VALENCIA. Este 4 de diciembre se estrena Palmeras en la nieve, una de las películas más esperadas por la industria española. Dirigida por Fernando González Molina, adapta el best seller homónimo de Luz Gabás (Monzón, 1968). El argumento de la historia se inicia con una carta olvidada y encontrada que lleva a una chica, interpretada por Adriana Ugarte, a seguir el rastro de su padre (encarnado por Alain Hernández en la juventud y Celso Bugallo en la vejez) y su tío (Mario Casas), que vivieron en su juventud en la isla de Fernando Poo (ahora Bioko), colonia española en Guinea.
Escrita por el ganador de un Goya Sergio G. Sánchez (El orfanato) y con producción de Nostromo Pictures y Palmeras en la nieve AIE, en asociación con Telefónica Studios, la película tiene previsto su estreno de cara a la campaña navideña y en Antena 3 la consideran como una de sus producciones más destacadas del año en curso. Nace con el paraguas del éxito de la novela de Gabás, quien a su faceta de escritora une la de ser alcaldesa de Benasque. Inspirada por las vivencias de su familia, las ventas de su novela fueron una de las más agradables sorpresas editoriales de 2012 porque su argumento era una rara avis en el panorama español.
Hasta hace bien poco la memoria de las colonias españolas en África era poco menos que un accidente, una especie de Guadiana que aparecía y desaparecía de las estanterías y de las novedades editoriales como un exotismo cíclico. Los fragmentos de Historia de una maestra de Josefina Aldecoa ambientados en Guinea Ecuatorial, la celebrada La vida perra de Juanita Narboni de Ángel Vázquez que describía la vida en Tánger, eran singularidades en un contexto de mudez ante el pasado español en África.
Un silencio que se explica en parte por la propia actitud de los españoles hacia sus colonias africanas. Tal y como apunta Jorge Salvo en su tesis doctoral La formación de la identidad en la novela hispanoafricana (1950-1990), "el gobierno y el pueblo español siempre consideró los territorios africanos como una colonia que debía ser explotada". Una actitud que no se corrigió con el paso de los años. "Se puede asegurar que los países de habla hispana, particularmente España, han mostrado poca o ninguna intención en acrecentar sus lazos culturales, políticos o económicos con Guinea Ecuatorial", escribe Salvo.
Uno de los pocos que ha estudiado el fenómeno de la novela colonial española ha sido el africanista Antonio Carrasco (Llerena, 1960) quien publicó en 2009 Historia de la novela colonial hispanoafricana, en una edición de Casa de África, y tiene en su haber libros como El reino olvidado. Cinco siglos de la historia de España en África editado por La Esfera de los Libros. En el caso de Guinea Ecuatorial, Carrasco constataba que uno de los problemas para afrontar ese legado fue la propia indiferencia de España hacia sus colonias. "A Guinea se llegó en 1778, aunque no fue hasta 1858 que se pudiera hablar propiamente de inicio de la colonización por el estado de abandono en que se tenían los territorios", escribe. "Más aún", añade, "quizás hasta finales del siglo XIX o principios del XX no hubo una población que se pudiera llamar colonia y ésta estaba reducida a muy pocos lugares".
Las primeras referencias a Guinea en la literatura española aparecieron a finales del XIX, pero no sería hasta los años veinte del siglo XX que se publicaron las primeras novelas. En 1925 apareció La danza de los puñales, de Buenaventura Vidal, "un intento a medias logrado de hacer una novela de aventuras africanas", dice Carrasco. Después sería Jesús R. Coloma quien dedicara a esta colonia algunos cuentos y Joaquín Rodríguez Barrera "una novela deslavazada, pero llena de detalles de vida indígena en 1931".
No sería hasta los años cincuenta que se produjo una "pequeña explosión literaria guineana", tal y como la describe Carrasco, con algunos de los mejores relatos del tropicalismo español. Fang Eyeyá (1950) de Germán Bautista Valverde; La selva humillada (1951) de Bartolomé Soler, Efún (1955) y La mujer del colonial (1962) de Liberata Masoliver, por citar algunas, a las que habría que unir las novelas y memorias de los misioneros sobre este territorio, y las novelas de autores guineanos como Daniel Jones Mathama y su Una lanza por el Boabí, Donato Ndongo-Bidyogo y su novela Las tinieblas de tu memoria negra, o Juan Balboa Boneke, padre de la cantante Concha Buika y que falleció el 10 de marzo de 2014 en Valencia.
