VALENCIA. Realmente, y por muchas dosis de misantropía que nos inocule el estado actual de la civilización occidental, no hay más remedio que empatizar de vez cuando ante quien sigue jugándosela por la música en directo. A lo Jonás en las tripas del gran pez. La sala 16 Toneladas celebra mañana viernes y con los conciertos de Calamar Colosal, Untendedmen, España y Funesto Percal su primer aniversario; esto denota, a través de un simple ejercicio de matemáticas lunarias, que su nacimiento llegó en pleno desastre económico. Y, lo que aún añade más dramatismo a la ecuación: en España.
El heroicismo aportado por el topónimo de la machada no es gratuito: plantearse seriamente sacar adelante un proyecto que el Estado grava al 21% del IVA engrandece a un pueblo frente a sus gobernantes. El famoso ivazo (IVA cultural) convierte a los propietarios de 16 Toneladas en arriesgados misioneros que viajan voluntariamente a la región caníbal. "Mira, yo no entiendo nada de fútbol", confiesa Jose de Rueda, programador de la sala, "pero sé que la gente paga 50 pavos o más para ver un partido y, sin embargo, por un concierto has de afinar hasta un euro más o menos para que no le parezca caro al público".
"El IVA para la cultura tendría que ser cero, el teatro y el cine aún tienen algunas ayudas, pero el colectivo de los músicos siempre ha estado más puteado que ninguno". La voz de 16 Toneladas, que lleva los mismos años trabajando desde dentro de la programación de conciertos, retrata el milagro cotidiano con la naturalidad del que construye escenarios en el aire. Tras un año en el que por el número 3 de la calle Ricardo Micó de Valencia han pasado Pere Ubu, Chuck Prophet, Shellac, Cave y una cuidada selección nacional y local, el balance es "muy bueno". "En este primer año ya han pasado un montón de bandas a las que admiramos desde siempre, y hemos descubierto otras que nos han reafirmado en la idea de que valía la pena meterse en algo así", concluye.
CONSTRUIR LA SALA CON EL MEJOR SONIDO DE LA CIUDAD
En la escala de dificultad, siendo 1 extremadamente sencillo y 10 aterradoramente complicado, la consolidación de 16 Toneladas al cabo de un año ha sido "sin duda un 10". "Es muy complicado encontrar un local que se adecue a las actuales normativas para poder hacer conciertos", apunta Jose de Rueda, que certifica además que, cuando se encuentra, "es muy costoso llevarlo a cabo". En el caso de 16 Toneladas, sólo dar con el local idóneo para ejecutar el plan necesitó de cuatro años.
Además, en la hipotética necesidad de tener que levantar la sala desde prácticamente los escombros, la cosa se complica aún más, claro. "Nosotros hicimos la sala desde cero: tiramos todo lo que había y empezamos a trabajar la insonorización y luego la acústica". El programador del local tenía claro lo que había que hacer para conseguir situarse de facto entre las salas de conciertos con mejor sonido de Valencia. "He sido gran consumidor de conciertos, así que lo que hice fue copiar las cosas buenas de las salas donde había trabajado o asistido como espectador, y eliminar las malas. A esto le unimos que tuvimos la suerte de contar con los profesionales adecuados e hicieron el trabajo bien", termina.
Carlos Pérez de Ziriza, periodista colaborador en Valencia Plaza, Rolling Stone o El País, tiene muy clara su opinión sobre la calidad del sonido de 16 Toneladas: "diría que es la que mejor sonido tiene en la ciudad, después de Salomé (ex Roxy)". En esto, la sala de Jose de Rueda cuenta con una ventaja cualitativa. "El gran hándicap es contar, de forma aplastantemente mayoritaria, con locales que no fueron concebidos como salas de conciertos sino como locales de copas que han ido incorporando una programación de conciertos a posteriori", concluye el periodista, que a la vez reconoce "el encomiable esfuerzo de sus gestores y de los promotores implicados". Aún así, es tajante a la hora de señalar que hay condicionantes que, como "las más que mejorables condiciones sonoras, la escasa visibilidad o la limitación horaria" son difíciles de solucionar: "por eso 16 Toneladas ha sido recibida como agua de mayo".
