VALENCIA. Más allá de la selección musical, del ágape y de la decoración, el sello de una fiesta lo pone el anfitrión. Tanto en la vida como sobre el escenario. En el teatro, la figura del maestro de ceremonias nació bajo la carpa. El jefe de pista del circo ha tenido desde sus orígenes en los años veinte la función de entretener entre los números a fin de hacer tiempo para el cambio de decoración y pertrechos. Pero con el tiempo, y en una extensión limpia de hipérboles y paja, su perfil ha sido extrapolado al ámbito del cabaret. El MC de un espectáculo de variedades ya no se atavía con una chaqueta de frac roja, botas y chistera, no blande un látigo ni nutre sus intervenciones de superlativos, cada conductor imprime su sello personal al conjunto, tanto con su caracterización como con la idiosincrasia de su personaje.
The Hole, El intérprete y El cabaret maldito son tres ejemplos actuales de un rol que suma provocación y libertinaje.
La nueva inmersión en "el agujero", The Hole 2, vuelve a estar protagonizada por un millonario vividor y extravagante "cuyo amor prohibido reta los límites de la moral", como describen en su dossier de prensa. Su maestro de ceremonias reincide como una "irónica y sensual combinación de Hugh Hefner y el Dr. Frank-N-Furter de The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975), que a través de sus hilarantes monólogos reflexiona sobre los límites de lo socialmente aceptable". Pero en esta entrega, en lugar de cabaret berlinés, la propuesta, programada en el Teatro Olympia hasta el 29 de marzo, bebe del género de la revista de posguerra, con ecos del Teatro Chino de Manolita Chen y Las Alegres Chicas de Colsada.
En el papel de presentador han ido tomando el relevo Paco León, Eduardo Casanova, Ángel Ruiz, Edu Soto, La Terremoto de Alcorcón, Quequé y Álex Forriols. Y en esta visita a Valencia el protagonista es Álex O'Dogherthy. El monologuista gaditano es, de hecho, el autor del guión de esta mixtura de variedades, burlesque y freak show.
"Cada maestro le aporta su personalidad y diseña su propio vestuario -concreta el actor-. En mi caso he optado por un pantalón corto de lentejuelas, calcetines de baloncesto y un bombín blanco que ya lucí en The Hole, porque me gusta llevar sombrero".
Cuando en 2011 se le propuso participar en la primera parte, O'Dogherthy aprovechó un viaje inminente a EE.UU. para asistir a un variado surtido de espectáculos en Los Ángeles, Nueva York, Las Vegas y San Francisco, en los que reparó en atributos de sus diferentes y singulares MC. Después picoteó en Londres, Edimburgo y Berlín hasta perfilar su propio maestro de ceremonias. Pero en su retrovisor siempre ha estado la figura del clown, pues, en su opinión, "es el artista más completo".
Su encarnación es "un tipo descarado, pero que no llega a ofender, capaz de bromear con el público siendo divertido pero sin alcanzar a ser faltón", describe.
Los rasgos comunes de un maestro de ceremonias son, según el intérprete, el descaro, el manejo del tiempo y la conexión con el público, así como la habilidad para salir de cualquier atolladero. "Si falla algo, como una ocasión en la que se fue la luz y tuve que hablar sin parar durante 18 minutos, has de salir corriendo y solucionarlo. La capacidad de improvisar es una cualidad sine qua non, porque puede suceder cualquier cosa, y has de estar preparado para torear al público".
Curtido en el formato de la stand-up comedy, el guionista e intérprete distingue entre una puesta en escena y otra en que mientras el monologuista ha de forjar su propia personalidad, el maestro de ceremonias camina sobre una delgada línea entre lo personal y el personaje.
LOS OJOS DE LA SERPIENTE
Asier Exteandía ha franqueado esa línea en su espectáculo El intérprete. Los límites entre realidad y ficción, entre el yo y el alter ego se funden y confunden en un one-man show en el que está arropado por tres músicos, el pianista Guillermo González, el contrabajista Enrico Barbaro y el director musical Tao Gutiérrez, que se hace cargo de la percusión y las programaciones.
El protagonista arranca el espectáculo desgranando su infancia como la de un pequeño retraído y solitario, "raro", que en el recreo prefería la compañía de amigos invisibles para los que cantaba y actuaba a la de sus propios compañeros.
Exteandía va encadenando clásicos de, entre otros, Kurt Weill, Isabel Pantoja, Héctor Lavoe, Talking Heads, Lucho Gatica, Madonna, Chavela Vargas, La Lupe, Carlos Gardel y Rolling Stones, hasta abocar al público a una desinhibición colectiva.
El bilbaíno asume el papel de maestro de ceremonias en esta pieza personal con la que el 28 de marzo arriba al Auditori Músic Rafael Beltrán de Villarreal. "Un MC puede estar tanto en un circo como en un cabaret o en una casa. Lo vivo más como un rol que como un estilo, desde un lugar de interpretación que se corresponde con un carácter -considera el intérprete-. Se trata de alguien muy interesante y atractivo que esconde un gran secreto. Es una persona que inicia, que da paso a una nueva experiencia, ya sea un amigo que te da un consejo y te abre las puertas, ya sea una escena en un espectáculo, ya un amor en la vida".
El artista siempre ha sentido una conexión especial con el rol de iniciador. "Está en mi sino, pues Asier quiere decir "el que recibe" y Etxeandía, "gran casa". Disfruto dando la bienvenida, invitando al espectador a que me siga, para luego sorprender y girar la situación por completo. La audiencia no sabe dónde le va a llevar el maestro de ceremonias y sabe que no puede confiar en él, pero le resulta irresistible", resume.
