo contaran a cualquiera que le hubiera descubierto en su última etapa discográfica, expuesta sobre los escenarios en modestos conciertos acústicos, hubiera pensado que le estaban tomando el pelo.
LOS PADRINOS TAMBIÉN SABEN LO QUE ES EL AMOR
No destacaban precisamente por coquetear con la pista de baile. Lo suyo era el rock malencarado y de mandíbula apretada, reminiscente del pub rock, el punk y la psicodelia. Frontalmente crítico con las políticas neoliberales de Margaret Thatcher y atravesado por un iracundo cableado eléctrico, que les daba un tono de lo más amenazante. Sin embargo, ya fuera por la programación sintética de su base rítmica (extraña para sus estándares) o por la direccionalidad de su estribillo, el ‘She Gives Me Love' de The Godfathers se convirtió en otro de los himnos de la época en discotecas de gran aforo. Estaba incluida en el soberbio More Songs About Love & Hate (Epic, 1989), y aún tienen a bien recuperarla en cada uno de sus directos, como el que les acercó hasta nuestro país (Valencia incluida, claro) hace poco más de una semana.
EL SEÑOR DE LAS TINIEBLAS
Quién le iba a decir a Peter Murphy, cuando perfilaba los contornos del after punk más siniestro y de las sonoridades góticas al frente de Bauhaus, entre 1978 y 1983, que acabaría viendo cómo uno de sus temas se convertía en objeto de deseo para la pista de baile. Eso fue lo que ocurrió con ‘All Night Long', el tema que abría su segundo disco en solitario, el imponente Love Hysteria (Beggars Banquet, 1988). Una de esas raras conjunciones de ritmo, misterio y desazón sentimental cuyo éxito nos parece tan inverosímil a día de hoy. Tanto la trayectoria de Bauhaus como, sobre todo, la penetración popular de este tema, han tenido mucho que ver en el hecho de que su carrera en solitario nunca haya sido calibrada con algo más de benevolencia. O atención, siquiera.
LA LOCURA DE LA CARNE PARA LULU
Era el tema que abría el excitante Long Live The New Flesh (Capitol, 1987), y pronto se convertiría no solo en un éxito en las college radios norteamericanas, sino también en un hit en las discotecas de la costa valenciana. Había motivos de sobra para ello porque ‘I Go Crazy' lo tenía todo. Lástima que su presencia oscureciera con frecuencia (para según qué clientelas, claro) el resto del repertorio de los estupendos Flesh For Lulu. Nos visitaron en enero pasado, en un notable concierto que tuvo lugar en la sala Spook, y a fe que la interpretación del tema de marras fue de lo peor de toda la noche, con Nick Marsh (pletórico el resto del set) invitando al público al karaoke colectivo e ironizando acerca de su condición de reliquia remember. Hubo quien, no sabemos si bajo los efectos de alguna sustancia o por inclinación natural, volvió a reclamarla a voz en grito en el momento de encarar el bis de rigor. Cuando hacía más de una hora que había sonado. Dolorosamente cierto.
REZANDO POR MARÍA MIENTRAS MUEVES LOS PIES
Se decía de ellos que eran como unos Steely Dan de bolsillo, pero lo cierto es que su repercusión en nuestro país apenas se redujo al éxito inapelable de la fabulosa ‘Mary's Prayer', incluida en su estimable debut en largo, Meet Danny Wilson (EMI, 1987). Eran Danny Wilson. Venían de Escocia. Y algo debía tener el agua por allí para que les bendijéramos tan a menudo, porque su repercusión coincidió con la de otros paisanos suyos que perfectamente podrían haber aparecido en este listado: los Silencers de ‘Painted Moon', los Deacon Blue de ‘Dignity' o los Fairground Attraction de ‘Perfect', todos ellos detentores de algunos álbumes muy valiosos, al margen de los temas que les sirvieron para colarse en nuestro mercado entre 1987 y 1988.
LA NOSTALGIA DEL CAMALEÓN
Otros que tienen en Valencia una de sus plazas seguras son The Chameleons. Nos han visitado tres veces en los últimos tres años (la mas reciente, hace tan solo una semana), y siempre con alborozada acogida por parte del público, aunque solo su vocalista y bajista Mark Burgess sobreviva a la formación original. Motivo por el que se hacen llamar, en una infrecuente muestra de pudor, Chameleons Vox. ‘Nostalgia', incluida en su segundo álbum (What Does Anything Mean, Basically?, Dead Dead God Records, 1985), fue uno de sus temas más célebres por estos lares.
Toda una predicción de lo que el futuro nos deparaba, desde luego, con esa línea de texto que dice "tomorrow remembers yesterday". Nadie lo hubiera descrito mejor. Sus conciertos valencianos (más que dignos, por otra parte) son auténticas congregaciones de cuarentañeros dispuestos a desgañitarse, aunque sea coreando a voz en grito y con aliento épico la ensoñadora línea de guitarras y teclados de ‘Second Skin', suplida con una enorme "O" dibujada en la boca. Hay incluso quien afirma haber visto entre su público varios pantalones vaqueros nevados, como quien saca las pinturas de guerra de hace 30 años a pasear. Lo escalofriante es que es cierto.
UNA HISTORIA NO TAN POPULAR
Cuenta el británico Andy Jarman, líder de A Popular History Of Signs en los lejanos 80, que para él fue una sorpresa comprobar que "una de nuestras canciones, ‘Stigma', había tenido bastante éxito en Valencia: tocamos en una misma noche de 1985 en dos discotecas enormes, Spook y Chocolate; en una a las tres de la madrugada, y en otra a las siete, y era increíble tener delante a 500 o 600 personas, cuando ni en Inglaterra tocábamos para más de 50". Lo cuenta en el reciente Pequeño Circo. Una Historia Oral del Indie en España (Contra), el libro en el que el periodista Nando Cruz desgrana la escena indie española de los 90. Y otro tema de su banda, ‘Western Wind', siguió casi sus mismos pasos en 1988. Un eco que contrasta con el mutismo con el que siempre fueron recibidos los proyectos que encabezó a partir de los años 90, ya lejos del Reino Unido y afincado en Sevilla, al frente de Aquaplane, Strange Fruit o los estupendos Southern Arts Society. Detentores todos ellos de discos que no cambiarían el curso de la historia, pero tampoco merecían el ostracismo casi absoluto. Toda una paradoja: en su caso, cuanto más cerca geográficamente, más lejos emocionalmente.
EN LA PALMA DE LAS FUENTES PÁLIDAS
‘Palm Of My Hand' es una de esas canciones que, una vez compuestas, gozan de una vida útil totalmente insospechada. Fue el primer single en la carrera de los fantásticos Pale Fountains, la banda de Michael Head, en 1983. Y pese a que más tarde editarían dos sobresalientes álbumes (Pacific Street, editado por Virgin en 1984, y en el que también estaba incluido el tema; y...From Across The Kitchen Table, editado por Virgin en 1985), lo que al final perduró fue esta canción, mecida por una esplendorosa trompeta y apuntalada en un memorable estribillo. Con mucha diferencia, el tema más conocido por estos lares de la banda, paradigma de la clase y la elegancia del primer indie pop británico. E, insospechadamente, también carne de discoteca.
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