LA VIDA AL OTRO LADO DEL RÍO
Lo que añade un poco más de magia, o mérito, según lo que cada uno disfrute de la fantasía en el día a día, es el doble tirabuzón mortal con posado incluido de la ubicación de la sala. "Cuesta más, si estás en una zona de ocio, aunque no sea de tu onda, siempre vas a tener algo de público de rebote", reconoce Jose de Rueda sobre la localización de 16 Toneladas al otro lado del río; además, es bastante claro al respecto: "no pudimos elegir, nos quedamos donde nos podía dar el permiso el Ayuntamiento".
Sin embargo, y a pesar de que el manual del buen vendedor dice que la sala está "a cinco minutos andando del barrio del Carmen o en taxi desde el Cedro o Benimaclet", la realidad es que el aislamiento para una sala de conciertos es un arma de doble filo peligrosa. Por un lado, dota de una teórica mayor laxitud a la hora de alargar horarios y decibelios pero, por otro, y como reconoce el mismo programador de 16 Toneladas, la ausencia de un tejido de ocio nocturno alrededor elimina el consumo por inercia.
Para Pérez de Ziriza la calidad de la oferta está por encima de cualquier otra condición, como la de las coordenadas de la sala en el mapa de la ciudad. "El estar alejados de las zonas de ocio nocturno habituales seguro que no les beneficia, pero tampoco creo que les reste afluencia de forma considerable, siempre que la programación lo merezca", apunta el periodista, que piensa que definitivamente "la gente acaba valorando el hecho de que las condiciones (sonoras, visuales, de ambientación, de barras, de precios) sean buenas".
EL INCORREGIBLE MAL DEL POSORGASMO MUSICAL
"Hay un público muy fiel, aunque no sea mayoritario", apunta de Rueda, que añade que cree que en la actualidad se programan "más conciertos a la semana que nunca". Si hablamos de cantidad, la salud de la escena musical en Valencia parece "muy buena". Harina de otro costal ya es pararse a analizar males endémicos de música en directo de la ciudad. Para el programador de 16 Toneladas, el drenaje masivo de las salas de conciertos una vez concluidos los conciertos "siempre ha sido un misterio"; "por eso nosotros buscamos desde el principio un local donde poder conseguir la licencia para hacer conciertos y poder cerrar a las siete de la mañana", explica de Rueda.
"Creo que lo intentan, pero quizá no consiguen dar con la tecla adecuada para lograrlo", asegura en este caso el periodista. De un tiempo a esta parte, sólo alguna sala como El Loco parece resistir al efecto de huida posorgásmica tras un concierto. "El hecho de que el Loco Club sea quien lo logre en más ocasiones tiene su explicación, al margen del esfuerzo de sus gestores: su programación es la que obedece a unos parámetros estilísticos más marcados en la ciudad, y creo que ese sentimiento de cierta militancia de su clientela se lo pone más fácil para lograrlo, al margen de las interesantes campañas de fidelización que llevan a cabo".
ALGO MÁS QUE UN NEGOCIO
Tampoco es que la sensación de abandono en una sala apenas dos decenas de personas ayude pensar en positivo. Todavía está en el recuerdo el apasionado concierto de Ainara LeGardon en Ricardo Micó 3, al que la escasa respuesta de público convertía en privilegiados a cada espectador. "Fue un jueves que tuvimos una ola de frío, ¡y fue un conciertazo del copón! Son de esos conciertos que se te junta la sensación de que eres uno de los pocos afortunados de ver algo así con la de mosqueo de por qué una artista de este nivel no mueve más gente", recuerda de Rueda.
El programador de 16 Toneladas sabe que "no fue la primera ni la última que ocurrirá", con el gravísimo perjuicio asociado: "la gente en general ha perdido la curiosidad por descubrir nuevas bandas, y cada vez se apuesta menos porque no se rentabiliza".
Aún así, Jose de Rueda, que curiosamente coincide con Pérez de Ziriza en el recuerdo del concierto de los norteamericanos Shellac (junto a Phantom Four uno, y Pere Ubu otro), lo tiene claro: "yo no me planteo la música en directo como un negocio, aunque evidentemente es mi modo de vida".
Lejos de la misantropía, el programador de 16 Toneladas confía en la meritocracia kármica del trabajo bien hecho. "Si la gente cuando viene a tu local está a gusto, con el tiempo la cosa solo puede ir a mejor: quien esté programando con cariño aguantará, y quien haga conciertos como negocio antes que por pasión acabará cansándose, porque hacer una programación continua es un montón de curro".
Felicitaros por vuestro aniversario y animaros a seguir dando musica en directo, he pasado noches fantasticas con buen rock & roll Que cumpláis muchos mas... Un saludo
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