VALENCIA. La guerra por el control de Aguas de Valencia ha terminado, al menos aparentemente. Después de casi dos décadas en las que las tensiones entre el accionariado de la compañía han servido para escribir algunas de las páginas más apasionadas de la historia empresarial valenciana, Eugenio Calabuig ha impuesto la valencianización de la compañía con la salida del accionariado de La Caixa y de la compañía francesa Suez Environnement, principales accionistas de su rival Aguas de Barcelona (Agbar).
Aficionado como es al running, esta operación ha tenido mucho de carrera de fondo y de prueba de resistencia hasta lograr el pasado mes de septiembre el acuerdo con la empresa gala para comprarle su 33% del capital. De este modo, Calabuig, a través de Inversiones Financieras Agval, participada al 100% por su empresa, Fomento Urbano de Castellón, controla ya prácticamente todo el capital de la concesionaria.
Aunque la voluntad del máximo responsable de la compañía es retirarse de la primera línea de la actualidad mediática en la que se ha visto alojado desde su nombramiento, esto no quiere decir que pretenda aplicar un perfil bajo de gestión. Cuenta con una amplia experiencia en la gestión de aguas e infraestructuras a través de la empresa familiar Tragsa y quiere ahora centrar sus esfuerzos en la gestión y el crecimiento de la compañía. Aguas de Valencia ya dispone de presencia tanto en España como en el extranjero y Calabuig pretende fortalecerse en el territorio nacional, donde ya actúa en Aragón, Cantabria, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, Murcia, Navarra y País Vasco.
Entre las plazas que se prevén más disputadas se cuenta la de Madrid, una de las grandes operaciones para la que se prepara el sector, además del norte de España y Andalucía. De hecho, en esta última comunidad está previsto un relevante impulso de las infraestructuras vinculadas con el agua, gracias a las ayudas europeas, para la que Aguas de Valencia se dispone a presumir de músculo y capacidad de acción.
Aunque ahora dispone de un 97,8% de las acciones de la empresa y su poder es absoluto, su voluntad es que una sola familia no concentre tanto poder en la compañía. Desde la prudencia, para evitar la entrada en la empresa de agentes externos con aspiraciones de control sobre la sociedad que vuelvan a agitar su estructura de poder, Calabuig pretende abrir en breve la empresa a nuevos accionistas.
Distintas familias valencianas y determinados socios minoritarios ya le han manifestado su voluntad de reforzar su participación y él está de acuerdo, con las debidas garantías y compromisos para que la empresa no vuelva a sumergirse en enfrentamientos internos que obligan a dispersar esfuerzos que deberían orientarse al negocio. Atentos a este empresario.
(Artículo publicado en el número de la revista Plaza)
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