MADRID. Viene un año cargadito de elecciones. Además de las buenas. De las emocionantes. De las que generan metáforas. Si el procés català nos dio más metáforas que ocho siglos de tradición poética, imaginen ahora con la posibilidad de que Podemos, Ganemos o el nuevo partido de Tania Sánchez alcancen parcelas de poder o sean decisivos para gobernar. Algunas serán en plan como la que nos descubrió Mauro Entrialgo, que un pistacho cerrado necesariamente no sabe mejor; otras, y todos lo sabemos, tendrán a Stalin y Hitler como protagonistas. Habrá tuits que podrán exponerse en ARCO como el que cito a continuación.
Son tiempos de comparar todo lo que ocurra con la llegada de los nazis al poder o, en un alarde de originalidad, la dictadura de Stalin. Lo que se llama, como decimos, marcarse un godwin.
Y en lo que a televisión se refiere, quién sabe si como queriendo prestar un servicio al ciudadano, en RTVE hace un par de semanas se marcaron un fin de semana glorioso. Fue el famoso en el que Pablo Iglesias llamó "Pantuflo" a Eduardo Inda en repetidas ocasiones ante la valentísima indiferencia de sus compañeros periodistas. ¿Ven? Si hubieran hecho la recurrente metáfora godwin de que primero fueron a por Inda, yo no me levanté y me fui, pero luego fueron a por tal... Ya saben cómo sigue....
Pero esos periodistas no podían ver lo que estaban echando las otras cadenas. Primero fue un documental sobre el gulag, ‘Los olvidados de Karagandá'. Muy interesante. Hablaba de la última promoción de aviadores que la República envió a la Academia Frunze soviética. A los pobres, el final de la fase bélica del genocidio les pilló allí y no pudieron volver. El gobierno había pagado por su manutención y cursos, pero en un momento dado, lógicamente, dejó de enviar dinero. Los soviéticos pasaron a sentirse incomodados con su presencia. "Un poco indeseados", dicen en el documental que se encontraban, y acabaron en el gulag. En aquella URSS no había medias tintas.
Junto a ellos, también había algunos Niños de la guerra. Los hijos de muchos republicanos que fueron a la URSS como refugiados. Tras la invasión nazi y una atropellada evacuación, a los que les dio por robar alguna cosilla, les cayeron ocho años de gulag. Casi, casi con la misma lógica que el pacto antiterrorista que han firmado Rajoy y Sánchez Mancha.
Y no podían faltar los prisioneros de la División Azul. Muchos de ellos falangistas y, otros tantos, también republicanos. Estos últimos se enrolaron como voluntarios con la intención de limpiar el historial, para salvar a algún familiar, o pasarse al enemigo, pero los soviéticos nunca se fiaron de ellos cuando cruzaban las líneas. Y en aquella época eso era sinónimo de, sí, lo han adivinado: gulag.
El documental está lleno de testimonios y recuerdos de aquellos días. Especialmente de los divisionarios. Explican sus heridas de guerra, un ojo vaciado por una bala, o cómo los soviéticos pinchaban uno a uno todos los cuerpos que se encontraban tendidos con la bayoneta a ver si alguno se estaba haciendo el muerto. Un soldado español dice que no pudo ser más feliz en el momento en el que decidió levantarse, ponerse de pie arriesgando su vida, con un ojo en la mano prácticamente, para evitarse la cuchillada en el culo o la pierna, en el mejor de los casos.
Sin embargo, de la convivencia en el gulag entre los falangistas, los niños de la guerra y los soldados republicanos no hay testimonios. Colaboraban entre ellos, es lo único que se sabe, porque ahí, ante semejante adversidad, no estaban para disputas en clave regional. No obstante, al volver a su país tras la muerte de Stalin, cuenta el documental que algunos pidieron regresar a la URSS. Un niño de la guerra incluso revela que en el gulag descubrió el auténtico comunismo, que no tenía nada que ver con Stalin, dice. Y lo cuenta con una estantería repleta de libros de Lenin.
Un excelente hallazgo esta historia que, por lo visto, los periodistas descubrieron en Kazajistán cuando iban a rodar otra cosa. Gran trabajo, aunque tenga un pero, tan sólo destacar que al final dedican unos minutos al autobombo y la poesía tal vez excesivos. El embajador español en Astaná pronunciando politiqueras declaraciones como "descubre uno todos los días hechos que generan nuevos espacios de cooperación" ya no aportan nada un material recopilado brillantemente.
Y luego, a las pocas horas, como quien no quiere la cosa, vino una Noche Temática sobre nazis. Trataron el poco conocido asunto del programa Lebensborn. Guarderías en los países ocupados por Hitler que albergaban a los hijos que tenían los SS por ahí ejerciendo sus, digamos, derechos de conquista. La tragedia de estos niños es conmovedora. Al finalizar la guerra, tuvieron que ocultar su origen durante muchos años. No eran bien vistos en ninguna parte.
