VALENCIA. "Empecé mi carrera involucrado en muchas actividades físicas, y el núcleo de todas ellas era el ballet. Porque cuando tienes una conciencia de tu cuerpo a través de la danza, dicen que puedes hacer cualquier cosa", así argumenta el actor francés Vincent Cassel su formación primeriza en el lenguaje del movimiento con 17 años.
Su apego al baile dio credibilidad al personaje del director artístico de una compañía que en su montaje de una nueva versión de El lago de los cisnes aboca a un infierno psicológico a Natalie Portman en Cisne negro (Darren Aronofsky, 2010). Pero más lucimiento cobró en Ocean's Twelve (Steven Soderberg, 2004) al mostrar su destreza en la capoeira esquivando los láseres de seguridad en la secuencia del asalto a un museo.
Cassel afirma que creció arrullado por el "tikata, tikata, tikata" que los pies descalzos de su padre, el también actor Jean Pierre Cassel, imprimían en sus sueños durante la práctica nocturna del claqué, que había aprendido a bailar de la mano de Gene Kelly.
También en el caso de Ernesto Alterio fue uno de sus progenitores, en este caso su madre, la que le despertó su interés por la expresión corporal. Cuando el actor cumplió 19 años recibió un consejo materno que le ha acompañado hasta la aventura con la que el 1 de marzo visita La Rambleta, la coreografía En el desierto.
La psicóloga argentina Ángela Bacaicoa, hermana y esposa de actores, animó a su primogénito a bailar como complemento a sus estudios de arte dramático. Ernesto arrancó con Carmen Senra, después, con Karen Taft. Sus primeros escarceos fueron en el jazz, para sustituirlo por el contemporáneo y en esta última etapa, por el contact dance.
La celebración de una Nochevieja en su casa fue la semilla del espectáculo con el que ahora recala en Valencia en una cita única. A aquella fiesta estaba invitado el Premio Nacional de Danza 2006 en la modalidad de interpretación, Chevi Muraday, y juntos bailaron espontáneamente con una química inesperada que hizo brotar el deseo de concretarla en una colaboración.
"Mi participación en este espectáculo tiene que ver con conseguir un impulso y no tener miedo de adónde me lleva. Tengo espíritu explorador, me gusta adentrarme en nuevos territorios y esto es una oportunidad de acercarme al baile con mis armas de actor", explica Alterio.
De hecho, en el montaje, una ensoñación apocalíptica con pasajes que asemejan cuadros vivos, el intérprete acomete dos partituras, la coreográfica de Muraday y la musical de Mariano Marín, al piano. Su presencia multidisciplinar en el escenario se completa con la declamación de textos de Guillem Clua y Pablo Messiez.
Para adquirir los códigos del movimiento, Ernesto Alterio, al igual que la también actriz Maru Valdivielso, afrontaron un intenso proceso de cinco meses de trabajo junto a los otros cuatro bailarines que completan la pieza, Chevi entre ellos. "En la danza se ensaya mucho más que en una obra de teatro al uso", advierte Alterio.
LAS SEGUNDAS VECES
No es la primera ocasión en que el coreógrafo y director artístico de Losdedae auspicia a un actor en sus propuestas. En 2014, Chevi Muraday indagó en las relaciones de pareja en un dueto con Marta Etura titulado Return.
Para la actriz donostiarra era su segunda vez sobre un escenario en calidad de bailarina. En 2010 participó en el montaje Libiamo, de Mónica Runde y Pedro Berdäyes, fundadores de la compañía 10 & 10, Premio Nacional de Danza 2000 en la modalidad de creación.
Tampoco para Maru Valdivielso la experiencia con Chevi Muraday es un estreno, sino más bien una reafirmación. En 2011 asumía el rol de una circense Petra Von Kant en Petra, la mujer araña y el putón de la abeja Maya, la reflexión sobre la monstruosidad y el desamor que Sol Picó realizó tomando como punto de partida el clásico de Rainer Werner Fassbinder Las amargas lágrimas de Petra Von Kant. En la pieza, la coreógrafa alcoiana amalgamaba la danza con el teatro de texto.
"Todo lo que tiene que ver con el movimiento y con el cuerpo me ha encantado desde siempre. Me llama casi tanto la atención como la palabra, y lo más sugerente es la posibilidad de unificar ambos", expone Valdivielso.
Curiosamente, a pesar de ese interés por la danza y de su condición de deportista, Maru no había recibido ninguna formación en esta disciplina artística.
