VALENCIA. El peso de las obras maestras resulta a veces demasiado aplastante como para apreciar su descendencia en todo su esplendor. Los álbumes totémicos, canónicos, son eso: discos de referencia que se ganan el derecho eterno a que nadie les tosa. Colecciones de canciones u obras conceptuales que trascienden a su propio contexto temporal. Momentos de inspiración suprema que se explican por sí mismos, enmarcados en unas circunstancias concretas, pero sin que esa coyuntura condicione en lo más mínimo el goce que proporcionan con el paso del tiempo.
Su fulgor es tan cegador que muchas veces oscurece los logros de sus inmediatas secuelas: esos discos que muchas veces no han sido más que la prolongación de ese estado de gracia, pero a veces también el reverso oscuro o el que depara una panorámica menos acogedora de la obra de referencia previa. El listado que aquí perfilamos es tan orientativo como ampliable, pero recoge un puñado de discos extraordinarios, que solo cometieron el pecado de llegar un poco más tarde que su brillante predecesor. Eternamente perjudicados por las comparaciones, esta es nuestra lista de malditos hermanos pequeños.
Con cualquiera de ellos, lo positivo es que su déficit de exposición pública siempre garantiza segundas (y terceras) oportunidades para su redescubrimiento. Que ustedes los disfruten de nuevo, si es el caso.
The Rolling Stones-Goats Head Soup (Virgin, 1973)
En perspectiva, puede ser vista como una obra menor en su vasta trayectoria. Pero se antoja difícil desmentir que en tal calibre no jugase un papel esencial el extraordinario ramillete de discos que los Stones facturaron entre 1968 y 1972, con mención especial para el inagotable Exile On Main Street (Virgin, 1972). El disco de la sopa de cabra (que dio nombre a la popular banda catalana surgida en los 90) no lo tenía fácil, desde luego. Y el tópico dice, además, que marca el momento en el que Mick Jagger afianza su lugar en la jet set y Keith Richards el suyo junto a la heroína.
Pero en su seno se reunía un cúmulo de inapelables argumentos, aunque la mayoría de ellos no suelan figurar en los muchos recopilatorios al uso de la banda. La insinuante e insana "Dancing with Mr. D", la imponente "Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)" (con ese pedal wah wah y ese cariz funk, que parece anticipar a The Afghan Whigs casi veinte años antes), el rock and roll descarriado de "Star Star" (que hace lo propio con Primal Scream), las andanadas de blues bastardo de "Hide Your Love" o "Silver Train" y esa balada casi definitiva (y esta sí, antológica) que era "Angie".
Los Planetas-Unidad de Desplazamiento (RCA, 2000)
J y los suyos ya se habían ganado el cielo con Una semana en el motor de un autobús (RCA, 1998), ese disco definitivo que les entronizaba, a golpe de sinsabores y vaivenes emocionales, como la referencia ineludible del indie patrio de los 90. Quizá por eso, por llegar justo después, este disco se mencione aún menos que su debut (Super 8; RCA, 1994) entre los favoritos indiscutibles de su parroquia. El caso es que ampliaron su campo de batalla (la hipnosis instrumental "Paseo por el Parque" y las dos partes de "Flotando sobre Loscos" y), afinaron su olfato para las dianas pop ("Un buen día", "Vas a verme por la tele"), perfeccionaron su capacidad para tocar la fibra sensible ("Anuncio para Coches") e incluso empezaron a esbozar esa veta sureña en la que tanto ahondarían más tarde ("Santos que yo te pinte"). Fabuloso, se mire por donde se mire.
Pixies-Bossanova (4AD, 1990)
Se dijo de él que era de notable, mientras que Doolittle (4AD, 1989) había sido de sobresaliente. Y seguramente sea verdad. Pero el notable era muy alto. La banda más determinante del rock alternativo norteamericano (con permiso solo de Sonic Youth y Hüsker Dü) despachó un rotundo y fiero tercer álbum. Quizá con una producción más pulida que su predecesor, y un saldo algo menos turbador, pero solo por unos cuantos palmos. Les valió una segunda visita a nuestro país (y a nuestra Valencia) en septiembre de 1990, ya en salas más grandes que las que habían frecuentado un año antes (en nuestro caso, de Garage a Arena). Estar perdido entre la multitud que atestaba aquel recinto, cerca del escenario, cuando comenzó a atronar "Rock Music", era algo que inspiraba temor por la propia integridad física. O puede que simplemente fuéramos muy jóvenes, quién sabe.
Bruce Springsteen-Darkness on the Edge of Town (Columbia, 1978)
Otra obra que magna que solo cometió el pecado de llegar un poco tarde. La polvareda levantada por el majestuoso Born To Run (Columbia, 1975), el trabajo que le encumbró definitivamente, era aún demasiado grande. En esencia, Darkness...ahondaba en su reconocible lírica del working class hero desde una perspectiva menos jubilosa, más reflexiva y sombría. Pero difícilmente menos inspirada. "Badlands", "Racing In The Street", "The Promised Land" o "Prove It All Night", entre otras, así lo atestiguan. Y el estupendo The Promise (Columbia, 2010), integrado por composiciones gestadas en aquellas sesiones, no hizo más que corroborarlo, más de treinta años después.
