VALENCIA. Cuenta la leyenda que Robert Johnson se citó con el Diablo en un cruce de caminos del Clarksdale de Mississippi y le vendió su alma a cambio de recibir el don para dominar las cuerdas del blues. De entre todas las contrapartidas que podía haber pedido, a Johnson le dio por el blues; una música, una religión en esencia, que sólo le empezaría a hacer famoso 30 años después de su muerte por intoxicación, cuando Cream, Rolling Stones o Led Zeppelin decidieron versionar sus canciones. La historia del Fausto del Delta tiene sus lagunas, pero encaja como un guante con un género marcado por la marginalidad forzosa.
"Existía y existe, especialmente en nuestro entorno, una visión muy limitada y estereotipada sobre el blues en cuanto género musical y respecto a los grupos que se identifican y se consideran bandas de blues". Y precisamente por no abusar del estereotipo, en este caso periodístico, no diremos aquello de que Javier María Pérez Albert es ciudadano común de día y bluesman de noche. Pero casi. De hecho, Pérez Albert es el director de la Valencia Blues Society, que es como pasar de sentarse en la primera bancada de la iglesia a ser el pastor. De los que escribe blues en mayúsculas.
Registrada y constituida como una organización sin ánimo de lucro, la Asociación de Blues de Valencia está formada "fundamentalmente por aficionados, apenas músicos aunque resulte chocante". Fue ideada con fines educativos y culturales para el mayor conocimiento y apreciación del blues, y ha extendido la palabra ya en sus poco más de dos años de existencia hasta más allá de los confines de la ciudad; desde ciclos de cine en el Carmen (Radio City) o Ruzafa, a circuitos de blues en Alboraya, conciertos de tributo como el del 16 Toneladas de la semana pasada o el circuito blues en el Una Cosa Rara de Juan Llorens. Realizan también audiciones de vinilos de blues, coordinan conciertos como el de los holandeses Juke Joints y celebran una jam de blues de forma mensual.
"Esperamos poder presentar este año alguna producción valenciana en esta plataforma", asegura el director de la asociación. Desde la posición de afiliada de la veterana Blues Foundation de Memphis (35 años la observan), la asociación pretende ser "un referente y un crisol que permita potenciar el género y sus estilos desde el punto de vista cultural, dinamizar a los grupos y ayudar a generar sinergias que permitan singularizar la existencia de una escena de blues en Valencia". Un objetivo ambicioso teniendo en cuenta el estado del paisaje valenciano en lo que a la música de Robert Johnson, Son House o Willie Dixon se refiere.
EL BLUES EN VALENCIA: GLORIA EFÍMERA
De hecho, la escena de blues en Valencia es como esa canción de Dixon que popularizó Howlin' Wolf: Evil (Is Going On). A pesar de todo, tuvo sus momentos de gloria efímera y humilde. "La ciudad ha tenido un pasado con breves pero intensos años de ebullición que no terminaron de consolidarse discográficamente hablando", afirma Pérez Albert, que destaca el surgimiento en los primeros 90 de "muchas bandas que reflejaron el blues boom comercial de los 80 con Johnny Winter o el mismo Eric Clapton".
Little Fred y los Tijuana Jukes, Graham Foster's Night Train, Blues Power, Danny Boy & The Jumpers, Dr. Party & The Midnight Movers, Roberto Giménez & Raíles, Los Del Matadero, Tres Hombres, Manolo Road Alma, El Mero Güero, Fredo & Nitty Gritty, Fly Power o Bluesville protagonizaron "una época muy excitante y dinámica en locales hoy desaparecidos como Gasolinera o Transvía"; The Black Train, The Lambs, Bar Blues Band, y el blues "punk y canalla" del desaparecido Luis Luke y el Alberto con Mississipi Alligators hicieron lo propio a finales de los 90. "Antes que eso, a mediados de los años 80, es imprescindible mencionar a Peter Cantropus y Los de Cromagnon, con Juan Carlos Masiá y Julio Serrano, que fueron pioneros del blues en nuestra ciudad", matiza el director de la Valencia Blues Society.
