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VALENCIA. Paul Zinnard actúa esta jueves en el Loco Club para presentar su tercer álbum, Clean-cut and rude. Tras sus experiencias como miembro de The Pauls y The Bolivians, el compositor, guitarrista y cantante mallorquín ha tratado de proteger la espontaneidad con la que compuso este último disco. Para ello, se refugió en Managua (Nicaragua) dejó que la rutina fluyera y avanzó por el camino de desandar los caminos de la sobreproducción.

El resultado, ocho canciones ejecutadas en tan solo tres jornadas de estudio, en las que la preproducción y el sentido de permanencia en el rock americano sientan las bases del álbum. Introspectivo, pausado y emocional, el atrevimiento y los riesgos de este nuevo trabajo llegan precisamente por la crudeza de su grabación y por lo personal, expuesto con la intención de conectar cara a cara con el público.

Desde que en 2010 actuara por primera vez en la ciudad, Zinnard no ha dejado de regresar, aunque advierte: "los conciertos hasta este nuevo disco han sido muy distintos. Ahora, más que nunca, estoy apoyado en la banda".

-Cuando la propuesta es tan personal, supongo que no será fácil encontrar a esos compañeros de viaje. ¿Lo emocional, cómo son, ha sido importante en la confección del grupo con el que giras?
-Absolutamente. De hecho, es curioso, pero hace poco recordaba que cuando encontré a Mauro (Mietta) le pregunté a un amigo si conocía a un pianista que no hablara mucho. Al final, los músicos suenan como son, y por eso las afinidades y las formas son muy importantes porque cuando hago música en directo estoy en sus manos.

-Un disco compuesto en Managua. ¿Se ha filtrado mucho o poco de lo que viviste allí?
-Lo que se ha transmitido es la tranquilidad, pero las historias podían haberse escrito aquí. Pero esa pausa a la hora de encarar las cosas, de abordar las canciones, creo que sí que permanece y me gusta que se haya quedado así.

-¿Has tratado de transmitirla también a tu rutina en Madrid?
-Sí, quizá. Al principio.. pero es imposible. Aquí tienes que actuar al ritmo al que suceden las cosas.

-¿Fuiste a conciertos en Managua? ¿Qué escuchaste?
-Fui a bastantes porque estaba relacionado con gente del mundo de la música. Disfruté mucho de un garito que se llama El Panal, en el que habitualmente tocaban bandas emergentes. El sonido era menos establecido. Recuerdo una banda que se llama La Cuneta Son Machine, que están en un punto mucho más actual del ‘son' y que creo que es hacia donde se enfoca el sonido de Latinoamérica.

-Suena un disco tranquilo, pero me pregunto si en este periodo desde la publicación (noviembre de 2014) y los primeros conciertos de la gira le das una nueva escucha al disco.
-Lo cierto es que no me gusta volver a escucharlos. Tengo miedo de encontrarme cosas que, por tener que cerrar el disco, se han quedado de alguna forma desacertada.

-De hecho, esta forma de producir, de grabar todo en directo con la banda en tres días, busca un poco ese tipo de ‘errores'. ¿Es una apuesta en busca de la belleza de la imperfección?
-Sí, aunque no sé si lo llamaría errores. Hay músicos que lo llaman ‘azar'.

-¿Cuál de todas tus grabaciones está más alejada de ese ‘azar', con una sobreproducción?
-El primer disco con The Pauls., The Champions of the World Tardamos un año y lo recuerdo como un infierno. En los últimos meses me juré que no volvería a grabar un disco. Estar en esa tensión durante tanto tiempo, cambiando de estudio, regrabando la voz, las baterías, dándole la vuelta a las canciones... lo que es importante es marcarse unos límites y trabajar sobre ellos, dejar que surja lo mejor dentro de ese marco.

-¿La grabación es el momento crítico en años de trabajo?
-Sí. Es el momento en el que te la juegas, con toda la seriedad, intentando que todo tenga la mayor pulcritud, pero tampoco ha de pervertir la espontaneidad. Había gente que me decía que por qué grababa con tan pocos días de estudio. Yo también lo comparo al trabajo de un trapecista, en relación con el directo: en algún momento tienes que quitarte la red y salir adelante.

-Para quien te sigue, como contraste, ¿qué disco con sobreproducción te gusta especialmente?
-Pues hay un caso: The Nightfly, de Donald Fagen. Es de principios de los 80 y percibes que hay un derroche de medios en la grabación, que el resultado es una perfección muy lograda. Aun así, cuando ya lo he repasado 20.000 veces veo que hay una frialdad que te hace reflexionar si ese es el camino a seguir.

-¿El público va entendiendo esa corriente cada vez mayoritaria de grabar en directo y recuperar esa crudeza?
-Yo creo que sí. Ayuda que bandas como Arctic Monkeys, por ejemplo, también lo haga en un sentido de público mucho más amplio. Creo que sí que hay ese tipo de público, porque en España la gente está más cultiva de lo que parece en ese sentido. Aun así, si nos referimos al consumo de la música a través de la radio, la posición siempre es pasiva.

¿Qué buscas y qué estás encontrando con los directos de un disco tan íntimo?
-Me gusta que el público entre en trance lo más pronto posible. Para ello los músicos han de hacerlo conmigo, pero busco que esa conexión sea inmediata. Es lo más importante, haya mucho público o no, para que la percepción sobre las canciones sea la más interesante para ambas partes.

CLEAN-CUT TOUR 2015

Presentación en Valencia
Jueves, 5 de febrero, 22.00 horas
Sala Loco Club (Carrer de l'Erudit Orellana, 12)
Entradas a la venta
Precio entrada anticipada: 6 euros