Antes del éxito de Gabás ya autores como Fernando Gamboa (Barcelona, 1970) se acercaron a Guinea Ecuatorial, en su caso con una novela de aventuras y denuncia contra la dictadura de Teodoro Obiang titulada Guinea. En un escrito en Rebelion.org el propio autor hablaba de la peculiaridad que suponía que se ambientase una novela en el país africano. "A muy pocos les debe sonar un pequeño país llamado Guinea Ecuatorial, aún menos sabrían dónde situarlo en un mapa de África, y serán contados los que recuerden que, hasta hace exactamente cuarenta años, los ecuatoguineanos eran tan ciudadanos españoles como un alicantino o un gaditano". El propio Antonio Carrasco publicó en 2011 la novela Orden en Río Muni, ambientada durante la Primera Guerra Mundial, en la que narra una investigación con el telón de fondo de la contienda bélica.
Lejos de ser una moda, pero con visos y mimbres para ser una referencia más habitual, las novelas y libros que remiten al pasado colonial comienzan a tener mayor presencia en los últimos años, en parte jaleados por el éxito de Gabás, que ha supuesto un antes y un después y ha hecho que muchas editoriales y jurados vean con menos recelos las narraciones coloniales. En ese contexto, la escritora y periodista Gemma Freixas (Barcelona, 1962) se alzó como ganadora del Premio Roc Boronat 2013, que promueve la Once, con la novela detectivesca Casino de Santa Isabel (Proa) en la que relataba una investigación de un crimen durante el proceso de independencia de Guinea Ecuatorial. Freixas vivió allí como colona y durante la presentación de esta novela anunció que está preparando un segundo libro sobre el país en el que tratará "la Guinea rica en petróleo y en desigualdades sociales".
Otro de los que se ha aproximado a este pasado es el valenciano Emilio de la Fuente Arévalo (Xàtiva, 1962), quien presentará este viernes a las 19.00 horas en la Librería Soriano de Valencia su novela Fotografías en blanco y negro. En su caso la novela se le ocurrió durante su estancia un verano a mediados de los noventa en la antigua colonia española, a la que llegó a través del colegio religioso en el que trabaja. Impactado por la experiencia, De la Fuente estuvo dándole vueltas a la idea de mostrar los vínculos de España con Guinea y finalmente escribió este libro que dice que "tiene algo de novela de viajes, algo de novela histórica, algo de novela costumbrista y algo de novela de amor", y con el que sobre todo quiso contemplar buena parte de la historia española del siglo XX desde "el otro lado", desde África.
En ella, un joven, Edson, se reencuentra con su pasado familiar en las colonias. Si en Nieve en las palmeras ese reencuentro era a través de una carta, en el caso de la novela del setabense es por unas fotografías en blanco y negro que el padre del protagonista observa a escondidas. "Si preguntáramos a cualquier joven por nuestro pasado colonial", dice De la Fuente, "estoy convencido que muchos no sabrían qué responder y algunos alcanzarían a nombrar Cuba, descartando por supuesto algunas igual de lejanas pero en el continente asiático o africano. Como dice Juan Manuel de Prada, España ha traicionado su razón de ser, su sentido histórico. Y es que los españoles siempre hemos tenido mala conciencia y hemos extendido un velo sobre nuestro pasado colonial. Y cuando digo españoles incluyo a los libros de texto de Historia de España".
También vinculada con el pasado colonial español se halla otra publicación que impulsa el critico e historiador de arte Manuel García con su nueva editorial Ediciones Vuelta del Ruiseñor y que verá la luz este año. Se trata de Hacia África, un libro inédito del pintor valenciano Genaro Lahuerta (1905-1985). Diario de viaje del artista, en él Lahuerta narra su traslado en 1953 al antiguo protectorado español del Sáhara y su estancia en ciudades como Sidi Ifni Smara, el Aiaun... "El pintor, aparte de regalarnos un relato literario del antiguo protectorado español, unos años antes de su descolonización, narra su experiencia como retratista y paisajista del África sahariano", explican desde la editorial. Un eslabón más que unir a una literatura colonial tan necesaria como desconocida y que, como apunta De la Fuente, está brotando de la obligación de no olvidar; parafraseando a Carmen Amoraga, para que nada se pierda.
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