VALENCIA. El Museo San Pío V de Valencia se encuentra al borde del colapso. Las jubilaciones, comisiones de servicios y el abandono de uno de sus profesionales más destacados, el conservador jefe, que se ha marchado a una empresa de Madrid, han dejado al Museo de Bellas Artes de Valencia con apenas un 50% de su plantilla técnica, a lo que hay que unir la falta de presupuesto que constriñe sus actividades y condiciona su día a día.
Excepción hecha de bedeles y ordenanzas, el centro museístico se encuentra prácticamente desasistido. No tiene presupuesto propio, extremo que es considerado por algunos académicos como "una vergüenza". Depende de las aportaciones de la Generalitat que, con las políticas de austeridad, han sido cada vez menores.
Sólo cuenta con una restauradora, con un doctor en Historia del Arte en el área de Conservación y con una responsable del área de Didáctica, que ante la coyuntura debe acudir a voluntarios para poder atender a las numerosas peticiones que recibe de colegios de toda la Comunidad Valenciana. Junto a ellos, dos técnicos de registro, una persona de Protocolo y dos bibliotecarios.
Todo ello para dar servicio en un centro que el año pasado tuvo más de 145.000 visitantes y que se situó como la segunda pinacoteca más visitada de la Comunidad Valenciana. Con una colección compuesta por obras como el Autorretrato de Velázquez, valorado en 24 millones de euros, pinturas de Goya, Sorolla, Pinazo y la más amplia colección de retablos góticos de España, el centro de referencia del arte valenciano, con 175 años de historia, se encuentra en uno de sus momentos más delicados.
La situación es límite, según apunta el representante de UGT Gonzalo Fernández, quien no duda en asegurar que el museo "se encuentra sumido en el caos por la desidia de su directora, Paz Olmos". "Habría que convocar plazas pero como al museo no lo consideran una actividad prioritaria en la Generalitat y en el Ministerio, lo tienen así", se lamentaba este lunes.
La situación se agravará de manera inexorable en los próximos meses. Si a principios de año se jubilaba Julián Almirante, jefe del servicio de Restauración del museo y una institución entre los profesionales, en los próximos meses está previsto que se jubilen otras dos personas: Manuel Marzal, encargado de restauración y volcado ahora en el Cant d'Estil, y Ximo Lara, arquitecto y persona de confianza de la directora del centro. A estos retiros habría que unir el de la conservadora de Dibujo, Adela Espinós, comisaria de algunas de las últimas exposiciones del museo, y la marcha en comisión de servicios de una restauradora a la Biblioteca Valenciana.
SIN CONVENIO
La situación se ha solventado cómo buenamente se ha podido en diferentes áreas del centro. Por ejemplo, en Restauración, el Instituto Valenciano de Restauración, que ahora depende de CulturArts, tiene un equipo fijo de siete personas en el centro desde hace una década. Sin embargo la situación es irregular, ya que no hay ningún tipo de convenio entre las dos instituciones. Esto sería preceptivo habida cuenta el Museo de Bellas Artes depende de la Conselleria pero es de titularidad estatal, mientras que en el caso del Ivacor depende sólo de la administración autonómica.
En el área de Conservación, donde el Museo no tiene entidad en la que apoyarse, el abandono es absoluto. En este sentido, la directora suele acudir a personas de su confianza para preparar las exposiciones, especialmente Lara, y en las últimas ni ha contado con los pocos profesionales de los que dispone el centro. De hecho Olmos ha encargado el plan museográfico a personal externo al San Pío V porque, según le comunicó al Ministerio de Cultura, no disponía de plantilla suficiente.
En el Ministerio, dice Fernández, observan la situación con cierta preocupación. Sin embargo el subdirector general de Museos Estatales, con quien se reunió, le confesó que no podían hacer nada, siempre según el representante sindical, porque la titularidad será estatal pero la administración del museo es responsabilidad única de la administración valenciana. "Están con las manos atadas".
SIN MANTENIMIENTO
Las carencias son tan acusadas que el Museo de Bellas Artes desde hace seis meses no cuenta con empresas de mantenimiento que le den asistencia. Esto ha provocado que en el centro se produzcan situaciones indeseables, como que haya salas en las que las bombillas, literalmente, no funcionan y no hayan sido sustituidas.
Fernández no quiere culpar a la Conselleria de Cultura y explica que ha mantenido ya reuniones con la secretaria autonómica de Cultura, Julia Climent, para transmitirle la situación, ante la escasa insistencia de Olmos. Pese a que Olmos no goza de las simpatías de los principales responsables del departamento que dirige María José Català, la consellera y su equipo decidieron mantenerla en el cargo. Así, no insistieron con la petición de convocar un concurso internacional para el puesto de director del centro, como sí hicieron en el IVAM. Esto ha permitido que Olmos complete una legislatura entera al frente de la que está considerada como segunda pinacoteca de España por el número de obras.
Más que por la casualidad, Olmos, dice Fernández, si sigue en el puesto es "por ser amiga del ex presidente Francisco Camps". De hecho, no tiene ningún tipo de formación académica vinculada al mundo del arte. Según su propia biografía, es "funcionaria del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado". Sin contactos profesionales, sin experiencia, sin currículum, ha sido durante los últimos cuatro años la responsable única del centro con el consentimiento de la Generalitat.
La marcha de Olmos es un hecho y se producirá cuando pasen elecciones. Tanto si acontece una improbable victoria del PP, como si llega la oposición, la que fuera directora de Patrimonio tiene los días contados al frente del museo. Su legado será un museo sin técnicos, sin apenas plantilla, y condicionado a unas obras de ampliación que ni de lejos darán respuesta a las necesidades del San Pío.
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