Nirvana-In Utero (Geffen, 1993)
Áspero, hosco, primario. Eléctrico y sin concesiones. Refractario a los gustos del gran público. Así era el tercer álbum de Nirvana. Porque ni ellos estaban por la labor de edulcorar su propuesta, ni (desde luego) Steve Albini iba a suavizar la producción que Butch Vig se había marcado en el megavendedor Nevermind (Geffen, 1991). Es lógico que este último disco (Nevermind, decimos) sea el que encabeza todas y cada una de las jerarquías que sobre la banda de Kurt Cobain se han trazado. Pero In Utero (Geffen, 1993) supuso, al margen de un involuntario epitafio, una instantánea más fiel de todo lo que representaban Nirvana. De su ética y de su estética. Aunque no deparase tantos temas para lucir en las videotecas.
Van Morrison-His Band and The Street Choir (Warner, 1970)
En puridad, todo lo que la leonina garganta de Belfast despachó en la primera mitad de los 70 rayó a un nivel excelso. Pero posiblemente sea este el álbum más damnificado en la valoración de su carrera a largo plazo, por aquello de estar tan cercano en el tiempo a dos discos tan magistrales y referenciales como Astral Weeks (Warner, 1968) y Moondance (Warner, 1970). Se había perdido el misticismo, la conexión casi sobrenatural que hizo de aquellos dos trabajos (sobre todo el primero) un par de milagros creativos complementarios, de esos que se dan cada cierto (mucho) tiempo. Pero se mantenía el oficio y la capacidad para facturar inmaculadas muestras de rythm'n'blues satinado, en canciones como "Domino", "Call Me Up In Dreamland", "Blue Money" o "Gipsy Queen".
The Cure-Wish (Fiction, 1992)
Con discografías tan amplias como las de cualquiera de los músicos que estamos citando, las probabilidades de toparnos con discos infravalorados es múltiple. Máxime si son de aquellos que generan ingentes legiones de fans, con sus personales filias y fobias, siempre acentuadas por el componente pasional que esa misma condición conlleva.
De cualquier forma, hay cierto consenso entre los seguidores de The Cure en otorgarle a su trilogía gótica (la que forman Pornography, de 1982; Disintegration, de 1989 y Bloodflowers, de 2000) un hilo narrativo en común, tal y como la propia banda ha explicitado en más de una ocasión. O en asignarle a Kiss me, Kiss me, Kiss me (Fiction, 1987) el rol de fiasco oficial y a The Head on the Door (Fiction, 1985) el de lograda eclosión pop. Más complicado ha sido siempre buscarle acomodo al extraordinario Wish (Fiction, 1992), un disco siempre ensombrecido por el celestial Disintegration (Fiction, 1989), la cima de Robert Smith y cia.
The Smiths- Strangeways Here We Come (Rough Trade, 1987)
Tanto Morrissey como Johnny Marr han dicho de él que es el mejor trabajo de entre todos los que compusieron juntos. Salió al mercado como involuntario testamento sonoro: la banda se había disuelto ya en ese momento, como consecuencia de la marcha de Marr para emprender nuevas singladuras. Nadie osará ponerlo por encima del suntuoso The Queen is Dead (Rough Trade, 1986), el más brillante de todos sus álbumes, editado solo un año antes. Pero Strangeways Here We Come (Rough Trade) es, aparte de un disco mayúsculo, la versión más grandilocuente y audaz de The Smiths. La rendija que dejaba entrever por dónde habrían evolucionado de no haberse separado de forma tan abrupta, dejando un enorme e influyente legado en menos de cinco años.
Portishead- Portishead (London/Go! Discs, 1997)
La prueba más patente de lo que supone gestar dos discos que, en apariencia, son casi siameses. Todos los parabienes se los llevó su debut, Dummy (London/Go! Discs, 1994). Toda la gloria y el pasaporte a la posteridad fueron para él. Porque esta secuela homónima, tan similar en la forma, requería más tiempo para familiarizarse con todos sus recovecos. La angustia, el desamor, la congoja casi paralizante de su debut, eran las mismas. Pero ahora desprendían mayores cotas de tenebrismo, si cabe.
Nick Cave & The Bad Seeds-No More Shall We Part (Mute, 2001)
No llegó precisamente a los pocos meses de ninguna de sus indiscutidas obras magnas. Pero condujo a buen puerto, y con maestría, la difícil tarea de prolongar con fundamento una carrera que, tras los imponentes Murder Ballads (Mute, 1996) y The Boatman's Call (Mute, 1997), parecía haber tocado techo en las dos facetas a las que, simplificando, podíamos adscribirla: la del fiero aullido after punk y la del maduro crooner al servicio de baladas pianísticas. Con este disco, el creador de cumbres como Your Funeral, My Trial (Mute, 1986), Tender Prey (Mute, 1988) o Let Love In (Mute, 1994) vislumbraba una suerte de tercera vía cuando casi nadie ya la esperaba Y que acabaría dando sus mejores frutos en el apabullante Abattoir Blues/The Lyre of Orpheus (Anti, 2004).
Totalmente de acuerdo con Matias Ochoa Y Luis
Wish de The cure es el mejor disco por lejos!! Open, From The Edge Of The Deep Green Sea, End, To Wish Imposible Things...faaaa que discazo!! Segundo de que?? Me hacen reir!!
Ni el de Springsteen ni el de The Cure se les puede considerar discos infravalorados. En el primer caso porque hay una generación a la que pertenezco que machacamos ese disco día ssí día también. En el segundo, porque es una castaña pilonga. Y he echado en falta algún disco. Pero el artículo no está nada mal, muy por encima del nivel medio en España. Felicidades.
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