Una mujer cuenta que el peor parado fue su coco. Como niña criada o, mejor dicho, adiestrada en una guardería nazi, solo con cuatro años era nazi furibunda. Al llegar los estadounidenses y entender ella en 1945 que todo se había hundido, se quedó, confiesa, trastornada. El resto, a lo que alude es a que les costó mucho encontrar su propia identidad. Lo recuerdan malencarados. Es infame. Y necesario de ver.
El siguiente documental en desfilar, nunca mejor dicho, fue uno sobre Heinrich Himmler. Otra buena fuente de metáforas para sus godwin. Tienen estos reportajes disponibles hasta el 8 de febrero en la web de RTVE, o sea, mañana, así que corran a por ellos.
Y en lo que a respecta a esta columna, tan solo aportar nuestro granito de arena recordando el programa ‘Rasgos' que el 12 de septiembre de 1982 emitió también RTVE. Quedaba un mes para las elecciones que ganaría Felipe González y alguien debió pensar que como último recurso había que sacar una entrevista a Valentín González ‘El campesino', general republicano de azarosa y discutida trayectoria, para poner algunos godwin encima de la mesa a ver si así tal. No en vano, un día antes se había celebrado la Diada en Cataluña, con asistencia de 50.000 ciudadanos según El País, y El Campesino, extremeño, fue el encargado de dirigir la primera línea de defensa de este país, en Lleida, en la guerra civil. Una batalla heroica de los republicanos, perdida como casi todas en esa contienda, y en la que parece que este general jugó un papel lamentable.
Aunque no fue el único triste episodio que Valentín González protagonizó. En los manuales de Historia y memorias se le suele criticar por su crueldad con los enemigos y, en particular, también con los suyos. Era de disparar a sus hombres si no avanzaban y hasta Haro Tecglen recordó en su obituario que fusiló también a homosexuales y prostitutas.
La periodista Mónica Randall, con glamoroso abrigo de piel y gafas oscuras, le entrevistó justo un año antes de que muriera en Madrid. En el diario ABC no fue nada bien recibido que le dedicaran este espacio. Una carta al director llegó a sugerir a TVE que si quería hablar de la guerra, que indagase mejor en la defensa del Alcázar. Un tema muy poco conocido que no se había tratado nunca antes, como todos ustedes saben.
Sin embargo, el interés en la figura del Campesino reside en su peripecia vital tras la contienda. Una vez refugiado en la URSS después la guerra, fue también a la Academia Frunze donde, cuenta Ramón García-Alix, "fue expulsado más por su incapacidad de cursar estudios superiores que por indisciplina" y entonces "practicó el bandidaje en Moscú y el contrabando". De modo que, efectivamente, terminó en un gulag.
Estaba prisionero en los Urales, aunque logró escaparse y fue detenido en Irán. Y de vuelta, internado esta vez en un gulag en Siberia, cerca del Ártico. Pero con un par, volvió a escaparse y al final sí pudo llegar a Teherán.
Desde entonces fue paseado por todo el mundo en ruedas de prensa y presentaciones de libros de memorias denunciando los excesos de la URSS y el estalinismo, lo que le sirvió para que fuera considerado por la línea dura como una marioneta teledirigida por la CIA.
Siempre le acusaron de ser un gran embustero. Se dice que fue mentira tanto su heroicidad en el ejército republicano, como todo lo que contó después de los soviéticos. Ya saben. Mentira tras mentira hasta el godwin final durante toda una vida. Algo así nos espera a nosotros este año.
hombre, casualidad de que el mismo dia me encuentro esto: http://www.theguardian.com/books/2015/feb/06/why-obsessed-nazis-third-reich
Yo me enteré de la existencia del Lebesborn cuando leí que una de las cantantes del grupo sueco ABBA había nacido en una aldea de éstas. Investigué un poco y resulta que lo que, en principio eran guarderías, evolucionó a algo más. Lo que en el artículo se llama "derechos de conquista" no eran tales, sino una obligación más de los soldados nazis. El proyecto era que aquellos que habían pasado la instrucción etc... podían "cruzarse" con las mujeres arias para traer al mundo más pequeños arios y, por supuesto, las mujeres en edad fértil con su arianidad bien acreditada debían dejarse "cruzar" y embarazar para traer más niños sanos y arios al mundo. Ellos, sementales de pura raza; ellas, meras máquinas de parir, ni siquiera madres, ya que la crianza y educación de los hijos corría a cargo de otros. Como en las granjas, pero con personas. Por supuesto, este tipo de Edén ario sólo podía darse en Alemania y países del norte y oeste como los escandinavos cuya población era considerada similar a la alemana: como mucho, un nazi se podría "cruzar" con una francesa muy rubia o una holandesa, pero nada de italianas, por ejemplo.
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