VALENCIA. Hace 10 años, una alumna de la Academia de Artes Escénicas de Malmö (Suecia), criticó en su examen la desventaja formativa que sufría con respecto a sus compañeros varones. En su opinión, en la etapa final de sus estudios carecía de referentes para trabajar un largo monólogo, pues durante su entrenamiento actoral sólo le habían proporcionado papeles de personajes femeninos soporte de la acción, pero ninguno que empujara el argumento hacia delante. Y citaba el ejemplo contrario de Tiresias en Edipo Rey, donde el protagonista ocupa el centro de la escena y toda la acción gira en torno suyo.
Su protesta generó un escándalo, "porque en Suecia hay una exigencia educativa desde la infancia que desarrolla la sensibilidad y las relaciones de igualdad en los grupos educativos, y permite que este punto de partida se naturalice y desarrolle en la base del trabajo creativo, con resultados distintos de los convencionales porque parten de distinto lugar y llegan de distinta manera", desarrolla la vicepresidenta de Clásicas y modernas, Margarita Borja.
Su asociación organizó un encuentro internacional en Madrid el pasado febrero en pos de la igualdad de género en la cultura, titulado "¿Es una quimera la igualdad en las artes?". Durante las jornadas, la Maestra de Conferencia de la Academia de Teatro de Malmö de la Universidad de Lund, Barbara Wilczek ahondó en este caso.
La ponente relató cómo la junta de profesores decidió poner remedio a la situación y a tal fin hicieron cambios en el repertorio y adoptaron estrategias experimentales. Por ejemplo, midieron el tiempo durante las improvisaciones para saber cuánto era el empleado por los chicos y cuánto el cubierto por las chicas. Los resultados fueron reveladores, en detrimento de las alumnas. A partir de ese momento, las estudiantes pudieron entrenar con textos de protagonistas masculinos. Esta iniciativa generó un precedente y el año siguiente cuatro academias nacionales habían adoptado la misma metodología.
"Mi convicción es que si introducimos la práctica de la igualdad en el ámbito artístico, ganamos todos, tanto el hombre como la mujer, -considera Wilczed-. Mi experiencia es que resulta rentable modernizar las normas tradicionales, pues ganamos en diversidad y en libertad creativa. Desde entonces, no sólo se ha operado un cambio en los conservatorios, sino en los ámbitos profesionales de la escena".
SERÁ POR PERSONAJES LITERARIOS
El cambio de talante en la formación dramática española dista todavía del vivido en Suecia, pero esta temporada abundan los monólogos femeninos de enjundia en la escena de nuestro país. Todos ellos, eso sí, de nuevo cuño. Sus actrices protagonistas se han implicado en la defensa de un dechado de personajes con aristas en un género al que tampoco le faltan.
"En todas las obras literarias hay historias de mujeres que se pueden extraer del conjunto y adaptar a monólogos. Imagínate que le dedicaran una obra a Fortunata, o mejor, a Dulcinea relatando su relación con El Quijote", considera Lolita Flores, que del 20 marzo al 6 de abril protagoniza en el Teatre Talia La plaça del diamant.
La novela de Mercè Rodoreda ha sido objeto de esa práctica apuntada por la cantante y actriz. Esto es, el aislamiento de uno de sus personajes, en este caso el principal, para concederle todo el protagonismo.
Durante una hora, la intérprete desgrana las penurias de Natàlia, "La Colometa", en un banco de un parque. Su reflexión interior y naturalista ahonda en la Barcelona de posguerra, en la miseria, el hambre y el duelo de una madre del periodo. "Es una buena mujer que pierde su inocencia en la guerra y se vuelve de corcho, porque si hubiera sido de carne no hubiera podido pasar por un puente tan largo y tan estrecho", considera Lolita.
Hacía 39 años que la artista no se subía a un escenario y el director y autor de la pieza, Joan Ollé, la ha animado a hacerlo no sólo con un monólogo, sino con un personaje antes interpretado por grandes nombres del arte dramático catalán, como Silvia Munt, Montserrat Carulla y Mercè Pons. "Las anteriores colometas te suponen una responsabilidad, pero cada una la hace de una manera. En mi caso, yo soy de víscera, de corazón y de alma, empujo con los riñones como los toros, y como hija de una madre mundialmente conocida, estoy curada de espanto", comenta, no sin ironía.
Las dificultades que le plantea el género las ha sorteado "estudiando muchísimo". A la desventaja de no contar con compañeros con los que interactuar sobre el escenario, contrapone "la ventaja de que si te pierdes puedes inventar, en el sentido de que este monólogo no se desarrolla cronológicamente, así que puedes decir antes una cosa que iba después y viceversa", bromea.