Con Sol trabajó más el plano físico, de hecho su aportación a la pieza estrenada en el Festival Grec era un largo monólogo en el que trepaba por un palo en el centro de la escenografía. "Sol te da más libertad, trabaja observando qué le puedes dar, mientras que Chevi es más coreógrafo. En En el desierto bailamos todos, el director no te puede dejar a tu libre albedrío para que te organices tú, porque somos seis en escena, así que todo está milimétricamente medido. Hay una coreografía muy marcada y cada uno llega dónde puede", compara la actriz, quien comenta cómo ha reparado en que en los últimos años ha habido un interés compartido entre coreógrafos y actores por forjar simbiosis artísticas.
"Se puede llegar a un término medio donde todos podamos llegar a un contacto con la disciplina que nos resulta más lejana y que el resultado sea muy atractivo para el espectador. Los artistas hemos de replantearnos la forma de expresión y romper nuestro techo, porque esta profesión puede llegar a ser muy aburrida", considera.
MOVIMIENTO DIRIGIDO
Sol Picó y Maru Valdivielso se conocieron en 2010, cuando la primera se hizo cargo de dirigir el movimiento de los actores en un montaje de la Electra anticlerical de Benito Pérez Galdós, a cargo de Ferran Madico. La iconoclasta creadora, que igual coreografía para excavadoras que se marca un solo esquivando cactus, ha diversificado su trabajo, precisamente, con la formación de actores en el lenguaje del movimiento. Con Madico ya había colaborado como asesora en Quan despertem d'entre els morts, la adaptación para el TNC de la obra póstuma de Henrik Ibsen. También hizo tándem con Carme Portaceli en su puesta en escena de El Rey Lear, de Edward Bonn; así como con Sergi Belbel en El ball, donde Sol se medía con Anna Lizaran en un duelo de danza y teatro inspirado en la novela de Irène Némirovsky.
"En su acercamiento a la danza, los actores no tienen pretensión de lucirse, sino que más bien responden a un impulso profundo e interior de trabajar desde otro lugar, porque saben que el cuerpo es muy importante en su oficio. Yo los muevo por el espacio, les doy unas pautas, una precisión y un rigor que para ellos llega a ser divertidísimo", comparte.
En 2013 impartió talleres de danza al elenco y los actores que finalmente quedaron descolgados del reparto de Capitalismo, hazles reír, el espectáculo multidisciplinar de Andrés Lima. Entre ellos estaban Juan Diego Botto, Edu Soto, Fernando Tejero, Javier Cámara, Aitana Sánchez-Gijón, Silvia Marsó... Ese mismo año también trabajó con Lima desarrollando la coreografía de la obra lírica Viento (es la dicha del amor), para el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
Y fue precisamente durante la preparación de esta última obra, cuando Alberto Sanjuán le aconsejó contactar con Candela Peña. De pocos es sabido que la actriz catalana empezó a formarse con cuatro años en el Instituto de la Danza de Barcelona o que en 2001 se alzó con el primer premio del X Certamen de Coreografía de Danza Española y Flamenco por la dirección artística de la pieza de Saulo Garrido y Helena Martín Igual que tú. Lo que nunca había hecho había sido subir a un escenario en calidad de bailarina. Hasta que llegó Sol.
SALE EL SOL
La piel del huevo te lo da es el nombre de la inclasificable propuesta que ligó el año pasado a Sol Picó, Candela Peña y la cantante y bailaora La shica. Esta temporada regresarán a las tablas del Teatro del Barrio con un montaje que aborda el fracaso.
"En la diversidad está el enriquecimiento y a mí me gusta buscar retos nuevos. En este nuevo espectáculo interrelacionamos tres disciplinas, el canto, el baile y el teatro de texto, y para mí supone un crecimiento personal y profesional", expone Sol Picó.
Su latente interés por los actores casi se concreta en un nuevo tándem creativo, esta vez con Carmen Machi, pero problemas de agenda han hecho que el encuentro se posponga.
Los nombres citados no son los únicos de esta oleada de actores que bailan y bailarines que actúan. Paco León arrancó su carrera con estudios de danza. En su currículum destacan giras europeas junto a la compañía de Manuela Nogales y una colaboración reciente con los belgas Peeping Tom.
Por su parte, Eduard Fernández, compartió en 2011 escenario con Pep Ramis, alma mater, junto a María Muñoz, de Mal Pelo, en Caín & Caín. La coreografía era una recreación del personaje bíblico que ahondaba en la dualidad del ser humano. Antes de su salto a las tablas como bailarín, Fernández había colaborado como apoyo en la dirección interpretativa de L'animal a l'esquena, Atrás los ojos y An (el silenci), de la compañía afincada en Girona.
Ya sea por el crecimiento profesional que aporta a los actores, ya por acercar nuevos públicos a la danza, el rédito de los espectáculos de baile que cuentan con el cameo o el protagonismo de intérpretes de texto está alcanzando visos de movimiento.
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