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LA PANTALLA GLOBAL

Werner Herzog: "Por moderno que pretenda ser, el Palau de les Arts no lo es"

EDUARDO GUILLOT. 23/01/2015 Dos libros de entrevistas editados recientemente subrayan la vigencia del veterano cineasta alemán; en uno de ellos habla sobre su experiencia en Valencia

VALENCIA. Con permiso de Jean-Luc Godard, espléndidamente lúcido a sus 84 años, y de un Manoel de Oliveira dispuesto a cumplir los cien manteniéndose en activo, probablemente Werner Herzog es el más importante cineasta vivo.

Cuando se formulan tan rotundas afirmaciones siempre se tiende a mirar hacia Estados Unidos y recordar las trayectorias de figuras venerables como Clint Eastwood (84 años), Woody Allen (79) o incluso Martin Scorsese (72), todos ellos clave en la historia del medio, pero se minimiza que en los últimos años han mostrado ocasionales síntomas de cansancio, entregando películas menores, o directamente olvidables, muy lejos de sus logros de antaño.

Con la misma edad que Scorsese, no puede decirse que sea el caso de Herzog, un director de culto que, al mismo tiempo, es capaz de marcarse un cameo en el inicio de Los pingüinos de Madagascar (Penguins of Madagascar, Eric Darnell y Simon J. Smith, 2014).

Su ritmo de trabajo, además, no decrece. En los últimos cinco años ha rodado La cueva de los sueños olvidados (Cave of Forgotten Dreams, 2010), que es, sin ningún género de duda, la película que mejor ha utilizado las tres dimensiones hasta la fecha, además de otros dos documentales (Happy People: A Year in the Taiga e Into the Abyss), la serie de televisión On Death Row (2012-2013), el largo de ficción Queen fo the Desert (2015), pendiente de estreno, basado en la vida de la polifacética Gertrude Bell y protagonizado por Nicole Kidman, James Franco y Robert Pattison, y hasta un concierto en directo de The Killers (The Killers: Unstaged, 2012), en el que volvió a demostrar su perverso sentido del humor, riéndose de la banda de Las Vegas en sus propias narices sin que ni siquiera se dieran cuenta.

UN PERSONAJE PECULIAR

La extensa trayectoria de Herzog (más de sesenta títulos) se inicia a principios de los años sesenta, coincidiendo con el nacimiento del denominado Nuevo Cine Alemán, un movimiento surgido en 1962, cuando diversos jóvenes cortometrajistas alemanes se dan cita en el Festival de Oberhausen y redactan un manifiesto proclamando el fracaso del cine comercial. Según ellos, el futuro del cine está en manos de los que han demostrado utilizar un nuevo lenguaje cinematográfico, formados en las escuelas y en la experimentación del corto, y expresan su intención de crear un nuevo cine alemán, dispuestos a soportar en común los riesgos económicos que acarree y declarando: "El viejo cine alemán ha muerto, sólo creemos en el nuevo".

De entre los firmantes, Alexander Kluge fue casi el único que logró consolidar una carrera cinematográfica, pero su declaración sentó las bases sobre las que se sustentaría el cine de Rainer Werner Fassbinder, Volker Schlöndorff o Wim Wenders, entre otros.

El año en que se redactó el manifiesto, Herzog había realizado su primer corto, Herakles (1962), de ahí que siempre se haya desmarcado de la etiqueta. "El así llamado Nuevo Cine Alemán no tuvo mucha importancia para mí, porque yo empecé a filmar incluso antes de que se redactara el manifiesto. No solo no participé en la redacción, sino que ni siquiera me enteré de que lo estaban escribiendo. Básicamente, fue una coincidencia que yo perteneciera a la misma generación de alemanes de posguerra que intentaron expresarse con nuevas maneras, lo cual no resulta difícil de entender si pensamos en el cine alemán de los años cincuenta. Pasé toda la década clave del Nuevo Cine Alemán (la de los setenta) filmando en otros lugares del mundo. Más aún: Creo haber hecho algunas de mis obras más importantes en las décadas de los ochenta y los noventa y en el nuevo milenio. Nunca me pareció un movimiento coherente, ni desde una perspectiva artística ni ideológica".

