VALENCIA. Esa cita de Albert Einstein en la que definía la locura como la práctica de repetir lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente ya es mainstream. Lo es de boca, y lo es en la realidad. En el caso de la industria nacional de festivales, el reverso de la moneda dice que, de hecho, no hay necesidad de dejar de repetir lo mismo si el resultado (económico) es el pretendido. Es así como la burbuja ha ido aumentando su diámetro hasta constituirse en un universo independiente; uno por cada festival clonado. Un multiverso festivalero, una especie de teoría de cuerdas al servicio del festival como modelo de negocio de éxito.
En la realidad paralela de los festivales, como en todas las que se puedan conocer, siempre gana el sistema. La banca nunca pierde, y al que se sale de la fila se le castiga para que no vuelva a diferir. Aún así, cada cierto tiempo siguen manifestándose errores en Matrix; propuestas que sobreviven a pesar de decidir apostarlo todo a números diferentes a los habituales. Es el caso del QFestival que, desde su primera edición, ha fluctuado entre universos con más o menos acierto, y lo ha hecho con la premisa de Coco Chanel: para ser irremplazable uno debe ser siempre diferente.
ORÍGENES SOLIDARIOS
Si bien es cierto que la diferenciación del QFestival viene, a primera vista, por su particular sesgo a la hora de confeccionar (la mayoría de) sus carteles, la respuesta al por qué de la excepcionalidad del festival tiene una raíz mucho más profunda en el tiempo que 2009. En concreto, en 1988, cuando se fundó en Alzira la asociación juvenil que aporta presumiblemente la Q a la nomenclatura; desde entonces, el Grup Què Fem?, integrado como ellos mismos dicen por "profesionales del campo de la animación y la educación", se dedica a planificar y desarrollar proyectos socioculturales relacionados con la juventud que van de cursos de formación básico a ludotecas.
La génesis del QFestival se traduce en algo tan sencillo como inhabitual: las personas que trabajan en el festival lo hacen de forma voluntaria. El objetivo es, una vez constituido como organización sin ánimo de lucro, poder recaudar fondos para organizaciones no gubernamentales. Así se estrenó el QFestival en 2009, con un cartel humilde en el que destacaban Polock y Shuarma, y que queda en segundo plano con respecto a otros dos nombres: UNICEF y ASPANION, las dos ONG a las que se destinaron los beneficios.
El carácter solidario del festival lo emparenta directamente con otros eventos musicales que, aunque de mayor volumen, conciben la organización de conciertos desde la vertiente benéfica. Sin embargo, el QFestival se desvincula desde el principio de la etiqueta de world music que sí tienen otros festivales de su condición como el Savannah Music Festival o el globalFEST de Nueva York; la organización se alinea, aunque en otro escenario estilístico, con otras propuestas como el hardcore punk del 4 Extraños de Bogotá (con Misfits), que colabora con una asociación contra el cáncer y permite comprar entradas con donaciones de cabello o prótesis mamarias. En la misma línea fue la campaña "música por comida" del QFestival en 2013, en la que 5 kilos de alimentos equivalían a 5 euros de ahorro en la entrada.
UN CARTEL DIFERENTE
Si bien es cierto que, de las seis ediciones del festival (contando la que se celebrará este año), alguna se ha deslizado peligrosamente por la cornisa de la alienación de radiofórmula, la realidad es que si algo define la línea del QFestival es la autonomía a la hora de confeccionar un cartel. Salvo la edición de 2013 con mastodontes del indie anquilosado (Sidonie) y representantes del orden establecido por Radio 3 (El Columpio Asesino, Anni B. Sweet), las demás ediciones han respetado a rajatabla una filosofía que en 2015 ya se ha consolidado como única.
"En el aspecto musical, lo que más me llama la atención es su doble apuesta por grupos locales y estrellas consagradas de los 80", comenta Fidel Oltra, crítico musical y asistente habitual al festival, que incide en su "entrañable apuesta por la nostalgia". "En las últimas ediciones se han ido abriendo a grupos más habituales del circuito festivalero, pero en general, si por algo se ha caracterizado el QFestival, es por recuperar nombres míticos de los 80 algo olvidados en los últimos años como China Crisis, Midge Ure, The Essence, Wayne Hussey (The Mission) o The Primitives".
La revelación del cartel definitivo de la última edición del QFestival fue la confirmación de esa apuesta por la revitalización de los 80 combinada con una selección de indie local y nacional. A los primeros los lidera inevitablemente Bonnie Tyler. La galesa está lejos de la figura del one-hit wonder ochentero, pero tampoco demasiado; al éxito original de "It's a heartache" a finales de los 70 se unieron "Holding out for a hero" y "Total eclipse of the heart", himnos de nochevieja o verbena saludable, fruto de su trabajo con el compositor y productor Jim Steinman. Menos excéntricas pero también nostálgicas son las apuestas por Echobelly, Los Fresones Rebeldes o Mercromina.
LA UBICACIÓN: LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Mezclando música, solidaridad y gastronomía (con ruta de la tapa incluida), parece claro que la supervivencia del QFestival tiene un vínculo muy claro con Alzira. "El festival busca más la cercanía y la comodidad del público que la masificación, optando por locales con aforo mediano", apunta Fidel Oltra, que añade que la respuesta del público "no está nada mal para un festival celebrado en una ciudad en la que la presencia de la música rock y pop se veía limitada, tradicionalmente, a las fiestas patronales".
Sin embargo, y como posible daño colateral de la amable condición de asociación sin ánimo de lucro, el festival no termina de establecerse del todo: ni en fechas, ni en localización. "La ubicación es esencial. Bastantes ediciones anteriores del QFestival han fallado en ese aspecto; es complicado, ya que la falta de tradición en cuanto a grandes espectáculos musicales cubiertos es un inconveniente". Oltra repasa algunas de las anteriores coordenadas geográficas del festival ("naves industriales, salas de banquetes"), y concluye que "ese tipo de locales no están preparados para conciertos en directo y resultan muy complicados de sonorizar adecuadamente".
Hace apenas una semana, la organización del festival anunciaba en su página oficial de Facebook el aplazamiento de todos los conciertos salvo el de Bonnie Tyler (que sí se celebrará el sábado en el Gran Teatre d'Alzira). Así, el festival, previsto para el 20 y el 21 de marzo, pasa ahora a celebrarse el 11 y el 12 de septiembre "por causas de fuerza mayor", según la organización. Poco antes de que otro festival, el 101 Sun Festival de Málaga, confirmara su desaparición por la imposibilidad de concretar un recinto. En este sentido, Fidel Oltra opina que, para evitar la asimilación o la desaparición, "lo indispensable sería intentar conseguir una estabilidad en lo que a fechas y local se refiere, y a partir de ahí hacerse un nombre dentro del circuito".
El hecho de estar dirigido por una asociación sin ánimo de lucro y el factor voluntariado es sin duda vicio y virtud en este modelo de festival tan alejado de la visión mercantilista y empresarial de la mayoría de sus competidores. "Su organización totalmente amateur le da un carácter algo caótico", recuerda Oltra, y lo cierto es que en muchos casos convierte al festival en un objetivo escurridizo que se aleja deliberada y desafortunadamente de los medios. Y el fantasma del fin de la pureza planea con más de un lustro de existencia. "En algún momento seguramente se verán obligados a tomar la decisión de convertirse en un negocio, pero entonces ya no será el QFestival, será otra cosa distinta", termina.
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