MADRID (EFE) Un año después de su estreno en Francia, este viernes llega a las salas españolas Minúsculos: el valle de las hormigas perdidas, una cinta de animación en 3D que su creador Thomas Szabo defiende como fábula naturalista y amable, pensada exclusivamente para los niños.
Porque a diferencia de otras, Minúsculos... apenas tiene referencias adultas y las batallas que plantea solo pretenden ser "lo que debe imaginar un niño pequeño cuando ve moverse a las hormigas": Que se están peleando; yo no soy nada belicista", puntualiza Szabo.
La idea, que nació hace más de seis años como serie de televisión —actualmente se emite en más de 100 países, en España a través de Clan—, y después fue un conjunto de cortos también para la televisión que ha crecido hasta convertirse en largometraje de animación en 3D que ha costado más de año y medio terminar. La película, igual que la serie, está escrita y dirigida por Thomas Szabo y Hélène Giraud (hija de Jean Moebius Giraud, a quien dedican la cinta), y no contiene ni un solo diálogo, pero sí un lenguaje perfectamente entendible gracias a la música y a los sonidos de los bichos.
Con imágenes reales mezcladas por ordenador con mariquitas, moscas, mariposas, libélulas, arañas y hormigas —rojas y negras—, la película va mostrando a los niños cómo los insectos son capaces de comunicarse, trabajar en equipo, pelear y defender a los de su especie.
"Lo hicimos así para dar la impresión de un falso documental sobre insectos, que parezcan reales, pero que sean capaces de hacer cosas extraordinarias, ese surrealismo me llamaba mucho la atención. Y también es mi homenaje a Luis Buñuel", bromea el francés. "Y también queríamos transmitir que demasiado azúcar no es bueno para la salud", sigue con la broma Szabo.
"Es que las historias son más o menos las mismas siempre: un héroe anónimo, pequeño, que pasará pruebas y renacerá, y quizá" -sonríe- "al final cambie el mundo". "Pero esta es nuestra forma de contar (...) y es, evidentemente, distinta a la americana, pero todos hemos cogido cosas del cine americano. La cinta empieza por mostrar a una pareja que abandona su picnic sin recoger cuando la mujer se pone de parto.
A pesar de ser causa de fuerza mayor, la actuación de los dos humanos da el primer toque de atención: botellas, restos de fruta, un mantel y, dentro de una lata, un tesoro de terrones de azúcar, abandonados a merced de los habitantes del campo.
También están los ruidos naturales, en este caso, parques naturales del sur de Francia, mezclados con una divertida banda sonora de motores y pitidos, reconocibles como "tráfico" para los niños, aunque en este caso, sea aéreo y provocado por un chocar de patas, antenas y alas.
"Hay muchos insectos que emiten sonidos, no es el caso de las hormigas, pero tienen formas muy sofisticadas de comunicarse, como se ve en la película, como son sus intercambios químicos", explica Eduardo Galante, director del Museo de la Biodiversidad de Ibi y Presidente de la Asociación española de Entomología.
Este experto considera que la película tiene virtudes, como que muestra "un mundo real", que "podría ser Cercedilla o los Pirineos, que no son seres aislados, sino que es un mundo de interrelaciones entre seres que se organizan, y sabe enseñar que son necesarios para la vida en la tierra".
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