MADRID (EFE/P. DE ARCE). Se nota que es el último debate del estado de la nación de la legislatura. Pero sobre todo se nota que este es un intenso año electoral, y la batalla por los votos no tiene tregua alguna, y mucho menos desde la tribuna del Congreso: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han ido a la yugular.
El cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder del PSOE ha sido un durísimo cruce de reproches. En cada frase, en cada palabra, ambos han tratado de hacer pupa al enemigo donde más le duele.
Así, Rajoy ha ironizado sobre la debilidad del liderazgo de Sánchez, le ha reprochado que sus mayores preocupaciones, en lugar de los intereses de los españoles, sean el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y la presidenta andaluza, Susana Díaz.
Y cómo no, para responder al secretario general del PSOE ha sacado el baúl de los recuerdos y de las vergüenzas, repasando la herencia económica del anterior Gobierno socialista, sin olvidarse de otro quebradero de cabeza para Sánchez, el escándalo de los ERE fraudulentos en Andalucía.
Sánchez, por su parte, ha insistido en revertir los éxitos económicos de los que presumía el presidente mostrando datos sobre desigualdad y precariedad laboral, y en contra de lo que ha dicho Rajoy por la mañana ha asegurado que España sí que fue rescatada, a través de la ayuda bancaria.
Una y otra vez ha acusado el líder socialista a Rajoy de deshacer en lugar de hacer, de ayudar a los defraudadores y olvidar a los honrados, de aumentar las desigualdades entre ricos y pobres.
Pero además, Pedro Sánchez se ha esforzado en recordarle al presidente del Gobierno el peor de sus fantasmas, Luis Bárcenas y la corrupción que ha salpicado al PP.
Todo en un hemiciclo caldeado, muy caldeado. Si por la mañana la bancada popular aplaudía los mensajes de recuperación del presidente y sus últimos anuncios de la legislatura mientras desde la oposición se oían pocos murmullos o protestas, por la tarde los socialistas han salido a aplaudir sin complejos a su líder, y se han llevado más de un grito del grupo mayoritario.
Si lo que pretendía el grupo socialista era dar una imagen de unidad en torno a Sánchez, han cumplido a rajatabla con el guión. Le han interrumpido con aplausos mucho más que los populares a Rajoy por la mañana. Le han vitoreado, le han dado ánimos desde sus escaños y con cada crítica de su líder al presidente han espetado muchos "¡vamos!" y "¡muy bien!".
Pero Rajoy no estaba hoy para diplomacias, y sus diputados populares tampoco. Así que en sus réplicas a Sánchez, le ha atacado sin clemencia alguna.
"Piensa más en el señor Iglesias que en los problemas de España", le ha dicho nada más subir a hacer su réplica. Lo dicho, donde le duele al PSOE, que según las encuestas va perder infinidad de votos que ya se han ido a Podemos.
No se ha quedado ahí Rajoy. Le ha dicho a Sánchez que debería tener "más nivel" en sus intervenciones y ha asegurado que le preocupa cómo está el PSOE bajo su liderazgo.
Todo para acabar con una reflexión que ha sonado a insulto, una frase que le ha reprochado todo el socialismo en bloque: Mariano Rajoy, en un tono que parecía incluso de enfado, ha tildado de "patético" el discurso de Pedro Sánchez.
El calificativo ha pillado a todos desprevenidos, ni siquiera la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, podía ocultar su cara de sorpresa. Pero toda la bancada popular ha aplaudido la ocurrencia hasta la extenuación.
Ha sido el broche "mitinero" a un "cara a cara" que como es habitual anima este tradicional debate, esta vez, si cabe, un poco más ante tanto acaloramiento y ante la expectación que había despertado la primera intervención de Sánchez en un debate de la nación desde que es líder socialista.
Antes, por la mañana, Mariano Rajoy hacía un discurso que parecía un recopilatorio de sus "grandes éxitos", con los datos de la mejora económica, la creación de empleo, las reformas estructurales, las medidas contra la corrupción -tema del que solo ha hablado dos minutos- o la posición de España en Europa.
Ha sido el balance esperado, con pocos anuncios -muy aplaudidos, eso sí, por los de su partido- y un mensaje que ha sonado a todas luces a promesa electoral: el del objetivo "totalmente alcanzable" de crear tres millones de empleos en los próximos años, a razón de medio millón por ejercicio.
Y es que Rajoy, aunque tenga el papel más institucional, tampoco se olvida de que dentro de poco toca votar
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