VALENCIA. Mezclar las Fallas con una orgía de comida callejera es algo así como poner a debatir a Chiquito de la Calzada con Pablo Iglesias o mejor todavía como juntar en una cita ciegas en Mcdonals a una choni poligonera con un pijo crítico gastronómico y servirles una Bibo de Dani Garcia, ¡que fuerte Dani!.
LAS FALLAS
Como en cualquier celebración, en las Fallas la comida es muy importante, y en torno a la mesa se comparte la fiesta. Los falleros lo hacen en los tradicionales casales que han mutado a carpas blancas y los no falleros en restaurantes, casas particulares o por la calle.
No voy a meterme en un lío opinando sobre cómo comen la mayoría de valencianos en Fallas (generalizar sería injusto), pero todos sabemos que en Fallas, muchas veces se come de cualquier manera: mucho bocata en cenas de sobaquillo, mucho fruto seco y alguna paella digamos que "comestible". Vamos, que aunque celebramos comiendo y compartiendo la comida, el asunto sería bastante mejorable. Desde luego hay meritorias excepciones y doy fe: la gente que come bien durante todo el año, come bien en Fallas y lo mismo les pasa a los que comen mal, o sea, lo normal.
LA 'STREETFOOD'
En términos generales, me declaro a favor de la comida callejera, claro está, solo de la buena, preparada con productos de calidad en condiciones mínimas de higiene, y si además es inteligente, divertida, viajera o creativa pues mucho mejor. No creo que apoyar esta forma de comer sea ir en contra de los locales tradicionales, restaurantes, cafeterías, sino todo lo contrario.
Los locales fijos ofrecen valores diferenciadores que deben animan a los clientes a consumir allí y no en la calle: buen servicio, confort térmico y acústico, comodidad, mayor oferta en platos, ausencia de prisas... cosas con las que no puede competir la comida callejera, concebida para tomar de pie, con poco tiempo, mientras vamos de un lugar a otro.
En Valencia la legislación vigente no permite la comida callejera si no es que está vinculada a algún evento y festejo, como un partido de fútbol, unas fiestas locales, un concierto o un mitin político. Creo y espero que esto cambiará en los próximos meses independientemente del color político de la próxima Generalitat.
Me permito dos consejos para el legislador: en comida callejera se cumple el refrán "mas vale poco y bueno que mucho y malo", y segundo, auditar gastronómicamente las licencias otorgadas semestralmente para evitar, "el gato por liebre". Y una cosa más, no caer en el provincialismo, y dejar libertad a los profesionales para que ofrezcan cocinas de todo el mundo, locales y lejanas a partes iguales. Están muy bien los puestos de horchata, de paellas o de cocas, pero también los de tacos mexicanos o los de ramen japonés.
EL COCKTAIL
Juzguen ustedes mismos las fotografías que les muestro, pero parece que la comida callejera y las Fallas no son un perfect service. Durante las Fallas, Valencia se convierte en una megacocina ambulante con una oferta muy poco interesante, la misma que hay en cualquier fiesta popular de cualquier cuidad española, y además la mayor parte de la comida servida no se la recomiendo a nadie. Después de dar un paseo por la ciudad y ver alguna falla, llegas a casa y tu ropa huele a fritanga, como si hubieras estado en la Cocina del Infierno con Chicote.
El pasado sábado 14 de marzo pude ir desde la calle Literato Azorin (¿donde se meten los hipsters y modernos de Ruzafa en Fallas?), hasta la calle Colón, saltando de puesto de comida en puesto de comida, increíble pero cierto, todo el recorrido plagado de puestos callejeros con todo tipo de comida: hamburguesas, patatas rellenas, bocadillos, tapas, pasteles, chucherías, encurtidos (su perfume me embriaga) y hasta cubatas y mojitos de mil sabores, preparados en la barra al puro estilo resort caribeño con todo incluido.
Un año más las Fallas pasaron y el fuego purificó la ciudad y a sus ciudadanos. ¿O no?
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