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Enrique Fdez del Río: "Los valencianos llevan el espíritu emprendedor en el ADN"

ROMÁN BELLVER / FOTOS: EVA MAÑEZ. 03/02/2015 El rector de la UEV dejó su Cantabria natal para doctorarse en ingeniería electrónica en Madrid y Nueva York. En la capital trabajó en telecomunicaciones para satélite, pero la docencia era su vocación

VALENCIA. En 1999, Enrique Fernández del Río se incorporó al proyecto de la Universidad Europea de Madrid y puso en marcha en 2008 el de Valencia como centro adscrito. En 2012, logró el objetivo de convertirlo en la novena universidad de la Comunitat Valenciana.

–¿Por qué Valencia?
–Es la tercera ciudad de España, no lo olvidemos. Está muy bien enclavada geográficamente y junto con Granada y Salamanca, una de las ciudades que más estudiantes extranjeros atrae.

–¿Qué le impactó de Valencia al llegar?
–El espíritu emprendedor, sin duda. Los estudiantes me hablaban de sus proyectos empresariales y eso no lo vivía ni en Madrid ni en Cantabria. Los valencianos llevan el espíritu emprendedor en el ADN. También me impactó la cultura de vivir en la calle y de relacionarse socialmente. Esto, combinado con el espíritu emprendedor, tiene que ser una palanca para darle la vuelta a la tostada. En esta comunidad hay gente con mucho talento, hay que unirse. Juntos sacamos esto adelante.

–¿Qué diferencia a la Universidad Europea de las demás?
–Somos la primera universidad privada no confesional de la comunidad, y nuestro modelo se basa en dos grandes pilares: la inmersión profesional y la internacionalidad.

–¿Ser la primera universidad laica de Valencia llegó a ser una desventaja?
–Al contrario. La laicidad en la universidad privada española no ha cumplido todavía dos décadas, mientras la religiosa tiene más de un siglo. Ser la primera universidad privada laica de Valencia nos permite movernos con más agilidad que instituciones más antiguas. Somos una universidad abierta al mundo, sin distinciones de razas ni religiones, y no por ser laicos dejamos de tener valores.

 

–¿Cuáles son los valores de la Universidad Europea?
–Cultura del esfuerzo a través de la evaluación continua, ética profesional, emprendimiento, razonamiento crítico y responsabilidad social.

–¿En qué se traduce la inmersión profesional?
–El 50% de los profesores son profesionales en activo y eso también nos diferencia de las demás universidades. Nuestro modelo gira en torno a la empleabilidad global del estudiante: el 90% de nuestros alumnos encuentra empleo en menos de un año. También incorporamos prácticas regladas en todos nuestros planes de estudio y nuestros estudiantes realizan un proyecto integrador de conocimientos y competencias con una empresa u organización. Ninguna universidad hace todo esto.

-¿Cómo se plasma la responsabilidad social de los estudiantes?
–Les pedimos que aporten valor a la sociedad: alumnos y profesores colaboran con Cruz Roja, Unicef, o la Asociación de enfermos de Alzheimer a través de actividades regladas. Por ejemplo, atienden a niños en riesgo de exclusión social de manera gratuita en la clínica universitaria odontológica. También colaboramos con el Servef ofreciendo formación, orientación y coaching de estímulo a parados de larga duración.

–Pese a todo, ¿no es una universidad de ‘ricos'?
–En absoluto. Las becas y ayudas llegan al 27% de nuestros estudiantes. Las hay puramente económicas, otras de residencia o las de alumnos de alto rendimiento. También se pueden pagar las matrículas en diez mensualidades, incluso extender más el plazo si el alumno tiene dificultades económicas. Otra facilidad es la financiación con bancos con los que tenemos convenios. No olvidemos que el coste real de los estudios en nuestra universidad no dista mucho de la pública. Es más, nuestra universidad aporta una riqueza cualitativa y cuantitativa a la Comunitat.

–¿En qué sentido?
–Somos grandes exportadores de la marca Valencia al mundo. Los estudiantes internacionales y sus familias exportan esa marca. La riqueza más tangible es el alojamiento de estudiantes extranjeros, las visitas de sus familiares y amigos. Tenemos unas quinientas familias que vienen a visitar a sus hijos estudiantes y que hablan de Valencia en sus países.

–¿Cuál es el porcentaje de estudiantes extranjeros?
–El 35% de nuestros estudiantes son extranjeros y traen la multiculturalidad al aula. En las demás universidades españolas, ese porcentaje no supera el 5%. Por eso consideramos el inglés como estructural, y todos nuestros estudiantes salen de aquí como mínimo con el nivel B2. La internacionalidad también supone ofrecer dobles titulaciones o parte de las formaciones en otros países. Pertenecemos a la red internacional de universidades Laureates, por lo que tenemos convenios con treinta países en los cinco continentes. Esto representa una red total de 850.000 estudiantes.

–¿Cuál es para usted la titulación estrella?
–Es difícil decantarse sólo por una. En odontología tenemos unas diez nacionalidades en total. También estamos muy orgullosos de la titulación de traducción e interpretación: los alumnos están saliendo para ser intérpretes en Bruselas y organismos oficiales. El Global AD international se imparte en inglés, el tercer año se realiza en Nueva York y el cuarto en California o en la London School of Economics. Tampoco olvido la titulación técnica en arquitectura, con un enfoque más global e integral, para que el arquitecto no sólo se dedique a edificación.

–¿Qué medida adoptaría para sacar a la Comunidad Valenciana de la crisis?
–No hay recetas mágicas, pero sí creo que necesitamos la colaboración de muchos agentes sociales. Valencia se caracteriza por ser una comunidad de mucho emprendedor, pero individualista. Es necesario promover un cambio cultural. También hay que mejorar el nivel de educación, los informes Pisa no dicen precisamente cosas buenas sobre España. A más formación de los jóvenes, mejores resultados y bienestar.

–No estamos en este camino con el aumento de tasas y endurecimiento de requisitos para becas...
–Efectivamente. Tenemos que garantizar que no haya exclusión social por recursos económicos, que la persona que valga pueda formarse. Y cuanto más, mejor, porque lo devolverá con creces a la sociedad.
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Artículo publicado en el primer número de la revista Plaza, en noviembre de 2014

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