Los vinilos, la ropa usada, la decoración añeja, los labios rojos y hasta Romina y Albano en el festival de San Remo: todo es un 'remake'
VALENCIA. El mejor diseño es el vintage, el añejo, el gran reserva. Pasa igual con las películas basura: su adecuada apreciación requiere cierta distancia temporal. El encono en la promoción de la Valencia Disseny Week que se ha celebrado esta semana es loable, pero cualquier tiempo pasado fue anterior y, por lo que parece, mucho mejor.
Hoy triunfa lo vintage: los vinilos, la ropa usada, la decoración añeja, los labios rojos, Madonna vestida de torero y hasta Romina y Albano en el festival de San Remo. Todo es un remake del pasado
Mi semana más vintage empezó en La Chaise retro & med, un multiespacio que inauguraron recientemente Alba Ibáñez y Javier Gijón en un antiguo almacén textil fundado en 1910, un lugar antes conocido como Las Columnas en el que se ha respetado desde la fachada hasta el altillo. En el sótano de La Chaise, reconvertido en galería de arte, se inauguró la exposición Diseña Crea Recicla con trabajos de creadores valencianos realizados con materiales recuperados: una vetusta máquina de escribir reciclada en lámpara, un vetusto televisor como espejo o un expositor antiguo de joyería.
Junto a los artistas participantes, entre los que se encontraba Lebrel, Equipo Klandestino, Debigotenrotllat, Sueño Vintage, Sergio Mendoza & El taller de radios, MGO Ind., Vicente Mas Fito, Rosa Borredá y Estudi Oníric, estuvieron también Nuria Cidoncha, ex directora del IVAC; la catedrática Pachu Abad; la economista Artemisa Parra acompañada de la periodista Ana Alborch; el fashion style Juan Carlos Solera; el empresario hostelero Manu Ragull junto al abogado Francisco Alanzor, propietarios de Lotelito; el economista Nacho Chuliá; los profesores de universidad Julia y José Manuel Ibáñez; Moisés, decorador de Paprika o Jaime de Imleval.
Del gremio artístico asistieron el pintor y diseñador gráfico Fernando García del Real; la pintora Susana Roig; el pintor Manuel Benlloch, de Camafeo Chic; el artista Nacho Ruiz y la diseñadora gráfica Lucía Gorostiza; el fotógrafo Raúl Dap,; la directora del Museo del Ruso de Alarcón, Marisa Giménez; el artista plástico y músico Ismael Rumbeu; la ceramista Eugenia Boscá o la decoradora Karola Parra.
Mi segundo gran momento vintage de la semana fue en la inauguración de la renovada flagship store de Muebles Mariner. Fue en el mismo edificio que ocupaba la antigua fábrica en la zona de Patraix que, cuando no había polígonos industriales, fue invadida por muchas industrias valencianas (la intrahistoria de la historia). Para los que estén en preescolar en estos asuntos, aclaro que Mariner fue de las primeras firmas que exportó muebles y lámparas valencianas a Estados Unidos y se la disputaban para que decorara palacios, como el del Sultán de Kelantan en Malasia.
La fiesta de Mariner fue una mezcla de diseñadores, extravagantes compradores árabes y chicas de ésas que salen fotografiadas en los blogs de moda. De los invitados que acompañaron a la familia Mariner la cuota se repartió entre amigos locales y una amplia representación internacional de empresarios venidos desde Letonia, como Eugeny Zefirov y Alla Amusina, desde Kazakhstan, como Oleg Pzikhobko, Jacinto Ribas, MKirill Polskiy y Son de Almaty, desde El Cairo, como Mohamed Metwally y desde China, como Paula Tzeng y John.
Para coronar el cóctel se echó mano de la música de jazz de Copa Ilustrada Band, con la voz de Javier Botella. Y para terminar de mezclar, el cóctel fue a base de sushi japonés, que también es algo muy «in». Cristina Tárrega, convertida en gurú de la belleza, dijo en la radio que ella desayuna zanahoria y nabo japonés. ¿Perdona? Le sacaría punta a los nabos japoneses, pero no quiero mezclar a Cristina Tárrega con la espectacular lámpara de bronce que iluminaba el valenciano cine Rex, una pieza emblemática del Museo Mariner.
Esa regresión a uno de mis cines favoritos de los ochenta fue como un chute de nostalgia modernizado. Me emocionó y transportó casi tanto como ver las corbatas de algunos caballeros asistentes, en rosa chicle o verde pistacho, por no hablar de las estampadas con bichitos y muñequitos. Antes que verlos con esas corbatas casi preferiría que fueran descorbatados, como el guapo ministro griego Yanis Varoufakis, más conocido como Varoufucker. Sus camisas por fuera, colgando por encima de los pantalones, ya estaban de moda durante la Transición española. Yendo despechugado y sin corbata se estaba como más por la ruptura democrática o por la reforma política. Creo que Varoufucker también es vintage.
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