VALENCIA. Los buenos aficionados esperaban con expectación el concierto del domingo, especialmente por escuchar al joven pianista ruso Daníil Trífonov, que ganó el primer premio en los concursos Chaikovski y Rubinstein en 2011 y sin haber cumplido los 24 años está tocando con las principales orquestas del mundo y ha publicado varias grabaciones para el sello Deutsche Grammophon.
Trífonov no defraudó, pero no menos interés despertó el también muy joven director alemán Clemens Schuld, que lo acompañó con entrega en el concierto de Chopin y que antes y después de esa obra ofreció la obertura Coriolano y la Tercera sinfonía de Beethoven tocadas con un alarde de dominio técnico y riqueza de matices por una Orquesta Philharmonia que hizo honor a su fama de ser de las primeras del mundo. Schuld ganó el concurso de dirección Donatella Flick en 2010 y ha colaborado con directores como el recientemente desaparecido Colin Davis, Valeri Guerguiev, Daniel Harding y Simon Rattle.
El director, que vestía smoking negro y pajarita granate (ya he escrito alguna vez aquí sobre la decadencia del frac), abrió el concierto con una obertura de Coriolano intensa y fogosa, como corresponde a esa pieza, sin escatimar la necesaria dulzura que requiere el segundo tema. La Philharmonia exhibió ya desde ese momento la belleza tímbrica, la conjunción y la ductilidad de la que haría gala a lo largo de la sesión, ante los precisos requerimientos de un Clemens Schuld que utilizaba continuamente una muy elocuente gestualidad corporal.
Trífonov tampoco optó por el frac, ya que apareció vistiendo traje negro, corbata muy estrecha del mismo color y camisa blanca. La mayor parte del tiempo permaneció con la cabeza inclinada sobre el teclado del gran cola Steinway, con el largo flequillo lacio ocultando su rostro al público. Ofreció un dominio técnico deslumbrante, con una extraordinaria claridad en el fraseo y un precioso sonido. Si se puede decir que bordó todo el concierto, el ambiente intimista y la belleza en la expresión fueron máximos en el Larghetto. Solo hubo que lamentar un levísimo conato de aplauso a destiempo inmediatamente antes del solo de trompa que da paso a la coda del tercer tiempo. Las ovaciones de la audiencia lo llevaron a interpretar un estudio de Rajmáninov.
Schuldt había dispuesto los violines primeros y segundos de forma simétrica a su izquierda y derecha respectivamente. Tras los primeros, violas y contrabajos; tras los segundos, los violonchelos. La versión de la Tercera de Beethoven fue de inspiración clásica; enérgica, pero no desatada; viva, pero no muy rápida. En el primer movimiento renunció a la repetición de la exposición, como solía hacer Karajan, que dejó grabado un espléndido ciclo Beethoven con esa misma orquesta. La Marcia funebre fue sentida, rica en contrastes y precisa en matices pero ni excesivamente lenta ni desmelenada. Los solistas de viento brillaron tanto como lo aterciopelado del timbre de la cuerda, que hizo un insuperable pizzicato en el cuarto movimiento.
La brillantez y el brío de la Tercera tuvieron su contraste en el timbre asordinado del Vals triste de Sibelius que Schuldt ofreció como bis al frente de la Philarmonia en un concierto memorable.
Beethoven. Obertura de Coriolano y Sinfonía número 3, Heroica
Chopin. Concierto para piano y orquesta número 2
Daníl Trífonov, piano
Orquesta Philharmonia
Clemens Schuldt, director
Palau de la Música; 1 de febrero de 2015
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.