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Idolatría poco razonable: la inagotable saga rock de las groupies

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 04/04/2015

VALENCIA. La wikipedia, esa inagotable fuente de conocimiento popular y socorrido recurso de estudiantes perezosos, define groupie como  "una persona que busca, en el sentido estricto de la palabra, intimidad emocional y sexual con un músico famoso". Sin embargo, también admite una lectura más laxa y algo menos restrictiva, en base a una idea aplicable por igual "a una joven admiradora de un determinado cantante o grupo musical, a los que sigue incondicionalmente: un concepto relacionado con el del fan".

La figura, huelga decirlo, está acaparadoramente adscrita a la figura femenina. Aunque para los anales de la leyenda quedase grabada la solitaria figura de Pleather, aquel hombre que perseguía a Courtney Love o a las Bangles. Incluso puede ser vista como un trasunto de la falocracia más rancia del género. Pese a que los estragos de su genealogía no hayan dejado de resonar desde que en los años 60 esta clase de seguidoras obsesivas acabaran por convertirseLiam Gallagher y Lisa Moorish en el más recurrente sueño húmedo de cualquier estrella de rock al uso. Desde Pamela Des Barres (quien tuvo relaciones con Mick Jagger, Gram Parsons, Keith Moon o Jimmy Page, entre otros) hasta Lisa Moorish (quien tiene hijos de Liam Gallagher y Pete Doherty, respectivamente), la saga es tan vieja como el mismo género que la alumbró.

Y lo cierto es que su casuística no tiene visos de extinción, aunque la (supuesta) evolución de la sociedad que en la que se imbrica pudiera sugerir lo contrario. Quizá el rol de la mujer haya avanzado tanto como ir desterrando determinados prejuicios asociados a ese papel meramente accesorio con el que muchas veces se la relaciona. Pero las mieles de la celebridad en esta era de estímulos mediáticos multiplicados de forma exponencial, a través muchas veces de la perversa banalidad de las redes sociales, seguramente sean aún demasiado jugosas como para que la figura de la groupie clásica, tal y como la hemos entendido siempre, disminuya su presencia.

En este artículo abordamos algunos de sus antecedentes, su reflejo en los medios y su efecto, muchas veces distorsionador, sobre la imagen que los músicos y sus obras proyectan al gran público.

GLOSANDO EL FENÓMENO

Fue precisamente Pamela Des Barres la primera que plasmó, negro sobre blanco, su propia experiencia como groupie a través de dos libros autobiográficos: I'm With The Band (Chicago Review, 1987) y Take Another Little Piece of My Heart: A Groupie Grows Up (Chicago Review, 1993). A falta de volúmenes más académicos o que opten por una visión más distanciada (¿alguien los necesita?), ambos transmiten la efervescencia propia de una época en la que el rock and roll aún se alimentaba de su propia mística y su aliento contracultural.

Quizá esa óptica, lógicamente filtrada a través de un prisma que solo conjuga la primera persona, sea la forma más fiel de acercarse al fenómeno. Al fin y al cabo, estamos hablando de una problemática de detaPamela Des Barreslles tan íntimos que posiblemente ningún investigador pueda abordar con el conocimiento de causa apropiado. Aunque paradójicamente, fue la propia Des Barres quien se distanció de esa misma óptica para elaborar muchos años más tarde Let's Spend the Night Together: Backstage Secrets of Rock Muses and Supergroupies (Chicago Review Press, 2007), una suculenta colección de entrevistas a groupies, pertenecientes tanto a la edad dorada del rock como a las generaciones más jóvenes.

Otra de las groupies célebres que vivieron para contarlo fue Bebe Buell, la ex modelo que es singularmente afamada por ser madre de la actriz Liv Tyler, como consecuencia más palpable de la relación que mantuvo en los años 70 con Steven Tyler, el vocalista de Aerosmith. Lo contó todo en Rebel Heart: An American Rock 'n' Roll Journey (St. Martin's Press, 2001): no solo su relación con Tyler, sino también sus escarceos con Todd Rundgren, Rod Stewart, Elvis Costello o el propio Mick Jagger, ese personaje a quien su propio compañero de grupo (Keith Richards) ridiculizó por motivos de tanto peso creativo como el supuesto tamaño de su pene, al parecer por debajo de la media. Ese era el calibre de su sorna en su libro de memorias.