Son declaraciones del director de Fitzcarraldo (1982) recogidas en el libro Herzog por Herzog, editado por El Cuenco de Plata a finales de 2014. Se trata de un generoso volumen en el que el británico Paul Cronin reúne un puñado de entrevistas realizadas durante varias sesiones con el cineasta alemán, que ofrece su particular visión de la profesión: "No creo en la clase de escuelas de cine que hoy abundan en todo el mundo", afirma. "Nunca trabajé como asistente de otro director y nunca tuve una capacitación formal. Mis primeras películas surgieron de un profundo compromiso con lo que estaba haciendo, con lo que sentía que no tenía más remedio que hacer, y a raíz de eso son totalmente ajenas a lo que ocurría en las escuelas de cine (y en los cines) de la época. Mi fuerte veta autodidacta y mi fe en el propio trabajo son las dos cosas que me han mantenido vigente durante más de cuarenta años".

Entre esas primeras películas a las que alude se encuentran la magistral Aguirre, la cólera de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes, 1972), donde ya trabajó con su actor fetiche, el polémico y visceral Klaus Kinski, y usó la mesmerizante música de Popol Vuh; documentales como El gran éxtasis del escultor en madera Steiner (Die große Ekstase des Bildschnitzers Steiner, 1973), disponible en España, junto con otros de sus cortos, en una cuidada edición de Avalon; la singular Corazón de cristal (Herz aus Glas, 1976), en la que los protagonistas actuaron bajo trance hipnótico; o Stroszek (1977), la película que vio Ian Curtis (Joy Division) antes de suicidarse. También Woyzeck (1979), soberbia adaptación de la obra de Georg Büchner

DE CINE Y ÓPERA

A lo largo de más de trescientas páginas, el libro repasa la filmografía del director, al tiempo que recoge sus impresiones sobre arte o educación y reflexiona sobre sus gustos cinematográficos, que pueden sorprender a más de uno.

"De los directores de cine con quienes tengo una cierta afinidad me vienen a la mente Griffith, Murnau, Pudovkin, Buñuel y Kurosawa. Todo lo que hicieron tiene un sello de grandeza. Yo siempre he creído que Griffith era el Shakespeare del cine. Figuras como Tarkovski han hecho algunas películas muy hermosas, pero me temo que es el niño mimado de los intelectuales franceses y sospecho que se ha esmerado un poco para obtener ese galardón. Y están las que yo llamo películas esenciales: kung fu, Fred Astaire, porno. Películas películas, por así decirlo. Cosas como Mad Max (George Miller, 1979), con esos choques de autos, o Melodías de Broadway (The Band Wagon, Vincente Minelli, 1953), con Fred Astaire. Amo esa clase de cine. No tiene la falsedad ni la impostura de las películas que pretenden transmitir al público una idea densa ni tampoco la falsa emoción de la mayoría de las películas de Hollywood. Para mí, alguien como Jean-Luc Godard es falsa moneda intelectual comparado con una buena película de kung fu".

Herzog por Herzog amplía un volumen publicado anteriormente por la misma editorial y titulado Manual de supervivencia, que recoge una amplia entrevista con el cineasta realizada por Hervé Aubron y Emmanuel Burdeau en Valencia, en el Palau de les Arts, el 4 de octubre de 2008, cuando Herzog estaba en la ciudad preparando el estreno de su versión de Parsifal (Richard Wagner). La conversación se inicia, precisamente, con unas palabras del alemán sobre el recinto. La cita es larga, pero vale la pena.

"Por moderna que sea o pretenda ser, esta Ópera no lo es tanto. El techo no es impermeable. Unos meses antes del estreno, hubo una inundación, los tres pisos inferiores flotaban en el agua. Todas las instalaciones hidráulicas y eléctricas quedaron destruidas. La administración se instaló parcialmente en el exterior, para tener, al menos, electricidad. El edificio no fue verdaderamente concebido para montar óperas. Es más bien una escultura. Y el arquitecto, por más célebre que sea, no parece haberse preocupado por lo que requiere la puesta en escena de una ópera en términos espaciales. Pero está bien, vamos a salir del paso, lo perdonamos. Los escalones del auditorio son todos planos, como los de los puentes venecianos. No estamos acostumbrados a eso: La gente no para de tropezarse. Mi hermano se cayó y se torció un dedo. Yo me caí. Cuentan incluso que a consecuencia de una caída, una joven está ahora en silla de ruedas. No se si es cierto, es lo que oí decir".

A Herzog, tipo sagaz, le bastó una visita para darse cuenta del despropósito perpetrado por Santiago Calatrava. Si les gusta su cine, no dejen de leer ambos libros.

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1 comentario

Demócrito escribió
26/01/2015 09:40

Buen artículo sobre un enorme cineasta.

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