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la selva digital

Filtraciones de
discos: ¿Democratización
o expolio?

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 24/01/2015 Las frecuentes descargas anticipadas del contenido de los discos de las figuras más señeras del pop y el rock son un quebradero de cabeza para los músicos

VALENCIA. La noción de gran lanzamiento discográfico prácticamente ha desaparecido de nuestro vocabulario. La sensación de acontecimiento forma parte del pasado. Nuestro día a día nos revela un continuum temporal en el que la excitación por lo añejo se funde con la fogosidad por la creación más vigente, sin solución de continuidad. Y la última guinda que faltaba por añadir al pastel es la supresión de esas fechas que antes subrayábamos con rotulador rojo en un calendario, y ahora apenas nos sirven como guarismo orientativo. Porque, ¿a quién le importa ya a estas alturas la fecha de salida de un disco?

Desde que hemos convertido el consumo mayoritario de música en una sucesión de bits comprimidos que nos llegan a través de un terminal informático, todo el alboroto promocional que rodeaba la salida del nuevo álbum de cualquier supernova del firmamento pop ha perdido gran parte de su razón de ser. El contenido íntegro de cualquiera de esos álbumes se puede degustar con cierta antelación a través de cualquier página de descarga. Y la responsabilidad última de la revelación queda, la mayoría de las veces, subsumida en el anonimato que proporciona esa difusa y opaca maraña formada por servidores, direcciones IP y demás pistas inconcretas.

Nada de esto es nuevo, claro. Pero sí llama poderosamente la atención que la celeridad en su difusión sea cada vez mayor, en ocasiones anticipándose en más de tres meses respecto a la publicación oficial del disco. Lógicamente, la cuantía del descosido que esto puede suponer para los beneficios contables por la venta de discos quizá no sea tan determinante, en estos tiempos en los que los músicos con mayor infraestructura a sus espaldas pueden permitirse afrontar el negocio desde una perspectiva de 360 grados: como un todo integral en el que el principal sustento procede, porque a la fuerza ahorcan, del merchandising y sobre todo de las grandes y largas giras en directo.

Pero las filtraciones tan aventajadas sí están obligando a que algunos de los grandes nombres modifiquen su hoja de ruta. Y no de dejan de generar un lucro cesante que provoca que muchos de esos discos, en el momento de su salida física al mercado, queden totalmente obsoletos. Un pedazo de plástico en forma de CD, superado por el tiempo.

Dos de los álbumes más esperados de este año, sin ir más lejos, se han visto afectados de pleno. Madonna y Björk han visto cómo el contenido de sus respectivas nuevas entregas, previstas para el mes de marzo, ya están disponibles para cualquiera. Al alcance de un click. Y no les ha debido hacer la más mínima gracia.

CON EL PIE CAMBIADO

Las canciones que integran Vulnicura, el nuevo álbum de la islandesa, han comenzado a diseminarse por el éter cibernético hace ya unos días. Cualquier hijo de vecino las puede tener a su alcance, para su pleno disfrute. Björk se ha visto, así, obligada a adelantar la publicación de su contenido, aunque solo sea a través de la plataforma ITunes, dejando la salida física del CD (¿a alguien le importa ya?) para su fecha prevista, en marzo.

El adelanto le ha supuesto un importante contratiempo: celosa como es por cuidar al máximo detalle el envoltorio visual y la parafernalia que rodea cada uno de sus discos (su último álbum, Biophilia, de 2011, venía acompañado por una colección multimedia que incluía diversas aplicaciones, fomentando la interactividad con el oyente), la filtración le ha supuesto a Björk la imposibilidad de sincronizar la edición del disco con una ambiciosa retrospectiva que se va a exponer en el MoMA neoyorquino a partir del 8 de marzo, así como un libro (de título Björk: Archives) que tiene fecha de salida para el día 30 del mismo mes, con abundante material (fotografías, textos filosóficos y académicos) de sus siete trabajos largos hasta la fecha. Así que la proliferación de los temas de Vulnicura por internet, en pleno mes de enero, supone todo un torpedo en la línea de flotación de su estrategia.

