VALENCIA. En estos días, el ritmo de la ciudad se ve alterado por el estruendo de los petardos, las engalanadas calles comienzan a cubrirse de casquetes de carcasas, y las noches se iluminan de coloridos fuegos artificiales. Sí, ya estamos en Fallas y Valencia huele a pólvora.
En Valencia la devoción por este invento chino se eleva al máximo y en estos días se aprovecha cualquier ocasión para hacer explotar todo tipo de petardos: truenos, carpinteros, tracas,... Además, este año, se vivió el 28 de febrero un hito histórico: una mascletà aérea con 3.500 kilos de pólvora.
Durante 19 días, alrededor de las dos de la tarde y como si de un ritual se tratase, un río de gente se dirige hacia el centro. Poco a poco van abarrotando la Plaza del Ayuntamiento y las aledañas calles para vivir lo que muchos describen como la sinfonía del ruido. Tras los tres truenos de aviso, la plaza enmudece con las detonaciones, queda prendada por el olor a pólvora quemada y siente las vibraciones de los decibelios recorriendo su cuerpo.
Una pasión por la pólvora que ha convertido a Valencia en la capital de los espectáculos pirotécnicos y, su plaza del Ayuntamiento, en su mejor escaparate. Durante muchos años Valencia ha sido el trampolín de numerosas empresas pirotécnicas que soñaban con estar en el calendario fallero. Por ello, los presentes idean un espectáculo de unos 10 minutos en el que emplean cerca de 115 kilos de pólvora y cuyas explosiones alcanzan los 130 decibelios.
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