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CONSPIRANOIA

Lagarto, lagarto: así domina el mundo la industria musical

JAVIER CAVANILLES. 25/04/2015 Kanye West niega ser un esclavo mental de los Illuminati programado para controlar el mundo. Ya, pero cuando el río suena...

VALENCIA. Lady Gaga, Madonna, Beyoncé, Rihana, Miley Cirus... y a saber cuántos hay como ellos en esta España que se rompe por las costuras. Parecen cantantes, actúan como cantantes y venden como cantantes; sin embargo, no son cantantes. Son marionetas al servicio del Nuevo Orden Mundial, marionetas del poder sometidas mediante lavados de cerebro para ablandar los sesos de la población y permitir el golpe de estado definitivo, el que convertirá a toda la Humanidad en sierva de los Illuminati que, como no podría ser de otro modo, son lagartos del espacio. Cómo estará el patio que hasta la Pantera Rosa fue utilizada como agente encubierto.

La teoría que han hecho millonario al británico David Icke ­–inspirada sin duda por la famosa serie V– suena (y es ridículo), pero la creen a pies juntillas miles de personas en todo el planeta. En España, la otrora prestigiosa editorial Temas de Hoy (Planeta) acaba de sacar La Conspiración Reptiliana, del carismático José Luis Camacho, uno de los muchos apóstoles de esta visión del mundo que cuenta con cerca de 400.000 seguidores en la página Mundo Desconocido (y no es la más popular).

La creencia está tan extendida que, en febrero de 2014, el primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, tuvo que responder a una petición amparada en la ley de transparencia local (la OIA) negando que fuera un lagarto. Esta semana le ha tocado al cantante Kanye West que, en una carta remitida a la revista Paper, ha desmentido que él o su compañía Tidal (propiedad de Jay Z) sean un instrumento de los Illuminati. Según asegura, está "harto" de esas "acusaciones ridículas".

No por absurda, la teoría está menos extendida. Según dice, los Illuminati llenan de mensajes ocultos los vídeos de sus estrellas más conocidas: ojos de Horus, pirámides, cuernos... Esos símbolos van reblandeciendo los cerebros de los jóvenes hasta el punto de que dejan de leer a Platón y esas cosas que suelen hacer y se convierten en borregos de un mundo en el que, como Matrix, pocos son los listos que son capaces de entender que la libertad de la que gozamos es sólo una ilusión.

LOS ILLUMINATI DE BAVIERA

El mito de los amos del mundo nace de un hecho real: la creación en 1776 de la Orden de los Illuminati de Baviera de la mano del profesor de Derecho y filósofo Adam Weishaupt (1748-1830). Fue una organización secreta, de carácter revolucionario, para acabar con el Antiguo Régimen y el poder de la Iglesia Católica. Sus modelos, paradojas de la Historia, eran la masonería y los Jesuitas a los que precisamente el Papa Clemente XIV había ordenado desaparecer en 1773.

La orden estuvo gafada desde el primer día. En 1778, cuando apenas tenía una docena de miembros, se produce el primer problema: Xavier von Zwack, el número dos, es expulsado por quedarse con partes de los escasos fondos de la entidad.

POCOS Y MAL AVENIDOS

Pese a todo, la idea tuvo cierto éxito y, aunque logró sumar a sus filas a un buen nombre de altos cargos (la mayoría masones), no parece que nunca llegara a tener más de 650 afiliados (las cifras más optimistas hablan de 2.500). Entre sus miembros más famosos destacaba el escritor Johann Wolfgang von Goethe. Fueron  pocos, y ni siquiera bien avenidos: las tensiones entre Weishaupt y su número dos, el eficaz reclutador Adolph Knigger, fueron constantes y colocó a esta banda de conspiradores al borde de la escisión durante toda su breve historia.

Pese a su actual mala fama, nunca pasaron de ser unos conspiradores de salón. En cuanto sus ideas prerrevolucionarias empezaron a extenderse, fueron disueltos en 1785 (aunque siguieron coleando un par de años más). Weishaupt se fugó a Gotha, donde vivió sin más complicaciones trabajando al servicio del Duque Ernest II. Tan peligroso no debió de ser.

ÉXITO DESDE LA TUMBA

Pese a sus ideas, las mismas que se discutían cada noche en los cafés de París en los años previos a 1789, la influencia de los Illuminati en su época fue casi nula. Serían una nota a pie de página si no hubiera sido porque, años después, el sacerdote francés Augustín Barruel (1741-1820) y el filósofo escocés John Robinson (1739-1804) publicaron sendas obras acusándolos (sin pruebas) de haber orquestado la Revolución Francesa. Jedidiah Morse (el abuelo del inventor de famoso código) fue el encargado de difundir el mito en EEUU.

Durante casi siglo y medio, los Illuminati fueron una especie de coco para los predicadores americanos ­-que, a veces, los acusaban de estar detrás de los jesuitas- y algún que otro grupo de extrema derecha americana pero, fuera de esos círculos, nadie se acordaba de ellos.

David Icke, el hombre que dio forma a la conspiración.

ILLUMINATIS, EL REGRESO

Los Illuminatis entraron en la historia de la literatura popular en el año 1975, cuando dos colaboradores de la revista Playboy, Robert Shea y Robert Anton Wilson, publicaron la primera de las entregas de la trilogía Illuminatus. Aunque muy de pasada, la obra le sirvió de inspiración a Umberto Ecco para El Péndulo de Foucault. Lo que no era más que una parodia se fue filtrando en las redes conspiranoicas hasta que acabó por convertirse en una verdad incuestionable.

Con la semilla ya sembrada, sólo faltaba alguien que la regara. Ese fue el ex periodista y ex candidato del Partido Verde del Reino Unido David Icke. Al él hay que reconocerle el mérito de haber utilizado todos los elementos anteriores para dar forma a la conspiración definitiva: los Illuminatis, en realidad lagartos marcianos adoradores de Satán, dominan el mundo desde las sombras. En sus más de 20 libros (casi todos best sellers) acusó, entre otros, a la Reina de Inglaterra, George Bush, Obama, Tony Blair o Kenny Rogers de formar parte de la banda.

OTRO QUE TAL BAILA

Su gran aportación al festival del sinsentido fue añadir al potaje original algunos elementos. Retomó los trabajos del suizo Erich von Däniken, un tipo que aprovechó la tranquilidad de su celda (fue detenido por estafador) para alumbrar su primer libro: Recuerdo del Futuro (1968), en el que empezó a hacer famosa la teoría de que el ser humano era un producto de laboratorio de los extraterrestres, los cuales llevaban visitándonos un porrón de años.

Däniken tomó prestado un poco de H.P Lovecraft, plagió algo del francés Robert Charroux y recuperó las teorías de Zecharia Sitchin, un tipo que llegó a la conclusión de que al ser humano lo crearon unos marcianos del inexistente planeta Niburu usando ADN de monos.

¿Y qué pintan Kayne West y compañía en esta historia? La verdad, es difícil saberlo. En algún momento a alguien se le ocurrió añadir al disparate el proyecto MK Ultra de control mental de la CIA y, a falta de algo mejor, alguien debió de pensar que si en los 70 funcionó lo de acusar a los heavys de ser satánicos, la cosa podría colar. Y vaya si lo hizo.

Pero ¿qué pasaría si estos chiflados tienen razón y estamos rodeados de reptilianos? Nada: Ser es ser diferente.

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