VALENCIA. «Sube y coge una caja de melones. Eso le dijo a mi padre el presidente de un equipo valenciano al que había llevado un jugador. Antes había intermediarios, pero la figura del agente la creó mi padre», recuerda nostálgico Alberto Todrá, que sigue una tradición familiar de casi cincuenta años con su hermano Lorenzo.
Iñaki Ibañez, de la agencia Idub que representa, entre muchos otros, a Xabi Alonso, Ernesto Valverde o Griezmann, empezó de la mano de Miguel Santos, mítico agente de los años 80 y 90. «Siendo todavía jugador del Eibar, representaba a más de la mitad de los jugadores de mi equipo. Negociaba con el presidente los contratos de mis compañeros. Incluso aprovechaba las vísperas de partidos para reunirme con el presidente del equipo rival y comentar fichajes de la temporada siguiente. Hoy resultaría impensable, nos acusarían de todo».
Otro que empezó por pura vocación y con mucha naturalidad es Rafael Monzón, 52 años, actualmente miembro de OML Sports Management. Cuenta que tras perder un partido contra el Paterna por 17 a cero, dejó de jugar, pero sabía que tendría que estar relacionado con el fútbol: «Dicen que los olores y aromas tienen mucho que ver en las aficiones, y la sensación que no olvidaré nunca es la de entrar en un estadio, situarme muy cerca del césped y oler la hierba recién cortada».Tras 25 años como periodista deportivo (fue corresponsal para Don Balón durante muchos años) que compaginaba asesorando a una empresa de representación de futbolistas, acabó convirtiéndose en agente junto con sus cuatro socios.
Yvan Le Mée, 39 años, es un conocido agente francés de la empresa Sport Profile. Tras estudiar en una Business School, se convirtió en 1996 en director de comunicación y marketing del Olympique de Marsella: «Entonces sólo había una bufanda, un llavero y no existían tiendas. Creé diez tiendas, una tarjeta Visa y 3.000 referencias de productos derivados. También incité a los jugadores a personalizar la celebración de sus goles, como Ravanelli cuando ponía su mano sobre la oreja». Los futbolistas le pedían cada vez más consejos, hasta que se convirtió en agente: «con mi formación podía aconsejar al futbolista sobre su carrera deportiva, imagen y patrimonio. Había pocos agentes y de bajo nivel técnico, por eso nuestra profesión no está muy valorada». Las malas prácticas de algunos agentes y jugadores manchan la imagen de todos, e incluso desmotivan a otros. Jennifer Mendelewitsch, una de las pocas mujeres del sector, puede dar fe de ello: «Mi padre era agente, y tras ser traicionado por Jérémy Menez cuando jugaba en el Sochaux, dejó asqueado el mundo del fútbol». Pero la joven parisina no se desmotivó y, tras un máster de derecho mercantil, obtuvo su licencia de agente en el 2003 con sólo 20 años.
La ley fija que el mandato que un jugador le concede a su agente no puede superar los dos años. La normativa FIFA «aconseja» que la comisión no exceda el 7% del salario bruto del jugador, y algunos países como Francia prohíben que supere el 10%. Sin embargo, y al igual que para el porcentaje de los traspasos, «al final es lo que se pacta», reconoce Rafael Monzón. Incluso en el país galo algunos logran sortear la ley, tal y como denuncia Jennifer Mendelewitsch: «Los acuerdos agente-jugador-club son enviados a la federación de fútbol para su control, pero algunos firman contratos de negociación ficticios por otro jugador, logrando así honorarios adicionales».
COMPETENCIA POCO SANA
Más allá de las comisiones opacas, el problema de fondo es la guerra de los mandatos, en la que participan muchos actores del fútbol: «Todos los clubes tienen un ‘agente de la casa', incluso algunos entrenadores sugieren a sus jugadores que, eligiendo el mismo agente que el suyo, tendrán más minutos de juego. Algunos se marchan porque la competencia no es sana, pero no se atreven a denunciar esas situaciones», se indigna Jennifer. Los casos de presión al jugador para cambiar de agente y favorecer su fichaje por un club son numerosos. En 1999, el portugués Simao Sabrosa rompió con su agente de toda la vida para enrolarse con el poderoso Jorge Mendes justo antes de que cristalizara su fichaje por el Barça, cifrado en 2.300 millones de pesetas. El representante holandés de ascendencia italiana Mino Raiola, que cierra la gran mayoría de las operaciones con el PSG, logró la misma jugada con Blaise Matuidi, que dejó plantado al agente Jean-Pierre Bernès cuando firmó por el equipo parisino. Este último denunció al jugador, pero pocos se atreven a hacerlo por una cuestión de imagen. «Yo pienso lo contrario, denunciarlo demuestra que eres transparente», apunta Jennifer. Uno que no se lo pensó dos veces fue Christophe Hutteau, que llevó a juicio al internacional galo Mathieu Valbuena por no respetar su mandato al fichar este verano por el Dynamo de Moscú por medio de otro agente, el anteriormente mencionado Jean-Pierre Bernès. La jugada no le salió bien al futbolista, que fue condenado en diciembre a indemnizar a su antiguo agente con 284.400 euros.
