Dos salas de cine en un mismo lugar 'contraprograman' el estreno de 50 Sombras de Grey. Lo que allí sucede está lejos de la ficción
VALENCIA. Abre a las 11 de la mañana y cierra a las 11 de la noche, ¿pero quién entra? Emisión ininterrumpida, cuatro películas y dos salas. Esta semana, la contraprogramación al dulce estreno de 50 Sombras de Grey son Diamantes negros y Culos All Star [sala A] o Mi marido y los otros y La mujer del coronel [sala B]. La programación, de hecho, solo puede conocerse 'in situ'. No hay web. Hubo página en Facebook, pero la borraron. Proyectan cine con calificación X y suponen el 50% del ‘mercado' en toda España en este negocio.
Tan solo una sala en Madrid y otra en Granada, las dos de una única pantalla, compiten con las Salas X situadas en la Calle Cuenca de Valencia. "El negocio nació muerto", apunta Miguel Tejedor, realizador, productor y autor de El libro de los cines de Valencia (Carena Editores). "Para cuando dieron las primeras licencias en España, entre los años 1984 y 1985, el videoclub y formatos como el Betamax y el VHS ya se habían extendido".
Vicente Gil recuerda como "durante los primeros días hubo colas, pese al rubor que podía generar en el barrio". Este miembro de una de las históricas familias del cine en Valencia, entre otros del Cine Alginet, se sumó al negocio con la reconversión del teatro de revista El Alcazar -donde pasaron a proyectarse películas pornográficas- y más tarde con el cine X Alcoy, en esta calle tras la Estació del Nord: "la gente prefería alquilarse las películas y llevárselas a casa. Quien las veía en el cine era un público minoritario".
El nombre tras las salas X es José Penades o Pepe Penades e hijo. Como la familia Gil, su vinculación al cine no llegó a partir de estas salas, sino que tuvo más pantallas de exhibición. Sin embargo, cuando fue posible adquirir una de estas licencias, montó una sala doble en la calle Cuenca que todavía perdura. Lo hace con precios similares a los de una entrada de cine convencional, pero con un flujo de clientela peculiar: apenas hay movimiento de entrada y salida, nunca hay cola y los hombres que acceden nunca están dentro la duración de una supuesta película.
En Valencia llegaron a convivir cuatro licencias de exhibición "para películas especiales. De ahí venía la terminología de Cine S, por special en inglés", asegura Tejedor. "El enfoque de estas salas es similar a las de arte y ensayo, a películas para un público minoritario. De hecho no se esperaba que durasen hasta la fecha, sino que se reconvirtieran en salas para la proyección de películas de autor, en versión original y menos comerciales". Y lo cierto es que esta premisa de partida estuvo a punto de convertirse en realidad en el caso de las salas de la calle Cuenca.
Las salas de cine X de la calle Cuenca no participan de la Asociación de Exhibidores de la Comunitat Valenciana. Como apunta su presidente, Antonio Such, "no tendrían nada que hacer con nosotros, porque son ‘negocios' que no tienen nada que ver". Aun así, el propio Such, gerente de los Cines Babel, reconoce que existió cierto interés por parte de su empresa por quedárselas y trasladar la oferta de cine de autor y en versión original hasta el barrio de Arrancapins. No obstante, no llegaron a un acuerdo "posiblemente porque la propia actividad ya empezaba a remitir". Cabe destacar que la misma empresa acabaría cerrando los Cines Albatros, en la salida norte de Valencia, pocos años después y centraría toda su actividad en los citados Babel.
Por experiencia propia, Vicente Gil recuerda que la sala X de la calle Alcoy era "muy deficitaria. Estuvo abierta incluso por cierta vinculación con el gestor de la misma, porque la familia queríamos mantener su actividad hasta que se jubilara". Tejedor añade que "este hecho, el de mantener al personal, ha estado ligado a la subsistencia durante algunos años más, como extra, en estas salas para un público minoritario".
De hecho, eran salas en las que la máquina de proyección -primero de film de 35 mm y luego en DVD- estaba en la misma taquilla: "un solo hombre vendía las entradas, proyectaba la película y limpiaba la sala. El otro cine que funcionaba así era el Cine Colón, en la calle Carniceros". En el cambio de formatos, eso sí, las salas X si que se adaptaron al formato digital antes que el resto: "llegó el momento en el que era prácticamente imposible conseguir películas de film", asegura Gil.
La razón por la que todavía sobreviven las dos salas de la calle Cuenca está ligada, según Tejedor, "a que lo que allí dentro sucede no tiene nada que ver con el cine. Igualmente, es una propuesta que tiene más que ver, supongo, con el empeño de sus propietarios por mantenerlas en pie". En el barrio, cualquier día, la gente pasa por la puerta de forma totalmente inadvertida. Se ha mimetizado con el entorno. Solo los ajenos al lugar se quedan mirando de vez en cuando los peculiares títulos de las películas.
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