No es su primera incursión como demiurgo, entre 2003 y 2005 asumió el papel que encumbró a Joel Grey en Cabaret. El oscarizado actor le sirvió de inspiración para la puesta en escena del maestro de ceremonias del Kit Kat Club: "Su interpretación fue una obra de arte, un puto milagro, pero reconozco que al mío lo he ido encontrando a partir de la autoexpiación, de artistas como David Bowie y de referentes estéticos que van de la Venus a la serpiente de Adán y Eva".
Asier confiesa que trabaja sus personajes desde la asunción de animales. En el caso de su anciano de 90 años en La avería, por la que se alzó con el Premio Max 2012 a la mejor interpretación masculina, se recreó en las imágenes de un aguilucho y de un buitre; Medea le invitó a convertirse en un centauro, y Cabaret, en una serpiente larga y peligrosa. "Es un personaje cuya llegada no alcanzas a notar, te hipnotiza con la mirada y te invita a algo prohibido. Es como el niño que inocentemente pulsa el botón de la bomba atómica".
El vestuario es un elemento accesorio en todas sus personificaciones, pero no así la mirada y las manos. Tanto en Cabaret como en El intérprete luce los ojos maquillados, "porque se ven desde más lejos y tienen un elemento hipnótico, que te reviste de atractivo". Y en su opinión, las manos son fundamentales para convencer, "pues direccionan, abrazan y recogen".
PERMUTAS EN EL KIT KAT CLUB
A partir del 23 de marzo se inician las audiciones para una nueva adaptación en nuestro país del musical Cabaret. En esta ocasión, a cargo de SOM Produce. Será la tercera ocasión en que el clásico de Kander y Ebb sube a las tablas españolas, tras la experiencia de 1992 liderada por Nina, Ramon Madaula, Silvia Tortosa y Ovidi Montllor, y la protagonizada por Asier, junto a Natalia Millán y Manuel Bandera en 2003.
La obra original se estrenó en 1966, protagonizada por Joel Grey, y actualmente, Sam Mendes dirige una revisión en el teatro Studio 54 de Broadway protagonizada por Sienna Miller, que acaba de sustituir a Emma Stone, quien a su vez sucedía a Michelle Williams en el papel de Sally Bowles. Quien se mantiene en el rol desde hace más de 3.000 representaciones es Alan Cumming, quien debutó como The Emcee en la producción estrenada en Londres en 1993, ganó el Tony en 1998 en Broadway y ahora reincide en el revival. Para esta última reencarnación del icónico personaje, Cumming declaró en una entrevista en la Radio Pública de Carolina del Norte haber tomado como referencia el lienzo Retrato de la periodista Sylvia von Harden, pintado por Otto Dix en 1926. "Es una señora sentada en la mesa de un café, lleva un cóctel en la mano y una pitillera, fuma. Lleva un vestido a cuadros rojo y negro, pelo corto y un monóculo, asumo que es lesbiana, pero puedo estar equivocado... Decidí que iba a realizar una interpretación moderna de una imagen que en gran medida es una inspiración para la producción, porque tenemos reproducciones de Otto Dix en las paredes, así como de George Grosz y de pintores de esa época".
WILKOMEN, BIENVENUE, WELCOME À L'ENFER
Suso Silva se ha basado, en cambio, en los clásicos de terror del cine en blanco y negro para modelar al maestro de ceremonias de la trilogía compuesta por El circo de los horrores, Manicomio y Cabaret maldito. La última entrega se estrena el 28 de marzo en Santander y en septiembre instalará su carpa en Valencia.
"Buscaba un personaje con peso visual y dramático que calara en mi interior, que me diera juego y me sedujera, y di con el Nosferatu de Murnau. Lo concibo como el padre de todas las bestias, un referente al mundo vampírico, pero lejos de darme miedo, me provoca candor", afirma el artista de circo nacido en Orense.
Su vampiro no es un MC a la antigua usanza, sino un giro contemporáneo a la figura del presentador, arraigado en las pesadillas del espectador. El personaje lidera una comitiva de monstruos en un formato que combina el circo, el teatro de texto y el cabaret. "Es el personaje sobre el que se fundamenta todo el guión, pero va más allá, porque sirve de hilo conductor", detalla.
Si en el primer espectáculo desfilaban, entre otros sórdidos compañeros de viaje, una monja carnicera, un payaso asesino, una pareja de niñas poseídas y un enterrador; y en el segundo, acróbatas esquizofrénicos, malabaristas ludópatas, enfermeras bipolares e ilusionistas paranoicos; en el desenlace, el espectador se adentra en el mismísimo Averno. Así, Nosferatu se presentó a la audiencia como chupasangres en su debut. En la secuela se erigió en rey de los locos, dueño y señor de su propio castillo, que no era más que un psiquiátrico. Y en el cierre de la trilogía, su creador da una nueva vuelta de tuerca y lo presenta como un diablo lujurioso y lascivo.
"Jugamos con la parte más mentirosa y seductora, es nuestra entrega más sexual y adulta, donde invitamos al público a entrar en el templo del pecado y hacer realidad sus perversiones. Eso sí, al final me lo voy a cobrar y voy a llevarles al infierno, que es puro rock and roll, sin tabúes, sin políticos ni nadie que nos diga qué hacer", ahonda.
En este rizar el rizo del personaje, Silva, Premio Nacional de Circo 2003, teme no haber hallado todavía la forma de acotar el desenfreno de su Nosferatu. "Se me está asalvajando. Todavía no sé cuál es su límite y como alguien no me pare no sé hasta dónde van a llegar sus perrerías. Pero espero seguir franqueando puertas, porque uno de los encantos de este rol es poder jugar con lo políticamente correcto y romper estereotipos".
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