Pero los futbolistas no siempre son «víctimas presionadas». Algunos firman mandatos de exclusividad con varios agentes a la vez sin ningún tipo de rubor, provocando un conflicto cuando se cierra un fichaje. A Jennifer le ocurrió con Jean Makoun, que quería dejar el Lille a toda costa. Un acuerdo con el jugador evitó llevar el asunto ante los tribunales. Los hermanos Todrá afirman haber tenido la suerte de no vivir esos tristes episodios: «No entramos en esos conflictos. Nuestro trabajo es a largo plazo y basado en la confianza. Tenemos una relación de amistad con nuestros clientes». Iñaki Ibañez va todavía más lejos en esa relación de confianza: «Nuestra política es la de no firmar ningún contrato ni mandato, salvo en situaciones muy puntuales. Queremos a los futbolistas que quieran estar con nosotros, y nunca hemos denunciado a un jugador. Lo que más me gusta es coger a un chaval muy joven, acabar su carrera deportiva con él, y que mañana lo pueda llamar para comer, como me ha pasado con Orbaiz, que acaba de retirarse. A Xabi Alonso nunca le he firmado ningún papel».
Sin embargo, la carrera por los mandatos se ha convertido en maratón: «Cuando empecé, más de la mitad de los jugadores no tenían agente. Yo mismo llegué a jugar en Primera sin tener representante. Hoy en partidos de chavales de 14 años hay más agentes que público, y ni te cuento los partidos de selecciones inferiores, que hasta me da vergüenza. Y a las marcas deportivas les pasa lo mismo que a los agentes para no llegar tarde», confiesa Iñaki Ibañez. Lorenzo Toldrá también muestra una cierta resignación ante esa situación: «En alevines e infantiles, los padres te cuentan que tienen siete tarjetas de agencias de representación. Por eso tenemos que fijarnos también, porque si esperas a juveniles ya están representados.
Eso sí, tenemos un departamento especializado para jugadores de esas edades. Defendemos que los chavales tienen que estar centrados en competir y en formarse como personas. Luego vamos viendo qué relación se va forjando, y si no hay feeling, no pasa nada». Por su parte, Rafael Monzón lo tiene muy claro: «Es un error apostar por ellos cuando tienen 14 años porque pueden pasar muchas cosas. No representamos a ningún jugador que no esté en primer año de juvenil. Hay muchos casos de futbolistas que con 14 años pintan para Balón de Oro y que con 17 dejan el fútbol».
INDIFERENCIA DE LA FIFA
Hasta ahora, sólo los agentes con licencia, los padres, hermanos del jugador o un abogado podían representar a un futbolista. Sin embargo, la FIFA está decidida a adoptar una normativa para erradicar cualquier tipo de restricción. A partir del próximo mes de mayo, bastará con estar en un registro de operaciones.
Para Yvan le Mée, la medida es «la ley de la jungla. La solución sería que la FIFA creara y controlara una licencia, pero no se quiere complicar, quiere dinero fácil ». Jennifer Mendelewitsch carga incluso contra los clubs: «Si los clubs se negaran a reunirse con ese tipo de intermediarios, se acabaría el problema y no asistiríamos a un sistema opaco con traspasos y comisiones poco transparentes, dinero no declarado...». Rafael Monzón muestra una preocupación similar: «Cualquiera, sin ninguna capacitación, podrá representar a un jugador».
Sin embargo, Iñaki Ibañez desdramatiza la medida, poniendo incluso en duda la legitimidad de la licencia: «¿Por qué prohibir a un jugador que elija a la persona que le pueda asesorar en cualquier situación? En este mundo hay de todo, como en todas las profesiones. Al final, otorgando una licencia, con un examen relativamente sencillo, también estás dando legitimidad a intrusos, ¡no sé lo que es peor! El examen no lleva asignaturas que son fundamentales como psicología, metodología, derecho...». Los hermanos Toldrá adoptan un razonamiento en la misma línea: «A nosotros no nos va a afectar en nuestra manera de trabajar. La gente que hace bien las cosas las seguirá haciendo bien, y otros las seguirán haciendo mal».
