El éxito de '10 negritos' y 'La ratonera' en la cartelera teatral extiende un idilio desde los años 50
VALENCIA. La mejor escritora de novela negra de la historia, según decisión de la Asociación de Escritores del Crimen (CWA) del Reino Unido, ha sido un clásico de las tablas españolas desde mediados del siglo pasado. Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta se montaron hasta 11 obras de Agatha Christie en nuestro país, entre las que se hallaban Testigo de cargo, Muerte en la vicaría, donde aparece uno de sus personajes más conocidos , Miss Marple, y Muerte en el Nilo, protagonizada por el inspector Hércules Poirot.
Con el tiempo, el furor que la prolífica autora causa en los escenarios patrios ha decaído en variedad, pero no en representaciones. En la actualidad se encuentran de gira dos de sus clásicos: 10 negritos, programada el 30 de enero en el Auditori Torrent, y La ratonera, que tras largas estancias en Madrid y Barcelona, inicia ahora su periplo por el resto de España.
El idilio ininterrumpido de Christie con el público, tanto literario como teatral y cinematográfico, responde a factores distintivos como la verosimilitud de las motivaciones psicológicas de sus asesinos y su escepticismo con respecto a la naturaleza humana. Esto es, cualquiera puede ser un asesino. De ahí la empatía del espectador. Y el elemento lúdico, pues la escritora plantea rompecabezas que la audiencia juega a resolver. Es el llamado whodunnit, un subgénero de la trama policíaca en la que al lector se le facilitan pistas para que plantee hipótesis sobre la identidad del asesino. El reto está en resolver el caso antes que el protagonista que lo investiga.
A ese respecto, la autora era muy escrupulosa y, aunque entre las claves cuela informaciones equívocas, siempre juega limpio con sus lectores.
Otro rasgo diferenciador, aunque no común a toda su producción literaria, es la ambientación en una habitación cerrada. Ahí están las tramas claustrofóbicas de Maldad bajo el sol y 10 negritos, enmarcadas ambas en sendas islas; Asesinato en el Orient Express, que sucede en un vagón de tren; y La ratonera, cuyos personajes quedan aislados en una mansión durante una tormenta de nieve.
Este rasgo supone un plus a la tensión dramática del que luego han sido herederos maestros del suspense como Roman Polanski, con títulos como Repulsión, de 1965, y Callejón sin salida, de 1966.
DONALD DRAPER ESTÁ NOMINADO
El director de 10 negritos, Ricard Reguant, va más allá y encuentra ecos del patrón iniciado en esta obra en el formato de reality televisivo de Gran Hermano. "Esta fórmula por la que un grupo de personas encerradas va muriendo una a una, ha ido dando pie a muchísimas variantes. La tensión está tan bien dosificada que no decae nunca", valora el director teatral.
La adaptación que este fin de semana llega al Auditori Torrent es la segunda de la que es responsable Reguant. Para esta revisión, uno de los cambios pasa por un diseño de vestuario y una ambientación deudoras de una de las series que ha marcado la nueva edad de oro de la televisión.
"Es una obra viva, que permite muchas posibilidades. Mi versión de 2000 fue un gran éxito, pero la contextualicé en la época que correspondía, con sus tics clásicos. Lo que sucede es que los tiempos y los gustos evolucionan, y si quería captar la atención del público joven, tenía que introducir cambios. Ahora sucede en los años sesenta, con una estética que se inspira en Mad Men. De hecho, aquí fuman y beben, y la sensación de encierro ayuda a que aumenten la ingesta por el nerviosismo", explica Reguant.
Otro elemento de nueva adquisición es la muerte de los protagonistas ante los ojos del espectador. "En la obra original casi todos son asesinados fuera de escena, excepto la primera víctima. Pero yo he optado porque suceda sobre las tablas y que a medida que vayan muriendo también desaparezcan misteriosamente las figuras sobre la repisa de la chimenea".
El director teatral, que también ha trabajado como actor, interpretó en el pasado a dos de los personajes de la obra La Ratonera. Primero al arquitecto Christopher Wren, el primero de los huéspedes que llega a la mansión donde transcurre la historia, y después al joven policía que intenta esclarecer los asesinatos, el Sargento Trotter.
Reguant tuvo el privilegio de representar la función en Londres junto a otras compañías de todo el mundo a la muerte de Agatha Christie en 1976.
Dada su trayectoria profesional, el director siente un especial apego por la escritora de novela policíaca. Tanto es así que ha escrito y espera subir a escena una obra tributo que lleva por título Muerte en Pollença. La razón de esta localización geográfica responde a que el último caso de Monsieur Poirot, Maldad sobre el sol, transcurre en Mallorca.
