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LA CIUDAD Y SUS VICIOS

Geografía de la agitación: Valencia, te han salido cuatro nuevas plazas

VICENT MOLINS. 14/02/2015

Diga La Llimera, diga Matraz, diga DeWall o diga Ideo; son cuatro puntos neurálgicos que le han salido a la ciudad

VALENCIA. Recorramos la geografía de los espacios, sedes, colmados culturales, que han aparecido sobre el relieve de Valencia como forúnculos venidos a más y amenazan con apoderarse del entramado social de esa parte de ciudad (pequeña, intuyo; una porción mínima) que vive bebiéndose la urbe a tragos, sin miramientos y apasionadamente. Han surgido sin que nadie sepa exactamente cómo ha sido. Diga La Llimera, diga DeWall, diga Ideo, diga Matraz. Son localizaciones de la escena Valencia y comparten su identidad al margen de cualquier oficialismo, la ley de los barrios. El impulso de la sociedad civil, se escucha.

En Matraz Julio Bustamante, el Bustamante bueno, paladeaba sus canciones como acodado en la barra de un bar perdido, mientras su público, en la intimidad, se lamía del gusto la comisura de los labios. En Ideo un recital mantenía absorto a la peña, montada sobre un montículo, colocada sobre una grada natural. En deWall una colla de geeks tomaba los donuts de colores de un desayuno a modo de conferencia, organizada por un alemán al que su cuerpo le pide Valencia. En La Llimera, un festival de autoedición gráfica y sonora congregando a ilustradores insignes y profesionales de hacérselo a uno mismo. Ocurre en las últimas semanas. Una energía en curso. El más allá de las lamentaciones.

En La Llimera, en el festival Tenderete, el dibujante Luis Demano (cuádrense) examinaba la escena y pensaba lo que va a decir justo ahora: "Esto perfectamente podría haber sido otro garaje en el barrio, pero se ha convertido con el esfuerzo de un reducido número de personas en un espacio autogestionado que alberga todo tipo de actividades culturales. Conciertos, exposiciones, festivales de autoedición, conferencias,  talleres, y las viejas y preciosas motos de Sergi".

El extraño afán por, en lugar de tener un desván parado, sacarse de la manga una embajada inquieta. "Y más en una ciudad donde intentar llevar a cabo cualquier iniciativa cultural se convierte en una labor titánica frente al Goliat administrativo", abrocha Demano.

La Llimera, un sitio que sirve de paradigma.

El caso de La Llimera sirve de paradigma, porque se explica todo solo. Y además, claro, "en la parte posterior tiene un pequeño patio con un limonero, por eso se llama La Llimera". Da a la plaza triangular de Pérez Escrich, entre bloques, área de La Petxina. Su destino estaba escrito: acumular basura. "Junto al garito que regentamos, Magazine Club, había un local infrautilizado, lleno de basura y empleado como almacén, y al mismo tiempo no dejábamos de recibir propuestas para presentar proyectos artísticos en el bar. Así que decidimos transformar el vertedero de basura en un vertedero de cultura". Cuánta justicia poética. ¿Qué había antes? "Basura".

La Llimera, vitamina cítrica lo Juan Palomo. Al borde del limonero. Aquí se plantó Xenia Rubinos a vocear en una actuación de bandera antes de que El País titulara: "Bjkörk+Celia Cruz=Xenia Rubinos". Salas de conciertos levantadas con la fuerza bruta de unos cuantos brazos tirando hacia la misma dirección. "Hacemos lo que nos da la gana", intervienen detallando su línea programática.

Y el viaje sigue en El Grao, Proyecto Matraz, un nombre de película de ciencia ficción, marcando ínfulas creacionistas. Una criatura formándose en el marítimo. En la calle José Benlliure, de esas alas que progresa paralela a la larga calle de La Reina y bifurcan la retícula cabanyalera. Como un salón de salones tan clásico, y a la vez tan poco clásico, que el ambiente se pone para que un sheriff local atraviese el zaguán y se siente a escuchar la actuación de Vinicius de Moraes.

"Creo que el nombre lo define estupendamente: Proyecto Matraz, siendo el matraz el recipiente donde se mezclan las soluciones", avisa Begoña Martínez, partícipe de esta clá de barrio. Un buen día repararon en que cerca de sus casas había un local donde crear su consulado: "tenía mucho encanto y estaba cerrado. Pensamos que sería interesante para nosotros (un grupo de amigos relacionados con el mundo de la cultura) y para el barrio, abrirlo y celebrar actividades a las que nos gustase asistir. Al ir extendiéndose la idea, empezó a tornarse imprescindible".