DEL LIBRO AL CELULOIDE

Fue precisamente la historia de Pamela Des Barres la que inspiró Casi Famosos (Cameron Crowe, 2000), la película que con mayor determinación se ha zambullido en el fenómeno. Si bien desde un relato maquilladamente ficcional que cambia los nombres originales y malea la trama a su antojo. El personaje de Kate Hudson, de hecho, estaba inspirado en Des Barres.

El director de Palm Springs se embarcaba así en un nuevo proyecto directamente relacionado con la cultura rock, por la que tan sensibilizado ha estado siempre. Especialmente patente a través de sus querencias grunge, tanto la de aquel relato generacional que fue Singles (1992) como la del documental Pearl Jam Twenty (2011).

DETERMINANDO EL RESULTADO

Independientemente del legado que para la crónica rosa (o amarilla) puedan deparar esta clase de relaciones, hay un vasto capítulo de trayectos creativos que se han visto afectados, en mayor o menor medida, por la irrupción de groupies que acabaron por establecer vínculos sentimentales duraderos con músicos célebres. Lógicamente, la puerta de entrada más lógica a la vida sentimental de una estrella del rock ya plenamente reconocida siempre ha sido esa condición, a medio camino entre la veneración personal y la llamada erótica del poder (aunque sea mediático). Su reino, el de las grandes estrellas que caminan por encima del bien y del mal, nunca ha sido de este mundo. No al menos del mismo que comparten el común de los mortales, lo que justifica la adulación sistemática como salvoconducto para cualquiera que aspire a formar parte de su séquito más cercano.

Así que en las antípodas del estereotipo que encarnaba la recientemente fallecida Cynthia Lennon (quien siempre estuvo a la sombra del que fuera su marido, prácticamente sumida en un apagón mediático por intereses comerciales), muchas han sido las mujeres que han acabo por trascender, en ocasiones labrándose carreras artísticas de entidad más que respetable. El arquetipo bien puede ser la madre de todas las iras, esa mujer que responde al nombre de Yoko Ono, tantas veces estigmatizada por el presunto carácter pernicioso de su relación con John Lennon (de nuevo él, basculando hasta el extremo opuesto del rango filogroupie) pese a la valía de álbumes como Yoko Ono/Plastic Ono Band (Apple, 1970).

Aunque de mayor entidad fue aún la carrera de quien está considerada, con razón, la groupie creativamente más talentosa de la historia: la majestuosa Marianne Faithfull. La misma que se dio a conocer tras su romance con Mick Jagger (el elenco de groupies que se convirtieron en parejas de los Rolling Stones merecería capítulo aparte) y que grabó discos tan notables como Broken English (Island, 1979), Strange Weather (Island, 1987) o los relativamente recientes Before The Poison (Naïve, 2005), Easy Come, Easy Go (Decca, 2008) o Give My Love To London (Naïve, 2014).

MUJER FATAL

El fenómeno groupie ha dado para que fermentase una particular mitología rock a lo largo de varias décadas de canciones: desde ‘Ladies of The Road' (King Crimson) hasta ‘Boys in the Band' (The Libertines), pasando por  ‘Plaster Caster' (Kiss), ‘Ruby Tuesday' (The Rolling Stones), ‘Rock and Roll Queen' (Mott The Hoople), ‘Famous Groupies' (Paul McCartney & Wings) y tantas otras. Forman parte inalterable de la imaginería del género.

Pero sin duda la canción que pasará a la historia como epítome del canon groupie por excelencia es ‘Layla': el tema compuesto por Eric Clapton en 1970 e inspirado por la modelo y fotógrafa Pattie Boyd, quien a su vez era esposa en aquel momento de George Harrison, y a quien había servido de musa para la gestación del clásico ‘Something', incluido en el Abbey Road (Apple, 1969) de los Beatles. La insistencia de Clapton cobró sus frutos: Harrison y Pattie Boyd se separaron en 1974. Eric Clapton y la modelo se casaron en 1979. Y se separaron en 1989. Pocas veces una fan fatal resultó tan inspiradora. Sin necesidad de intervenir de forma directa. Un riff de guitarra absolutamente clásico y reconocible. Y dos canciones imperecederas. Y es que se antoja difícil que la figura de la groupie alguna vez se desvanezca, mientras el rock siga siendo rock.

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