AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar
Más información
VALENCIA. Cantaba George Brassens en Les amoreux des bancs publics: "Los que vuelven del trabajo piensan que los bancos en el bulevar son para que los obesos puedan descansar, pero es absurdo, pues todos saben que están para los que pronto en el amor van a debutar".
Para los primeros escarceos del corazón, para leer un libro, para desconectar de las preocupaciones, para reconectar con la naturaleza... Como en un anuncio de refresco jaleado por un publicista argentino, los bancos de los parques son el escenario fortuito de situaciones corrientes que forman parte del paisaje de las ciudades.
El teatro ha hallado en estos microuniversos el desencadenante de fértiles tramas desde la cotidianeidad de sus arranques. El viajante de comercio y la señora de mediana edad que entretejen sus sueños truncados en El Square, de Marguerite Duras; el enfrentamiento entre un tranquilo señor de clase media y un joven sin hogar en Central Park que Edward Albee abordó en Historia del Zoo, o la ficción basada en la historia real del asesino a sueldo Roberto Zucco, de Bernard-Marie Koltès. Todas se articulan en torno al asiento de un parque, escenario de retazos de vida tan comunes como singulares.
Esta sencilla y funcional pieza de mobiliario urbano sirve de punto de partida y/o escenografía a montajes programados actualmente en nuestras carteleras. El 2 de mayo se estrena en La Rambleta en función única Continuidad de los parques, del valenciano Jaime Pujol. Sergio Peris-Mencheta dirige a cuatro actores que interpretan a una veintena de personajes que se cruzan y convergen en el banco de un jardín público.
"Me atraía hablar del banco sano, donde se producen encuentros, y no del insano al que estamos tan acostumbrados y que nos desencuentra -bromea el director en un guiño a los sinsabores de la situación financiera.
El título del montaje es, así mismo, un homenaje al relato homónimo que Julio Cortázar publicó en 1956 en su libro de cuentos Final de juego, y por extensión a las realidades paralelas a las que acostumbraba el argentino en sus escritos. También se nutre del ingenio y el sentido del humor de Roald Dahl, así como de la cáustica en la trivialidad de Saki.
"Esta obra retrata a una serie de locos de ciudad que se dan cita en un parque, ese trozo de verde en medio del cemento donde la gente, sin alejarse mucho de la toma de tierra: de sus problemas, de sus trabajos y de sus agendas, se da el permiso de respirar, de pensar, de contactar con ellos mismos y de paso con los otros", describe Peris-Mencheta.
FAST FOOD DE LA SALUD MENTAL
El t
ambién actor se apea de la interpretación en esta pieza-mosaico y cede el protagonismo a Roberto Álvarez, Fele Martínez, Luis Zahera y Gorka Otxoa.
Ocho relatos entretejidos confrontan la realidad y el desvarío e invitan, como los mismos parques, a desconectar de las complicaciones cotidianas. Pero, sobre todo, animan a abrirse al otro, a aceptar el punto de vista del de enfrente. O más en concreto, del de aquel sentado junto a nosotros.
"Un banco es un sitio donde uno para, se sienta y respira. Aunque se oyen coches y se siente la polución, uno suspira. Son como los teatros, fast foods de la salud mental. Tus problemas siguen estando cerquita, pero puedes parar a contemplar la vida en general y a verte a ti mismo", compara Peris-Mencheta.
Como ya hiciera en Tempestad, donde una escalera se convertía en montaña, en barco y un sinfín de accesorios de la trama, el director no se limita a servirse del banco como asiento. Pero nos plantamos aquí para evitar spoilers.
El mismo encadenado de metamorfosis lo han aplicado como solución escenográfica a su espectáculo homónimo The Funamviolistas. Las tres músicos en paro que confluyen en el banco de la función lo transforman en su hogar, en escenario de conciertos y hasta en un barco.
VIOLA, VIOLÍN Y CONTRABAJO
Tres artistas cuyo futuro se ha truncado se encuentran fortuitamente en el banco de una plaza. Comparten la sensación de extravío, una carta de despido, la vida en una 
maleta y la compañía de sus respectivos instrumentos. Allí, en la complicidad a la que se presta este microuniverso, el trío va tejiendo una amistad construida con los sólidos cimientos de la música, la danza, el canto y el teatro de gesto. La pieza, titulada The Funamviolistas se alzó con el Premio Max 2014 al Mejor Espectáculo Revelación y está programada el 10 de julio en Benicàssim y 24 de junio en Dènia.
El banco es el punto de inflexión en las vidas de las protagonistas, "es el espacio donde arranca una relación a tres tanto en la convivencia como en la creatividad. Durante la obra surgen conflictos y confluencias, las protagonistas se van conociendo y desvelando sus secretos, y en esa búsqueda del equilibrio, el banco se convierte en un personaje más", apunta Mayte Olmedilla, viola.
Completan el reparto Ana Hernández al violín y Lila Horovitz al contrabajo. Juntas o por separado interpretan temas de Vivaldi, Edvard Grieg, Jules Massenet, Georges Bizet, Astor Piazzolla y Rita Pavone, y desgranan las bandas sonoras de películas como Deseando amar (Wong Kar-Wai, 2000) y Les triplettes de Belleville (Sylvain Chomet, 2003).
Más allá de las ensoñaciones que pueda despertar un banco, el director del montaje, Rafael Ruiz, emplea este entorno como símil de la precariedad laboral de los músicos. The Funamviolistas, sin ir más lejos, es un proyecto que ha visto la luz gracias al apoyo económico de 113 mecenas que se implicaron en una campaña de crowdfunding.
"El banco es un elemento muy útil y eficaz para hacer de bisagra entre la realidad que nos ha tocado y la que queremos vivir. Al ambientar la acción en una calle subrayamos el momento que vive nuestro sector, y al mismo tiempo, nos plantea un reto transformar un objeto realista en un elemento fantástico", distingue Olmedilla.
EL ANTIESPECTÁCULO
El director Joan Ollé secunda la crítica a la zozobra de la cultura en nuestro país. "La culpa de esta abundancia de bancos en escena la tiene el ministro Wert. La crisis empuja a servirse de decorados sencillos", apunta medio en broma medio en serio.
El director es el responsable del monólogo extraído de La plaza del diamante con el que Lolita está arrasando en el Teatre Goya de Barcelona. "Mi obra es lo más antiespectacular que se te pueda ocurrir: un monólogo interior de una hora y cuarto sobre la posguerra española", resume con insistencia en la ironía.
Su versión intimista del clásico de Mercé Rodoreda se contextualiza en un banco porque en el final de la novela, su protagonista, Colometa, está sentada en un parque dando de comer a las palomas.
"Mi dramaturgia consiste en realizar un flashback desde la última página del libro. Al no haber decorado, me inspiré en la obra de Antoni Tàpies: quería un elemento historiado, bonito, un pequeño suelo de madera y un banco de tablas por el que ha pasado muchísima gente antes de ocuparlo Colometa".
Dicho y hecho, el mobiliario de esta versión lo encontrarán por internet. Formaba parte del jardín de una casa de El Escorial cerrado hacía largo tiempo. "Tiene mucha historia, mucha lluvia este banco nuestro".
Como tantos otros oasis en la ciudad que exhortan a parar el reloj en estos tiempos de frenesí.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.
agencia digital 
imprimir
meneame
whatsapp