Eso sí, todos coinciden en que nadie de la FIFA les ha consultado para adoptar normativas que cubran las situaciones que se puedan dar: «Nos ven como gente repudiable, piratas o un mal necesario, pero ¿qué saben los de la FIFA de la realidad de un agente?», se lamenta Iñaki Ibañez. «Nunca nos han consultado para nada», confirman Alberto y Lorenzo Toldrá. Y sin embargo, la profesión de agente ha evolucionado mucho. Rafael Monzón la define así: «Yo siempre digo que no representamos al jugador. Prefiero decir que dirijo su carrera y lo asesoro. Esto no se limita a conseguirle un mejor contrato en otro club. El jugador decide, pero para que no se equivoque tienes que darle mucha información. Hay que valorar el momento para dar o no un salto, la ciudad, el club, la liga, el entorno... Si un jugador no juega, te llama, y ahí entra el apartado psicológico. También asesoramos a clubs porque es imposible que lleguen a todos los jugadores».
ROMÁNTICOS Y FONDOS DE INVERSIÓN
Otra _ gura incómoda para la FIFA es la de los fondos de inversión, con los que el máximo organismo del fútbol mundial quiere acabar a lo largo de 2015. Ahí sí que concuerdan los agentes entrevistados. En Francia, Inglaterra y Polonia, dichos fondos están prohibidos, aunque operan pese a todo: el equipo comprador paga al vendedor, y éste le da un porcentaje al fondo de inversión. Yvan le Mée lo tiene claro: «Entiendo que los fondos de inversión no puedan tratar traspasos directamente, entre ellos, pero estoy a favor de esa figura. Los equipos, que ya no tienen dinero, pueden reforzarse, ¡y no olvidemos que el fondo de inversión asume un riesgo!».
En Brasil, esta práctica existe desde hace tiempo. Los clubs, que apenas pueden invertir en la cantera, dejan el fútbol base en manos de inversores privados. El más conocido es Sonda, un potente grupo de supermercados y concesionarios de coches, que adquirió el 30% de los derechos de Neymar cuando tenía 16 años, fichado cinco años más tarde por el Barça por 57 millones. Hasta bancos como ING también invierten en futbolistas brasileños, y el agente portugués Jorge Mendes logró crear su propio fondo de inversión con el actual propietario del Valencia, Peter Lim.
Jennifer aprueba la existencia de los fondos de inversión, pero advierte del peligro: «En teoría, los fondos no pueden imponer los destinos de los futbolistas, pero en la práctica eligen los tres o cuatro equipos a los que un club tiene que vender. También pueden crearse situaciones raras cuando un fondo de inversión tiene a un entrenador y a varios jugadores en un mismo equipo. Creo que Jorge Mendes hace un buen trabajo, por ahora, aunque dudo que pueda dar el mismo servicio a todos sus jugadores porque tiene a más de doscientos en cartera».
Evidentemente, esas prácticas existen porque los futbolistas las aceptan. Ellos también han cambiado. Rafael Monzón lo tiene claro: «El fútbol romántico ya no existe. No conozco a ningún jugador que quiera acabar su carrera en un equipo. Nadie les pone una pistola para que firmen un traspaso». Preguntado por el caso de Carles Puyol, el agente valenciano lo tiene claro: «Puyol acabó su carrera en el Barça porque hay pocos equipos superiores deportiva y económicamente. Además, su caso es especial porque será lo que quiera ser en el Barça, hasta presidente... Siempre escuché que Lampard quería retirarse en el Chelsea y acabó jugando en el Manchester City». Perdido el romanticismo, mantiene la pasión: «Te haces de los equipos en los que tienes jugadores. José Molina (ex portero internacional) entrena al Kitchee y celebramos sus victorias como si fueran nuestras».
Alberto Toldrá mantiene una visión más optimista: «Cuando Cañizares ganó su primer trofeo Zamora con el Valencia, nos llamó el FC Barcelona diciendo que lo querían fichar pagando su cláusula y ofreciendo un sueldo bastante superior. Cañizares no quiso irse, nos dijo textualmente: ‘Aquí llegué siendo Santiago Cañizares y me he hecho don Santiago Cañizares. Tengo una repercusión y una credibilidad gracias al Valencia'. Es una historia bonita. Te aseguro que todavía quedan futbolistas así. Paco Alcácer es uno de ellos».
(Este artículo se publicó en el número de enero de 2015 de la revista Plaza)
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