VALENCIA. El Nou Disseny Valencià de principios de los 80 y una Administración valiente (con el extinto IMPIVA como brazo armado), promocionaron en 1985 la Asociación de Diseñadotes de la Comunidad Valenciana. La realidad era muy distinta: los valencianos desconocían el oficio que se generaba en torno al boom comercial de industrias como la del mueble y la agroalimentaria, sus agentes, los diseñadores, no contaban con el correo electrónico o las redes sociales para compartir y reconocer su trabajo, pero sobre todo, no existía en el pasado ninguna estructura capaz de reconocer todo un sector capaz de generar economía.
La ADCV se caracterizó durante sus dos primeras décadas por dinamizar a través de actividades de todo tipo la presencia de los diseñadores, aunque especialmente en la ciudad de Valencia. Los profesionales de Alicante y Castellón histórica y actualmente siempre se han sentido poco arropados por la misma, aunque lo más relevante para la organización acabó siendo su deriva hipotecada al dinero público, con una deuda del propio IMPIVA entre los años 2010 y 2014 que asfixió a la misma.
Y no ha sido ésta su última y grave amenaza más reciente. Un libro, referente en toda España cabe decir, estuvo a punto de rematar a la ADCV: El valor del diseño guiaba las funciones empresariales del diseñador, corporativizaba a todo un colectivo a favor de su desarrollo empresarial y, para su desgracia futura, tarificaba los posibles trabajos. Esta tabla de precios, utilizada como referente nacional y regional, se convirtió en una afrenta legal para los organismos de competencia y una multa de 24.000 euros se sumó durante casi los mismos años a la ya citada deuda con el IMPIVA.
Desde su origen hasta este devenir de conflictos económicos surgidos, además, en mitad de la cruenta crisis del sector y la recesión económica global, lo cierto es que la ADCV ha visto crecer nombres de estudios y diseñadores con marca propia que han exportado su oficio a todo el mundo. Desde los premios nacionales de diseño Nacho Lavernia o Daniel Nebot, pasando por el prolijo Pepe Gimeno hasta una extensa nómina de diseñadores industriales espoleados por el certamen de referencia NUDE.
Hace tan solo 15 días, Carlos Tíscar finalizaba una legislatura como presidente de la Asociación marcada por la solución a las dos grandes amenazas económicas. Su sustituto es Rafa Armero, vicepresidente durante una parte de este mandato y ahora ya máximo responsable de la ADCV. Su perfil es el de creativo con el branding y la comunicación emocional como bandera. Su proyecto, "rediseñar la ADCV para adaptarla a una realidad profesional muy distinta a la que existía no solo en su origen, sino hace tan solo unos años".
Los objetivos de Armero como presidente son tres: "hacerse más presentes y decisivos en el entorno inmediato. Es importante que la gente sepa qué hacemos a través de nuestra presencia en foros y decisiones en torno al mercado". En este sentido, el nuevo presidente de la ADCV reconoce que la organización ha tenido hipotecas con el poder: "no hay que olvidar que surgimos del IMPIVA y que estamos obligados a colaborar con ellos, pero sin duda eso no ha de suponer una hipoteca. Ya nos reunimos con instituciones, pero sí o sí estamos obligados a ser mucho más influyentes sobre ellas, desde el criterio y desde la crítica".
El segundo de sus objetivos es la internacionalización: "cómo nos mostramos en el exterior, cómo nos perciben. Cuando sales fuera de Valencia, en España y fuera de España, encuentras a gente fascinada con nuestro trabajo. Sin embargo, cuando vienen aquí no perciben una unión de identidad, por la ciudad o por cómo nosotros gestionamos nuestras relaciones. Tenemos que ser ambiciosos a la hora de encarar el futuro fuera de España, porque con nuestro innegable sello de calidad vamos a salir adelante".
El último de sus principales objetivos es el de vincularse con otros colectivos afines, próximos, pero con los que todavía la Asociación solo ha mantenido una relación ocasional: "la profesión ha cambiado mucho y ahora hay diseñadores que se consideran artistas visuales. Tenemos que acoger todas esas identidades, unirnos con más colectivos y dinamizar nuestro trabajo con algunas otras realidades de la Comunidad Valenciana que deben estar vinculadas a la ADCV".
En estos años de presión económica para el diseño en la Comunitat Valenciana, de amenaza a la ADCV por la multa de Competencia y la deuda sostenida de la Generalitat, lo cierto es que muchos socios -algunos históricos- se han ‘borrado' de la causa. "Nuestra intención es la de recuperar a estos, pero también de saber integrar a las nuevas generaciones que han de comprender los valores qué la ADCV aporta a la profesión como estructura".
Una estructura que, bien es cierto, fue pionera y es el reflejo en la que otras asociaciones españolas de diseñadores se miran como ejemplo de casi todo. Desde los estatutos a las acciones, la ADCV ha marcado pauta, pero también se ha quedado atrás con respecto a otras a la hora de captar a los más jóvenes talentos. Las denominaciones citadas por Armero, las nuevas identidades creativas como apellidos del oficio, muchas de ellas generadas a partir del cambio tecnológico o la variación en la tipología de los clientes, son claves en este sentido.
Armero prefiere hablar de propuesta "evolutiva" frente a una idea ‘rupturista' ante el mandato de Tíscar. "Vamos a aprovechar esta nueva realidad económica tranquila. Carlos y su equipo han conseguido resolver esa patata caliente porque o se resolvía o se disolvía la ADCV". El nuevo presidente no niega que, ante la complicada situación económica, se ha incrementado la percepción de que los socios no se sentían identificados con este colectivo.
"A mí mismo me costó mucho entrar. Hay que tener en cuenta que la ADCV tiene 30 años y que al principio todo partía de una colectividad en la que todos se conocían y estaban en sintonía. Ahora tenemos redes sociales y la opción de ser críticos con la asociación. Eso es bueno por dos motivos: porque podemos identificar qué necesidades tiene el socio y porque se habla de la asociación, pero el reto es vehicular esta realidad que durante los últimos años ha servido para deteriorarnos un poco", añade.
Insistente en su idea de establecer mayores vínculos con los agentes culturales, con ilustradores, artes escénicas, empresas de marketing y "la voz pública" (en referencia a medios y blogs), Armero resume su propuesta en una intención: "quiero rediseñar la ADCV". Un símbolo de si finalmente se logra o no será si los asociados y las marcas, cuando hablen de su actividad, entiendan su participación en este colectivo como uno más de sus valores profesionales.
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