VALENCIA. Cuentan que cuando los socialistas alcanzaron el poder en 1982 tuvieron que salir corriendo a unos grandes almacenes para hacerse con un traje antes de jurar ante el Rey, porque lo único que tenían en su fondo de armario eran chaquetas de pana. El PP, en cambio, es un partido que siempre ha cuidado más su presencia física. Aunque ya lo intuíamos, nos lo confirmó el sastre José Tomás cuando contó en el juicio del caso Gürtel aquel ridículo ir y venir para tomarle medidas a Francisco Camps en el hotel Ritz o aquella búsqueda de una trabilla italiana para que se viera más delgado.
La imagen de la derecha se ha ido modernizando, sobre todo después de que el expresidente José María Aznar comenzase a lucir una melena informal. Sin embargo, entre los estilos indumentarios del PP todavía ocupa un lugar destacado el sector formal: traje en tonos oscuros y corbata como Dios manda. Todo muy previsible y poco dado a las alegrías. En plan funeral, aunque es cierto que el momento acompaña.
Uno de sus máximos exponentes es el presidente Alberto Fabra, que a la hora de abrir el guardarropa y elegir modelito resulta convencional con ganas. Los fines de semana se debate entre la camisa blanca o de rayas azules con las mangas remangadas. No caeré en el tópico de tildar su estilo de simple porque un político que ha logrado resistir en ese universo en el que todos tratan de asesinarte, será por algo. A pesar de las cuchilladas, ahí está, tan pancho. Con sus aburridos zapatos marrones.
Otra gran familia del PP es el sector de los de toda la vida, herederos del estilo de Adolfo Suárez. Son los que nacieron ya con traje, su uniforme de trabajo, todo un símbolo del poder. Para imponer respeto. Destaca en este grupo el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que se pasea como un pincel ante las cámaras, con ese aspecto de caballero indiferente a su indumentaria.
El tercer grupo es el de la sastrería a medida, porque llega un momento en la vida de todo hombre adulto en que hay que dejarse llevar por la regla y la tiza de un buen sastre. Aquí estaría, sin duda, Eduardo Zaplana, a quien es difícil pillar dando un mal paso: jamás lo verás con unas bermudas y sandalias o un tuxedo de terciopelo con lunares. Su imagen se halla a medio camino entre la de un alto directivo europeo y el agente 007.
También Ricardo Costa pertenece a esta familia: con sus camisas de cuello italiano, su colección de pelucos, sus trajes entallados del sastre Antonio Puebla y sus gramos de caviar encarna la imagen del perfecto dandy. El caso Gürtel fue el inicio de su particular via crucis: pasó de elegante a pijo, de diputado a imputado y de ahí a la última fila del escaño hasta que dimitió de su cargo en les Corts valencianas.
El último grupo es el sector rural, en cuyas filas milita el presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus. El aspirante a presidir el Valencia CF, propietario de la firma de moda Stefano Russini, muestra en cada centímetro de su estilo los ingredientes del que ha preferido subir las escaleras desde su pueblo a Valencia de cuatro en cuatro. A medida que subía peldaños, ha ido añadiendo el Rólex de oro, el cinturón de Hermès y el abrigo de estilo Savile Row en tejido de espiga. En cuanto a sus gustos automovilísticos, un Ferrari rojo, están en la línea de Jesús Sepúlveda, el ex marido de Ana Mato. Esos vehículos que la ministra nunca vio en el garaje de casa.
¿Y cómo visten las damas del PP? De vestirse para trabajar sabe mucho la concejal de Cultura y presidenta del Palau de la Música, Mayrén Beneyto. Una mujer que es considerada con razón una referencia de estilo. No está interesada en la moda pero sabe del poder de la ropa en relación con su figura. Se trata de ser visible (pero no escandalosa). No le teme al color ni a las nuevas tendencias, como Michelle Obama, y se decanta por prendas femeninas.
Sin embargo, todavía hay mujeres en política que sienten la necesidad de vestirse como hombres. Y Rita Barberá es una de ellas. Consciente de que el cambio excesivo de vestimenta no gusta a los votantes, siempre utiliza trajes de chaqueta a modo de uniforme, siguiendo el ejemplo de la canciller alemana Angela Merkel. Fiel al color ‘rojo alcaldesa' y a las perlas, nunca ha tenido asesor de imagen. Para eso ya está ella.
Hahaha molt bò!
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