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VALENCIA. Futurama fue 1984, el nombre con el que nació en 1981 cuando solo era un kioskete en la calle Balmes (en pleno Velluters DF) y nadie sospechaba ni por asomo que aquello derivaría en el altar mayor de los cómics en la ciudad. Qué digo ciudad, en el país.

Debió ser un juego con su propio nombre, debió ser un reto o una promesa, o debió ser que no tenían grandes esperanzas de vida, la cuestión es que a punto de alcanzar el año 1984 cambiaron su nombre -lo hicieron el 31 de diciembre del 83-. Y 1984 nunca llegó a 1984. Qué piruetas al tiempo. Desde ese día pasó a ser Futurama, una nueva manera de encarar el nuevo tiempo. "Si es que nadie creía que íbamos a llegar al 84", declaraba una de sus almas, Nuria Vera. Quisieron desde su nombre imaginar ciudades armoniosas para el futuro, en las que una librería fuera el lugar de reunión de copiosos clanes.

Para los amantes de los cómics, Futurama, allanando el camino de la calle Guillem de Castro, es puro Wembley. "¡Me estás preguntando sobre mi templo cultural favorito!", exclama el dibujante Luis Demano, bien tremendo. "Para empezar, es la mejor tienda de comics de España, no superada por Madrid Comics. Lo justifica su fondo de catálogo". Del kiosko de la calle Balmes a esto. Eran los 90 y Kevin Smith visitaba Futurama y las colas daban la vuelta a la manzana.

Para los que no amamos los cómics porque ignoramos tantas cosas, Futurama fue un viaje excepcional, una visita a las profundidades abisales del sábado tarde, un encuentro entre generaciones. Iniciación y liturgia. "Cuando era más jóven, o pequeña, y empezaba a ser habitual venir a Valencia, pasar por el escaparate era como adentrarse en un mundo desconocido que normalmente no veía en Xàtiva. Solía ir a acompañar a una amiga a la que le gusta el manga y lo que era todo un acontecimiento para ella para mí era como meterme en un sitio donde no me habían llamado", razona otra librera, Inma Pérez.

Futurama no es (solo) lo que vende, es lo que es. Una atracción emparentada con la resistencia al tiempo, las cosas bien hechas, la dedicación plena. En esa delgada línea entre la pertenencia a otra época y la lucha a pulso por formar parte de las nuevas muescas de la ciudad, por no precipitarse por los acantilados del tiempo. Contradicciones: Futurama exuda nostalgia.

"Futurama es el faro, es el bien. Todo lo bueno de una Valencia de la que ya casi no queda nada, pero Futurama sí", arrea Jesus Terrés (Nada Importa). Él mismo escribía en la revista Verlanga aquello de: "Yo amo Futurama como uno sólo puede amar las cosas que fueron tuyas cuando nada era tuyo (ni siquiera tú mismo). Más de treinta palos tiene ese maravilloso parqué donde se apilaban los cómics de Bruguera, Forum, Zinco o Vértice".

Allí donde la ilustradora María Herreros presentó su primer libro, Fenómeno, en un entorno atiborrado mientras su madre hacía la cola de las dedicatorias y le metía 20 euros en el estuche para pagarle el libro que ella le había regalado. Allí donde Luis Demano se entusiasma: "a Manolo y a Capi les ponía sendas estatuas en La Plaza Mayor. Sobre Jose Molongui nada objetivo puedo decir, mi tendero de tebeos favorito del universo".

En este rincón de la Tierra no se usan los apellidos. Unos y otros se conocen las caras, se han visto muchas veces. Jose abre y transporta decenas de cajas. Teresa achica el maremagnum de tareas de una mañana que se preveía tranquila. Entran curiosos, pero sobre todo fieles. "Ayer no vine porque llovió". Y una frase recurrente: "a ver si ha llegado ya...". En la década de la inmediatez, la espera deliciosa hasta que llega tu ejemplar.

Futurama (el nombre que Manolo Molero escogió para declarar sus intenciones) se puso a crecer. Como las plantas de raíces copiosas, necesitaba una maceta más grande. Creció a través de un local adyacente, en una bifurcación caótica que llevaba a tener dos Futurama, uno al lado del otro, con logos distintos en sus puertas, una decoración distinta, pero una misma esencia al remate, la particularidad del 2X1.

De librera a librero, a Inma Pérez (de la Dadá) este altar mayor de los cómics le sugiere modernidad: "Me asombra la capacidad de crear un espacio tan único y personal, tan diferente y tan rico, tan necesario a la vez. Futurama es la muestra de que las cosas hechas con trabajo, pasión y devoción pueden funcionar".

Desde hace unos meses uno de los dos Futurama, el que estaba al lado del otro, se cerró y de él cuelga el cartel de 'se vende'. Empequeñecerse, continuar. "Hemos plegado velas para poder resistir". El mundo se concentra ahora en un única sala, un pasillo hasta los topes, escaleras y planta superior en los laterales. Tintín otea desde arriba. Miles de ejemplares y alta fidelidad. Superó 1984, 1994, 2004, 2014. Qué será de Futurama.

Aquellas ciudades por llegar a las que hace referencia el origen de su propio nombre no sabemos qué depararán. Pero nos bastaría con que mantuvieran territorios épicos como éste. El faro, el bien, el templo, la catedral. Y que al entrar hubiera alguien revoloteando antes de lanzar la pregunta: "¿te ha llegado ya...?". Futurama. Objetivo 2024. Crucen los dedos.