SE HA ESCRITO UN SINFÍN DE CRÍMENES
Agatha Christie publicó 66 novelas policiales, 150 cuentos, 17 obras de teatro, y bajo el seudónimo de Mary Westmacott, también incursionó en la novela romántica con seis títulos. Su obra se equipara a la de Shakespeare y la Biblia en términos de ventas. Así lo certifica el Libro Guinness de los Records, que la ha declarado la novelista más vendida de todos los tiempos, con un éxito que alcanza los 4.000 millones de ejemplares y la traducción a más de un centenar de idiomas.
Del total de sus escritos, 10 negritos es la novela más leída, con 100 millones de ventas. Y La ratonera, la obra de teatro más representada del mundo, con 62 años de funciones ininterrumpidas en la escena londinense.
Su carrera arrancó en 1920, fecha en la que perfiló a uno de sus personajes recurrentes, el ex oficial de la policía belga refugiado en Gran Bretaña tras la invasión alemana Hércules Poirot. A partir de entonces, la vida y la obra de Christie se fueron trenzando. Así las visitas a excavaciones arqueológicas de la mano de su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, tamizarían su ficción; y la diversidad de venenos que pudo conocer durante su trabajo en la farmacia del University College en la II Guerra Mundial, serían un recurrente surtido de armas del crimen.
La mayor parte de sus textos han sido llevados al cine y la televisión, salvo uno. La llamada reina del misterio dejó escrito en su testamento que La ratonera no podría adaptarse al audiovisual hasta que dejara de representarse en el teatro. Y esta trama de suspense en una mansión aislada por la nieve ha permanecido encaramada a las tablas del West End londinense desde el 25 de noviembre de 1952. El viejo reloj y el sillón del gran salón de la escenografía original todavía se emplean en las funciones en St. Martin's Theatre, donde se viene representando desde 1974.
Al cumplir los 30 años de representaciones en 1982, su productor, sir Peter Saunders, quien recibió el texto en 1951 de manos de la mismísima Agatha Christie, declaraba a El País: "Se ha convertido en uno de los monumentos históricos de esta ciudad, como la Torre de Londres o el palacio de Buckingham. Pero no me pregunte cómo se ha llegado a esto, pues no lo sé".
Tanto es así, que el 50 aniversario contó con una espectadora de excepción, la reina Isabel II de Inglaterra.
¡SHHH!
"Si vas a ver la función en Londres compruebas que es producto de la época en que se estrenó. Esa puesta en escena no se podría montar ahora, pero allí la aceptas como la atracción turística que es", argumenta Víctor Conde, responsable de la versión de La ratonera que ahora comienza su gira por España.
Para darle una pátina contemporánea, el director ha imprimido un aire más romántico al vestuario, y aunque respeta que el original transcurra en los cuarenta, se ha tomado libertades ajustando las prendas a la idea que el cine y la televisión nos han transmitido de esa década. Otro aspecto retocado es el texto, a fin de darle mayor agilidad. "En el guión original se cuentan mucho las cosas, incluso se repiten, pero nuestro mundo es más inmediato y visual", defiende.
En su opinión, la pervivencia de este fenómeno de masas responde, en primer lugar, a la presencia de todos los tópicos que relacionamos con el universo de Agatha Christie: "la mansión victoriana decadente, unos personajes que salen de una época más estricta y se dividen entre conservadores y abiertos a la modernidad, y su aislamiento en un entorno que termina convirtiéndose en una trampa".
Esa circunstancia hace aflorar lo mejor y lo peor de cada protagonista ante la mirada expectante de la audiencia. "Hay que imaginarse a uno mismo acompañado de un grupo de gente a la que no conocemos, atrapado en una casa en una montaña, sabiendo que uno de los que te rodean es un asesino... Así, mi reto es poder trasladar esa situación de terror psicológico. Si dejas la habitación puede pasarte algo, pero si te quedas, puedes quedarte a solas con el criminal. Esta situación despierta el instinto de supervivencia, a veces para bien, a veces para mal. Eso es lo bonito, que más allá de quién sea el asesino, salen a flote las miserias de cada personaje, y la verdad es que son un grupo de gente bastante cuestionable", opina Conde.
La otra razón de peso para que La ratonera sea la obra de teatro más vista de la historia es que el misterio sólo se le desvela a los espectadores que acuden al teatro. Es más, al término del espectáculo en Londres, la audiencia es conminada a guardar silencio con esta frase: "Ahora que has visto La ratonera, eres nuestro cómplice, y te pedimos que preserves la tradición guardando el secreto de quién lo hizo encerrado en vuestros corazones".
"Now you have seen The Mousetrap you are our partners in crime, and we ask you to preserve the tradition by keeping the secret of whodunit locked in your hearts".
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