EN DEFENSA DE LA CELESTINA
La máxima de Lolita, que podría resumirse en la frase "si no disponemos de monólogos femeninos, vamos a inventarlos", también se puede extrapolar al caso de Ojos de agua, la pieza que Ron Lalá ha dedicado a La Celestina. Su adaptación de la novela de Fernando de Rojas para una sola actriz sube a las tablas del Teatro Español de Madrid del 26 de marzo al 26 de abril.
Charo López interpreta a la alcahueta en un monólogo de hora y media que transcurre en un monasterio de clausura. La mítica tejedora de burlas, amoríos y engaños rompe su voto de silencio ante las monjas y relata la pasión de Calisto y Melibea, la envidia de las prostitutas Elicia y Areúsa y las intrigas de los criados Sempronio y Pármeno, que en una licencia del autor de la versión, Álvaro Tato, no dan muerte a La Celestina.
Todo arrancó con una llamada. "Charo López buscaba un texto para hablar del tiempo despiadado, la belleza perdida, el precio de la dignidad, la conquista de la libertad y la resistencia a la muerte y a la desgracia. Cuando colgué, comprendí que me había llamado Celestina", desvela Tato.
Ron Lalá se propuso erradicar la visión sórdida, taimada y viciosa de la protagonista que la historia nos ha legado. "Ahí está su modelo, la Trotaconventos del Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, y sus descendientes: La Lozana Andaluza de Delicado, la Fabia de El Caballero de Olmedo de Lope, la Brígida del Don Juan de Zorrilla... Todas ellas, nuestras Medeas españolas, nuestras amazonas, nuestras euménides, nuestras vampiresas, nuestras brujas de Macbeth, nos alertan de que Celestina representa toda una estirpe, una tribu, un gremio: el de las brujas, alcahuetas, meretrices, proxenetas, maestras de hacer afeites y rehacer virgos... El poder femenino a la sombra de la civilización, tejiendo destinos con su magia y su libre albedrío, siempre al borde de la pira. Celestina encarna siglos de resistencia".
Para realizar esta inmersión en el alma de la anciana hechicera, Álvaro Tato y el director Yayo Cáceres se sentaron a conversar con Charo López. Y "con respeto pero sin reverencia", fueron urdiendo su propia lectura de La Celestina. "Hablamos de la juventud, del sexo, del amor, de la pérdida de seres queridos... -comparte Charo López-. Les conté el bagaje que una mujer de mi edad puede haber acumulado, cómo es tener una experiencia vivida, cómo es saber dónde estás y que ya estés conformada, hecha mentalmente. Celestina dice en un momento dado: "Yo he hecho de mi labor mi vida". Es una emancipada, una feminista".
MADRE DE MADRES
Igualmente icónico y en el ocaso de su vida, pero antagónico de la vieja prostituta del siglo XV, es el personaje interpretado por Blanca Portillo en El testamento de María, el de la madre de Cristo. El director Agustí Villaronga debuta en el teatro con una revisión del mito occidental de la maternidad firmado por el irlandés Colm Tóibín.
El montaje, programado hasta el 22 de marzo en el Teatre Lliure, brinda al espectador a una Virgen María pagana, dolida y confusa porque su hijo le ha sido arrancado de los brazos por designio divino. Una campesina ignorante y atormentada por la culpa.
Como a las alumnas de arte dramático suecas, a Blanca Portillo no le han dolido prendas en ponerse bajo la piel de personajes masculinos, como el Hamlet de Tomaz Pandur o el inquisidor Fray Emilio Bocanegra de la película Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), pero nunca antes había encarado un monólogo.
"Es un monólogo complejo y con muchos matices -reconoce Villaronga-. La emoción en estado puro, sin artificios, es lo que debe prevalecer, eliminando todo lo que nos separa de ese sentimiento enfebrecido". Por suerte, el director de Pa negre la hace dialogar con los espectadores y con personajes que conviven con la Virgen.
Beatriz Carvajal, en cambio, afronta el monólogo A vueltas con la vida entablando conversaciones fantasiosas y constructivas con cuatro féminas que le transmiten el valor de la superación, Marilyn Monroe, Chavela Vargas, Santa Teresa de Jesús y Cleopatra.
El cineasta y dramaturgo de Alfás del Pi Juan Luis Iborra es el coautor, junto al alicantino Antonio Albert, y director de este montaje "amargo" en el que una mujer maltratada y abocada a la soledad aprende a quererse a través de la lectura. Cuando recibió la oferta de interpretar este monólogo, la veterana actriz rechazó el proyecto por la dificultad que a su edad le implicaba el género. Pero como el resto de sus colegas de profesión, no pudo resistirse.
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