UNA ESCENA SIN REFERENTE
Otra versión de la leyenda de Robert Johnson es que, en realidad, no fue un pacto con el diablo el que le proporcionó la maestría en el blues, sino más bien Ike Zimmerman; él y Johnson, cuentan, hacían incursiones en campo santo por las noches para tocar. Eso les queda a los grupos de blues en Valencia: "terminan desapareciendo inevitablemente por la poca demanda comercial de este género, pero esta escasa demanda también es propiciada por la limitada promoción en los medios, en un círculo vicioso que es necesario alterar".
En la actualidad, Los Fabulosos Blueshakers, Los Tijuana Blues, Nasty Boogie, Danny Boy Blues Harp Band, Bluestafaris, Cantropus Blues Band o Big Hollers integran ese espectro de bandas de blues en Valencia que sobreviven a pesar de no tener si quiera un lugar de referencia para desarrollar su música. "La escena necesita un local específico de blues, a modo de la Coquette en Madrid, una especie de Antone´s valenciano", señala Pérez Albert, que añade que es "aún más importante" la necesidad de estudios de grabación "que entiendan sus propuestas y estén familiarizados con el género y su producción, y no es el caso en esta ciudad".
"En Valencia no existe ahora mismo un local definido donde puedas escuchar blues contemporáneo o música de raíces, ni como música de ambiente, ni en vivo de manera habitual". Pero esa no es la peor noticia para la Iglesia del blues en la ciudad de las flores, de la luz y el amor. "Hay locales que, a pesar de acoger una jam dirigida por un grupo de blues local, han declarado su rechazo a programar grupos de blues en su local", cuenta el director de la embajada del blues en Valencia, que concluye además con la estocada pública de un Consistorio que limita el número de locales con licencia para programar actuaciones en directo: "obligan a que las bandas se conviertan en dúos o tríos semiacústicos, a menudo sin batería para que puedan tocar en salas, cafeterías, restaurantes o librerías".
EXTENDER LA PALABRA Y DIGNIFICAR EL BLUES
En una canción de Screamin' Jay Hawkins, los hollers de los campos de algodón podrían sonreír con sorna a los grupos de blues en Valencia por agravio comparativo, pero la precaria situación del blues en Valencia tiene sus consecuencias. Aunque tampoco es nada nuevo. "Los dueños de los locales descargan todo el peso de la promoción y los honorarios al retorno económico de la actuación con lo que muchas veces los grupos tocan apenas por gastos o pasando el sombrero, por tips", cuenta Pérez Albert, que opina que quien acepta estas condiciones por afición "está contribuyendo a degradar la escena".
Pero no todo es cosa de las salas. La escena valenciana de blues es menos "madura" que la de Madrid o Barcelona por el simple de hecho de que no hay músicos de blues, "no en el sentido de que estudien y desarrollen su competencia en el género". Para el director de la Valencia Blues Society es una cuestión "de madurez técnica y conocimiento del género". "Lo importante es que los grupos se desarrollen discográficamente hablando y maduren a partir de sus grabaciones porque les permite plasmar sus propuestas y dejar huella sonora de su evolución: tocar está muy bien, pero igual que el escritor escribe y publica, los músicos y grupos deben producir y grabar sus creaciones".
Con total seguridad, la labor de la Sociedad de Blues de Valencia tendrá un papel fundamental en el crecimiento, que ha de ser sí o sí, del blues en la ciudad. A pesar de las evidentes carencias que provoca una asociación que fundamentalmente funciona a través del voluntariado, la fe en el rebaño del blues ha de ser considerable. La vertiente educativa es casi tan importante como la de ocio; los talleres y seminarios de blues para niños y adultos, en programa para el futuro, se antojan indispensables. "También queremos organizar un festival de blues en Valencia con figuras internacionales, pero no queremos convertirnos en una productora o promotora de bandas: queremos seguir siendo básicamente una fuente de cultura".
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