VALENCIA. Los espectadores de Cartoon Network, Clan o TV3 ya conocen a Shaun, protagonista de una serie televisiva creada en 2007 que constaba de cuarenta episodios de siete minutos de duración. Se trata de una simpática oveja que ahora da el salto a la gran pantalla, siguiendo la tradición iniciada por otros personajes de Aardman Animation. De hecho, la primera aparición de Shaun se remonta a 1995, cuando asomó por el oscarizado Un esquilado apurado (A Close Shave, Nick Park), un mediometraje de treinta minutos al servicio de Wallace y Gromit, las dos primeras estrellas de la productora británica. En 2002 reapareció en un episodio de la serie Crecking Contraptions, y cinco años más tarde llegó a suya, que este año completa el círculo convirtiéndose en el largometraje La oveja Shaun (Shaun the Sheep Movie, Mark Burton y Richard Starzak, 2015).
La película es el último fruto del trabajo de una empresa creada en Bristol, en 1972, y dedicada desde entonces en cuerpo y alma al cine de animación. Peter Lord y David Sproxton, sus fundadores, aspiraban a poner en pie una modesta compañía de producción que, más de cuarenta años después, es sinónimo de entretenimiento en todo el mundo. Resulta difícil encontrar a alguien que no identifique sus encantadores monigotes de plastilina, que empezaron a cruzar fronteras gracias a su merecido primer Oscar, obtenido por el magistral cortometraje Creature Comforts (Nick Park, 1989). Su primer largo aún tardaría unos años en llegar, pero cosechó un éxito sin paliativos: Chicken Run: Evasion en la granja (Chicken Run, Peter Lord y Nick Park, 2000) era el ejemplo perfecto de la infalible fórmula Aardman, basada en tres pilares fundamentales: Stop-motion, humor amable y cinefilia.
FOTOGRAMA A FOTOGRAMA
Desde sus inicios, Aardman se ha caracterizado por utilizar la técnica del stop-motion y los personajes de plastilina con armadura interior articulada. Es decir, una animación realizada fotograma a fotograma, a diferencia del dibujo animado tradicional y de los modernos procesos digitales. El método, conocido también como claymation, tiene un romántico componente artesanal, ya que los objetos y personajes se manipulan manualmente.
Es también la técnica que usa el valenciano Pablo Llorens, premiado con el Goya y gran admirador de Aardman. "Son de los más grandes, pero hay otros igual de buenos, o más, lo que pasa es que ellos han desarrollado un carácter propio. Básicamente, es eso lo que les distingue", aseguraba en Plastilina cerebral, un libro de Borja Crespo sobre su obra que editó el festival Animadrid en 2006. "El estilo plástico de Nick Park ha creado un modelo de personajes y un tipo de historias, pero en Estados Unidos hay productoras que hacen animaciones más complejas que las de Aardman. Más sofisticadas, más realistas o más estilizadas". También, claro, con menos encanto. De ahí que el propio Llorens admita que "son, sobre todo, empresas publicitarias, sin carácter propio". Justo en el otro extremo de Aardman, cuyo sello estético es siempre reconocible.
RISAS EN FAMILIA
Otra de las señas de identidad esenciales de las producciones Aardman es su carácter familiar. En el artículo Un cine anómalo. El largometraje animado del nuevo milenio, incluido en el volumen colectivo Animatopía (Festival de San Sebastián, 2013), el especialista Paul Wells afirma: "Quizá sea únicamente el Aardman Studio, con Chicken Run, Wallace & Gromit: La maldición de las verduras (The Curse of the Were-Rabbit, Steve Box y Nick Park, 2006) y ¡Piratas! (The Pirates! In an Adventure with Scientists!, Peter Lord y Jeff Newitt, 2012), el que ha mantenido un modelo de humor inocente, mirando hacia atrás y empleando un estilo más nostálgico y juguetón, en parte extraído de los cómics británicos, y parte de una más larga tradición literaria de humor ingenioso y parodia".
Efectivamente, no busquen humor negro o crítica social en las producciones Aardman. Como dice el escritor Jesús Palacios en otro de los capítulos de Animatopía, la marca "se ha convertido en puntal de una animación familiar de calidad". Lo cual no es necesariamente negativo. Tricicle llevan más de treinta años haciendo reír a grandes y pequeños a base de humor blanco y tampoco han necesitado nunca complicarse la vida recurriendo a otras tradiciones cómicas, aunque bien es cierto que en un panorama en el que Pixar ha institucionalizado un modelo de animación plagado de mordaces gags destinados al público adulto, el candor de Aardman puede resultar excesivamente ingenuo. A cambio, cada una de sus películas ofrece un auténtico festín para el cinéfilo.
EL GUIÑO COMO ESTILO
Es la tercera marca de fábrica de la productora: Su constante juego de referencias y guiños relacionados con la propia historia del cine. Chicken Run, por ejemplo, no es otra cosa que una jocosa versión con gallinas de La gran evasión (The Great Escape, John Sturges, 1963), pero además contiene un sinfín de alusiones a otros títulos sobradamente conocidos por el público: Desde la presentación de la casa de los granjeros como si fuera la mansión de Norman Bates en Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960) hasta el baile de las gallinas que remite al de John Travolta en Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever, John Badham, 1977), pasando por homenajes más o menos velados a La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977) o a la conclusión de Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979).
Otro tanto se puede decir de ¡Piratas!, inspirada en la larguísima tradición de películas de Hollywood sobre bucaneros, abordajes y aventuras en alta mar, que aglutina tributos a películas tan dispares como 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odissey, Stanley Kubrick, 1968), Gremlins (Joe Dante, 1984) o La vida de Brian (Life of Brian, Terry Jones, 1979), entre otros muchos. Parte del atractivo de la cinta reside, precisamente, en localizar esos guiños que le dan otra dimensión y que advierten de la consciente voluntad referencial de sus creadores.
En el debe de Aardman se puede apuntar la casi nula evolución de sus planteamientos iniciales a lo largo de varia décadas. Otros grandes de la animación artesanal, como Bill Plympton, sufren el mismo síndrome: Han creado un estilo propio y reconocible, con excelentes resultados artísticos y económicos, que de algún modo restringe su voluntad de innovar o transitar otros territorios. Pero son ganas de buscar tres pies al gato cuando siguen al alcance de nuestro ojos, gracias a su disponibilidad en la red, maravillas como el mediometraje Los pantalones equivocados (The Wrong Trousers, Nick Park, 1993), una aventura de Wallace y Gromit, los personajes más emblemáticos de Aardman, que también fue premiada con el Oscar. Denle al play y disfruten.
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