VALENCIA. Emocionado, contento, feliz, ufano e intenso; Davide Livermore era este martes un manojo de nervios. Heredero del trono del Palau de les Arts, sobre este cantante y director de escena turinés ha recaído la obligación de reconducir el complejo operístico valenciano. A él le toca pilotar la nave y el legado artístico de la intendente austriaca Helga Schmidt.
Su nombre era en la práctica el único que había sobre la mesa. Los otros candidatos que se barajaron no salieron ni tan siquiera del despacho en la avenida de Campanar de la consellera de Cultura, María José Català. Así lo admitían personas del entorno de Català. Sólo se llamó a una persona antes que a Livermore, y fue más por deferencia. Era Plácido Domingo. El tenor declinó el ofrecimiento. En la práctica era sólo un gesto. En teoría era la petición de su placet al nombramiento de Livermore, el único candidato real. ¿Qué pensaba Domingo? ¿Le gustaba tanto como a Schmidt?
Y es que el apoyo de la que hasta ahora era intendente del complejo ha sido decisivo. Si hay algo que ha dejado claro en todo momento el propio Livermore es que él es un hombre de Helga Schmidt. Ella le trajo a Valencia. Ella le convirtió en director del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo cuando tan solo llevaba una semana en Valencia. Ella creyó en él y le propuso como candidato en verano del año pasado.
La salida de Schmidt no ha gustado en la Conselleria de Cultura. A nadie se escapa que las relaciones entre Català y la intendente eran prácticamente nulas, las que mandaban la cortesía, pero se habían minimizado las diferencias. Estaban de acuerdo en muchas cosas. Y en una de ellas, quizás la más importante, es que Livermore era la persona idónea para reemplazar a Schmidt. Se ha impuesto el modelo que la propia intendente quería para el Palau de les Arts, la alternativa, una nueva vía que iba a explorar una vez agotado el empuje inicial.
GIMENO Y BERNÀCER, LOS MEJOR POSICIONADOS
Queda pendiente la segunda cuestión que más importa a los aficionados: ¿Quién será el director titular de la Orquesta de la Comunidad Valenciana? Ahí la terna de candidatos se está reduciendo. Schmidt apostaba por Vladimir Jurowski, pero no le disgustaban las otras dos candidaturas valencianas: Gustavo Gimeno y el alcoyano Jordi Bernàcer.
Las opciones de Jurowski se han minimizado tras la salida de Schmidt. Si el ruso accedió a venir a Valencia, si estaba en la cartera del Palau de les Arts, fue por la insistencia de la austriaca, una leyenda en el mundo de la ópera. Jurowski actuará en Valencia pero sus agentes no quieren sacarle de Londres, donde se ha labrado un gran prestigio y es una plataforma perfecta para su crecimiento internacional.
Tanto Gimeno como Bernàcer cuentan a su favor con su talento y sus posibilidades de futuro. Ambos están llamados a grandes cosas, dicen desde la Conselleria de Cultura. Gimeno, en principio, parece estar mejor posicionado, tanto por disponibilidad de tiempo (podría compaginar la dirección titular en Valencia con la de la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo), como por su proyección. En este sentido, la Norma que dirigirá en primavera en Valencia supondrá un punto de inflexión. Casualmente, en dicha producción el director escénico será Livermore. Los caminos confluyen.
Las opciones de Bernàcer son también considerables. Si se le nombra a él será en la práctica reproducir el modelo que ha llevado a Livermore a la dirección artística. Es un hombre de la casa, ha crecido con el Palau de les Arts y cuenta con el beneplácito de las principales estrellas del complejo, y muy especialmente con el de un Plácido Domingo que le aprecia y que así lo ha manifestado en público en repetidas ocasiones.
Los tres tienen un perfil muy parecido. Jurowski, el más veterano, cumple en 2015 43 años. Gimeno nació en 1976, como Bernàcer. Su juventud contrasta con los nombres que hasta ahora habían capitalizado la vida musical del complejo. Lorin Maazel llegó a Valencia con 75 años. Mehta tiene ahora 78. La propia Schmidt tiene más de setenta años.
UN RELEVO GENERACIONAL: JÓVENES EN BUSCA DE JÓVENES
Sea cual sea el elegido, el Palau de les Arts iniciará su décima temporada con un relevo generacional en toda regla. Esto no implica que el coliseo no aspire a recuperar algunas de las grandes figuras. La vuelta de Mehta, por ejemplo, es casi una fijación. El propio director indio ha reconocido que su intención es regresar en al menos dos años. Asimismo, uno de los grandes valedores de Livermore, el milanés Riccardo Chailly, 61 años, es uno de los nombres a tener en cuenta. Pero se abrirán las puertas a los nuevos directores, cantantes, artistas...
La meta a medio plazo pasa por rejuvenecer el público y ganar nuevos espectadores. Livermore está obsesionado con ello. "Llenar el teatro de gente, abrirlo, no va a suponer en ningún momento bajar la calidad", advertía este martes. Habrá musicales sólo si interesa a nivel económico. "Si nos aportan los ingresos suficientes, que hagan que sean interesantes programarlos, se estudiará", comentaban desde el Palau de les Arts.
Y es que el camino que se pretende es más bien el contrario, popularizar la ópera, propagarla casi como una religión. "Para los italianos la ópera ha sido una escuela de sentimientos", decía el propio Livemore este martes. "Tengo en mi corazón la idea del teatro público, que fue lo que cambió mi adolescencia. El teatro puede cambiar la calidad de vida de la gente, porque puede poner en su interior, en la cabeza y en el corazón, ideas y sueños que pueden crecer en el alma", añadía.
Una estrategia que sólo se podrá realizar con una optimización de los recursos, "teniendo los pies en la tierra". El eje central del complejo, la Orquesta de la Comunidad Valenciana, será reforzado. Una vez esté decidido el director titular, este junio se realizarán nuevas audiciones para incrementar el número de profesores de la formación hasta alcanzar los más de setenta que se han establecido como mínimo para poder funcionar.
Con un Coro de la Generalitat consolidado, con la incorporación del Ballet de Teatres de la Generalitat y con el crecimiento del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo que precisamente dirige Livermore, auténtico vivero de cantantes, los mimbres parecen suficiente para solventar las carencias presupuestarias y los continuos desplantes del Ministerio de Cultura.
Junto a estas cuestiones, Livermore intentará cerrar repartos a la altura de los que han jalonado los primeros años del complejo. Con una carrera que ha abarcado todos los campos de la ópera, "su profundo conocimiento de la lírica es una garantía", dicen desde Cultura. Un ejemplo; durante las representaciones de La Bohème, Chailly, Livermore y Schmidt decidieron sustituir a la cantante que iba a interpretar a Musetta. Como alternativa, el italiano propuso a una cantante que le gustaba mucho y que era... valenciana. Schmidt, sorprendida, llamó a Carmen Romeu. La escuchó y la contrató.
En la Conselleria de Cultura apuestan por Livermore. Piensan que se ha ganado el voto de confianza. Creen que es una suerte poder contar con él. Se garantizan una ópera sostenible, real, ajustada a las posibilidades de la Comunidad Valenciana, hecha con talento, de talla internacional y a la altura de su breve historia. No será como antes, admiten, como los primeros años, pero es que ya nada es igual. No será mejor ni peor; será acorde a la realidad. No será una revolución; es un aggiornamento.
Ayer en el montaje con motivo del cumpleaños de Mozart se vivió un gran ambiente. Es necesario recuperar el pulso y que únicamente se hable de Les Arts por su música y no por otras cuestiones. Le deseo toda mi suerte a al nuevo intendente.
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