VALENCIA. ¿Qué hubiera pasado si, cuando aún era un chaval que jugaba en juveniles, Diego Armando Maradona hubiera sufrido una grave lesión de rodilla que hubiese acabado prematuramente con su carrera? Eso fue exactamente lo que le ocurrió a Goyo Carrizo. Quienes pudieron verle de crío aseguran que era, incluso, mejor que el Pelusa, pero su nombre se ha perdido en el olvido y hoy sería un personaje anónimo si los también argentinos Ezequiel Luka y Gabriel Amiel no hubieran rescatado su historia en El otro Maradona un interesante documental que por fin se encuentra disponible en España, a través de la plataforma digital Filmin.
En palabras de Luka, la película "cuenta la historia de Goyo, quien fuera el mejor amigo de la infancia de Diego y su primer socio futbolístico. Cuando eran chiquitos, los vecinos discutían sobre quién jugaba mejor. Goyo fue convocado a los ‘Cebollitas', el equipo infantil del Argentinos Juniors, y llevó a su amigo a jugar con él; por eso, de alguna manera, Goyo es el descubridor de Maradona. Los ‘Cebollitas' marcó el inicio de la fama de Maradona. Con el tiempo, por cosas del destino y ciertas decisiones, Goyo se fue convirtiendo en una suerte de lado B de Diego, algo así como el Maradona que no fue".
AL MARGEN DE DIEGO
La realización del documental no fue sencilla. Hizo falta "mucha paciencia y perseverancia" hasta que los directores lograron "dar con el esquema de producción que la película necesitaba", según afirma Luka. "Hubo muchas reescrituras del guión, ya que la historia de Goyo tiene muchas aristas y a veces era difícil encauzar el relato. De hecho, el montaje de la película se prolongó durante un año. Por suerte, contamos con la colaboración en el guión de dos cracks como Adán Aliaga e Isaki Lacuesta, que hicieron grandes aportes al proyecto. Por otro lado, hacer un documental de estas características implicaba construir una relación con nuestro protagonista más allá de la cámara. A medida que el tiempo pasaba, lo conocíamos más en su intimidad, y fuimos encontrando el verdadero punto de la película, aquel donde Goyo se nos empezó a revelar ‘sin filtro'. El proyecto fue cambiando, sobre todo, a partir del devenir de la vida cotidiana de Goyo. Un tiempo antes de comenzar el rodaje, Goyo volvió a relacionarse con el fútbol, trabajando como ojeador y como entrenador en ligas inferiores. Esto llevó a que la película se convirtiera en una suerte de road movie, donde sus búsquedas de jugadores en el presente se van relacionando con su pasado".
La tentación de incluir a Diego en el proyecto era grande, pero Luka y Amiel no cayeron en ella. "Algo que siempre tuvimos claro es que la película es sobre Goyo y no sobre Maradona. El primer impulso fue, de alguna manera, rescatar a este personaje. Goyo aparece en muchas biografías de Maradona como una presencia secundaria de su infancia. Nosotros sentimos que existía otra historia donde Goyo era el protagonista, mucho más allá de la anécdota de ser ‘el amiguito de...', y eso fue siempre lo que quisimos ir a buscar. Hace un tiempo enviamos una copia del film a Maradona, pero no sabemos si lo ha visto o no".
Además, ya existía Maradona by Kusturica, el documental de 2008 dirigido por Emir Kusturica. "Son películas opuestas", explica Luka. "La de Kusturica es más bien celebratoria, casi un homenaje en vida a Diego, y si bien es interesante, no me parece una película reveladora; al menos, para el público argentino. Nosotros encontramos en la historia de Goyo un vehículo para contar una historia humana que excediera lo superficial, una historia donde un destino caprichoso define la piscología, para siempre, de un hombre que ha sufrido mucho. Creo que ese es el principal valor de El otro Maradona, me parece que cualquiera puede identificarse y preguntarse: ¿Cómo hubiese sido si esto me pasaba a mí? Creo, también, que la historia de Goyo funciona un poco como ‘espejo invertido' de la de Diego. De alguna manera, nosotros también narramos una vida posible de Maradona si el destino hubiera sido distinto".
Luka y Amiel trabajaron en el casting de La mano de Dios (Marco Risi, 2007), producción italiana que reconstruía la vida del astro del balón desde la ficción, con Marco Leonardi en el papel de Maradona. Allí fue donde conocieron a Carrizo, contratado como asesor del director, y de inmediato se dieron cuenta de que su historia merecía ser contada. Empezó así una relación que se prolongó a lo largo de varios años, y que ha dado como resultado una película viva, que sigue al personaje desde el lugar humilde donde lo encontraron hasta su rehabilitación profesional. Una historia con luces y sombras, que ofrece un retrato multidimensional de su protagonista.