En este antiguo restaurante hecho matraz se juntan "arquitectos, veterinarios, fotógrafos, músicos, viajeros profesionales, sociólogos, psicólogos, actores, profesores, diseñadores, escritores, artistas plásticos...". En ocasiones se bordea la conmoción: "recuerdo un concierto interpretado por un violinista de catorce años (Jacobo Christensen) acompañado al piano por Carlos Apellaniz, donde el público se emocionó hasta las lágrimas". Un proyecto creando química.

El espacio Ideo, en plena Ciutat Vella. FOTO: EVA MÁÑEZ.

De la transmutación de la nada en puntos calientes del mapa ciudadano saben en Ciutat Vella. Ruta hacia el entorno del mercado de Mossén Sorell, entre la calle Corona y la calle San Ramón. El espacio Ideo lleva el nombre de la empresa de interiorismo que le ha dado armatoste. "Yo lo miraba desde la vista satélite de Google Maps y siempre me llamó la atención. Es un anfiteatro, por encima asoma un bosque", observa Salvia Ferrer. Un bosquecillo cerrado al cruzar una puerta cualquiera. Una tierra cuya estructura desliza por una ladera hasta un foso, y allí una cabina, y allí un escenario. La localización estrella del último festival Intramurs. "La reacción de la gente que entraba fue de: ¡Wooo, qué espacio! Es un jardín maravilloso en pleno centro del Carmen".

El jardín puesto al servicio de la calle. Una plaza nueva que se abre para ocasiones especiales y que acarrea un historial de órdago. "La gente te cuenta cosas... -disecciona Salvia-. Parece ser que allí hubo el primer molino de cacao, convirtiéndose en una fábrica de chocolate, de la marca La Capelleta. ¿Te imaginas? Es alucinante. Otras personas lo llaman el Solar Bomba, porque en el número 7 de la calle Alta, en el mítico bar Arturo Lliso, estalló una bomba en la Guerra Civil.  Según el poeta Nicolás, en el subsuelo se hallaba una gran bolsa de petróleo. Más tarde aquello se convirtió en un gimnasio con un ring en donde se practicaba boxeo".

DeWall, la última promesa, un lugar donde nació San Pedro Pascual.

Al atravesar el portal de la Valldigna, por donde el medievalismo cala y pulula el rastro de las antiguas imprentas forjando el Siglo de Oro, la geografía de la agitación remite a DeWall, el más nuevo, la última promesa. Pero qué historia. "Las primeras referencias del edificio datan de 1227 donde dice la tradición que nació san Pedro Pascual y desde tiempo inmemorial pertenece a mi familia", desliza Ignacio Campos, el arquitecto que vela por su existencia. "El inmueble ha pasado de ser un palacio gótico a transformarse en el siglo XIX en un edificio de viviendas burguesas para los directivos de la antigua fábrica de seda que existía en el interior del patio de la manzana. Desde entonces el edificio ha ido envejeciendo hasta llegar a ser una ruina inhabitable. Mi familia decidió entonces acometer su rehabilitación integral".

Unos días atrás se celebraba allí, un viernes por la mañana, el primer desayuno Creative Mornings, iniciativa extendida por más de cien países y que mensualmente propone un tema global para una charla en cada una de las ciudades. Donuts, cruasanes y conferencias. Una mañana mucho más plácida que el día del estreno en DeWall: "faltaban pocas horas y todavía estábamos terminando las obras, muy justos de tiempo, cuando un coche se metió en el local llevándose por delante la puerta nueva de cristal. No dábamos crédito".

Valencia, te han salido cuatro nuevas plazas.

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2 comentarios

Laura escribió
16/02/2015 16:22

Yo estuve en La Llimera, en la presentación de una marca de ropa y lo pasé genial! https://www.youtube.com/watch?v=JV8yuU1LMqc Da gusto que en Valencia se hagan cosas así :)

horizon escribió
16/02/2015 07:17

Calen propostes com estes, força refrescants, front al "Goliath administratiu", en paraules de Demano en l'article d'en Vicent Molins, d'una ciutat pesada, vaga i 'dull' en el sentit de lenta, bova, de més; una ciutat que moralment, intel·lectual i cultural resulta poc interessant i que per algun motiu ―sobretot a causa d'un règim draconià que limita enormement les seues possibilitats― no troba el seu lloc ni la sintonia amb la resta del país ni amb l'avantguarda de l'Amèrica Llatina ni d'Europa. Endavant!

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