A Madonna le ha pasado tres cuartos de lo mismo. Su nuevo álbum se llama Rebel Heart, y tiene su salida prevista para el próximo 10 de marzo. Sin embargo, su contenido íntegro circula por la web desde hace al menos varias semanas. En su caso, sí que puede hablarse de responsables con ojos y cara, e incluso de antecedentes. Su anterior trabajo, MDNA (Interscope, 2012), ya había sido filtrado de forma progresiva (esto es, una canción cada quince días) a finales de 2011, aunque fueran versiones marcadas por la provisionalidad y un sonido manifiestamente mejorable.

Los abogados de Madonna enfocaron la investigación hacia nuestro país, alertando a la policía española de que uno de los sospechosos de las filtraciones residía en Zaragoza. Finalmente, fue el Grupo de Delitos Tecnológicos de la Jefatura Superior de Policía de Aragón quien detuvo a un español de 31 años, acusado de un delito de descubrimiento y revelación de secretos cometido a través de internet. La operación incluso se bautizó con el nombre de Madonnaleaks.

El caso fue sobreseído, y la inocencia del anónimo fan zaragozano (quien solo había descargado un contenido ya colgado por otros usuarios) verificada en los juzgados, tras una disparatada sucesión de maniobras legales que da buena cuenta de las dificultades por parte de los músicos (y de su entorno legal) por poner coto a las filtraciones.

Y la historia ha vuelto repetirse tres años más tarde: en esta ocasión es un ciudadano de Tel Aviv, de 39 años, quien ha sido detenido por la filtración de los temas del inminente Rebel Heart, sobre cuyo contenido la Ciccone ya se había visto obligada a adelantar seis canciones en ITunes, en vista de que ya andaban circulando por cualquier web de descarga desde hace semanas. Investigación internacional coordinada con el FBI, nada más y nada menos.

Cunde la sospecha, además, de que el presunto hacker habría intervenido en los ordenadores de varios artistas internacionales, robando material inédito. Pero cuesta creer que el origen de estas filtraciones interesadas no provenga del entorno inmediato del músico, como se presume en la mayoría de los casos. Está aún por ver hasta qué punto prima, en todo este embrollo de complicadas asunciones legales de responsabilidad, la simple satanización del usuario o la correcta determinación de conductas punibles y verificables. Porque aún cunde la sensación de que los despachos de abogados de las estrellas van dando unos cuantos palos de ciego cada vez que tratan de defender los derechos de sus representados.

JUGANDO A LA CONTRA

Siempre hay quien se adelanta al problema y mantiene, de forma casi milagrosa, el secretismo en torno a su nuevo lanzamiento. No debe ser fácil, porque eso supone imponer un cerco mediático en el que el entorno del músico debe mantener una actitud totalmente impermeable. A veces se logra.

Uno de los casos más notorios fue el del notable álbum homónimo de Beyoncé (Columbia, 2013), seguramente escarmentada por su experiencia dos años antes, cuando su álbum 4 (Columbia, 2011) fue filtrado con anterioridad a su salida. Así que las 14 canciones y 18 videoclips que conformaban aquel disco, su mejor álbum hasta la fecha, fueron difundidas por ella a través de Itunes en noviembre de 2013, con plena nocturnidad y alevosía. Y algo similar se ha visto obligada a hacer hace un par de meses, difundiendo ‘7/11', un video clip de corte casero que responde a la difusión imprevista de algunos cortes de nueva factura, que teóricamente pasarían a engrosar un próximo recopilatorio.

También hizo correr ríos de tinta David Bowie, quien se adelantó once días a la publicación oficial de su último álbum, The Next Day (Columbia, 2013), también a través de la plataforma ITunes, y en plena madrugada, ante la sorpresa de la legión de seguidores que tiene diseminada por medio mundo.

Ambas maniobras, al margen de insinuar que la propia contraprogramación de los músicos puede generar un plus propagandístico beneficioso para sus trabajos, ponen sobre el tapete la evidencia de que hay otras alternativas. Al margen de las ya efectuadas por Radiohead, Rubén Blades o Prince (quienes pusieron algunos de sus trabajos en circulación de forma gratuita o sujeta a la voluntad del oyente en la última década) o de U2 (cuya inclusión de forma intrusiva le granjeó a su último trabajo, con razón, el calificativo de primer álbum spam de la historia). La pelota está, pues, en el tejado de los artistas. Porque el conflicto no tiene visos de solución a corto plazo, ni mucho menos.

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