UN BINOMIO PROBLEMÁTICO
El otro Maradona viene a sumarse a la cada vez más larga lista de films relacionados de una manera u otra con el fútbol y su entorno. Tradicionalmente se ha dicho que la relación entre ambas disciplinas resulta problemática, porque es complicado capturar en una obra de ficción la pasión e intensidad de un partido. El también argentino Juan José Campanella, director de la cinta de animación Futbolín (Metegol, 2013) no dudó en afirmar que "el fútbol es veneno para el cine", quizá porque el cine exige momentos climáticos, y en el fútbol, cuando se va perdiendo, para llegar al clímax que subraya el triunfo hay que pasar antes por el anticlimático empate. Probablemente eso explique que en Evasión o victoria (Victory, John Huston, 1981), el partido entre los nazis y los prisioneros aliados terminara con el resultado de 4-4.
La película de Huston siempre fue tachada de ingenua, pero quienes la vieron de niños guardan un grato recuerdo de ella, entre otras cosas porque a su espectacular reparto de estrellas cinematográficas (Michael Caine, Max Von Sydow y, ejem, Sylvester Stallone) había que añadir también la presencia de grandes jugadores como Pelé, Osvaldo Ardiles o Bobby Moore. Aunque, para ser honestos, quizá la mejor ficción cinematográfica sobre el fútbol sea una magnífica película británica basada en la vida de Brian Clough, entrenador de marcada personalidad que pasó a la historia por su trabajo con el Leeds United. Se titula The Damned United (2009) y la dirigió Tom Hooper, posteriormente famoso gracias a El discurso del rey (The King's Speech, 2010) y Los miserables (Les Misérables, 2012).
Ezequiel Luka también recuerda con agrado El hincha (Manuel Romero, 1951), protagonizada por Enrique Santos Discépolo y centrada en "el ascenso a la fama de un joven jugador y los cambios y ‘vicios' que aparecían en consecuencia". Y también desde el continente americano, aunque mucho más reciente y desde una perspectiva documental, llega Democracia en blanco y negro (Democracia em preto e branco, Pedro Asberg, 2014), que profundiza en el momento específico de la historia brasileña en que el fútbol y los artistas de rock se convirtieron en el eco del pueblo, con testimonios de jugadores legendarios como Sócrates o Juninho.
Pese a las dificultades mencionadas para trasladar las emociones del campo de juego al celuloide, no han sido pocos los directores que lo han intentado de manera más o menos directa. Existe, por ejemplo, un buen puñado de títulos relacionados con los hooligans, como Diario de un hooligan (The Football Factory, Nick Love, 2004) o Hooligans (Lexi Alexander, 2005). Muestran el fenómeno con tanta imaginación como sus títulos sugieren, pero no dejan de responder a una realidad social muy extendida en el fútbol inglés.
España también ha aportado al subgénero futbolístico algunos films de desiguales resultados, como Saeta rubia (Javier Setó, 1956), sobre la vida de Alfredo Di Stefano (e interpretada por él mismo), Las Ibéricas F.C. (Pedro Masó, 1971) o la divertida El fenómeno (José María Elorrieta, 1956), con Fernando Fernán Gómez en el papel de un catedrático alemán confundido con un famoso delantero ruso. Más recientemente, las comedias Matías, juez de línea (Santiago Aguilar y Luis Guridi, 1996), El penalti más largo del mundo (Roberto Santiago, 2005) o Rivales (Fernando Colomo, 2008) han utilizado el fútbol como marco para contextualizar las miserias de sus personajes.
Pero el cine inglés es el que lo ha hecho con mayor asiduidad, con títulos asociados al realismo rosa como la adaptación de Fiebre en las gradas, la primera novela de Nick Hornby, que en cine se transformó en Fuera de juego (Fever Pitch, David Evans, 1997), Quiero ser como Beckham (Bend it Like Beckham, Guridner Chadha, 2002) o Buscando a Eric (Looking for Eric, Ken Loach, 2009), que contó con la participación de Eric Cantona, el segundo jugador que más se ha prodigado en el cine, tras Vinnie Jones, que volvió a patear balones (y alguna que otra cabeza) en Mean Machine: Jugar duro (Mean Machine, Barry Skolnick, 2001), film que no era otra cosa que un remake inglés de Rompehuesos (The Longest Yard, Robert Aldrich, 1974), cambiando el fútbol americano por el balompié. Mil y una películas, en fin, que justifican las palabras del famoso entrenador Bill Shankly: "Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso".
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