VALENCIA. Para empezar enero con buen pie me voy al nuevo hotel Balandret en la playa de Las Arenas. Es mi homenaje particular a Sorolla y su pintura ‘El balandrito' (soy mitómana, pero a gran escala). También soy muy fan de los hoteles. Me gustan todos, incluso los decrépitos de carretera con luces de neón, como el Bates Motel de Psicosis. Probablemente, es la seducción de encerrarse en una habitación ajena (pero que hago mía) y sucumbir a la tentación del servicio de habitaciones.
El hotel Balandret es uno de esos lugares donde a ratos piensas que estás en Ibiza. Aquí las habitaciones son amplias y luminosas, con vistas al mar. Hay sábanas de hilo, tumbonas con vistas a la playa, amenities de la firma cosmética Korres en los baños y muebles bonitos. Nada de sillas de plástico de Verner Panton ni de metacrilato que parece que se hayan infiltrado debajo del culo de todo quisqui. Qué hartazgo, tú.
Aquí la decoración (lleva el sello de Carlos Serra) es minimalista y costumbrista, es decir, una mezcla muy trendy de azulejos, capazos de naranjas y botijos. Sí, botijos. Aunque para pimplar, mucho mejor que los botijos son los tanques de 250 litros de cerveza que gastan en el restaurante del hotel. Cielos. Será por si aparece Mario Vaquerizo. Viendo los tanques, me imagino que los tubos de cerveza serán del tamaño de una olla. Aquí para trabajar como camarero hay que tener la fuerza de Urtain.
Pero vuelvo al principio y olvidemos los tubos de cerveza. Para inaugurar el hotel Balandret la familia Vázquez Navarro, responsable del proyecto, organizó un festorro por todo lo alto. Con invitados coloridos, un catering apetecible (y factible) y los TrendTwins de djs, que son dos tipos llamados Pepino Marino y Crawford que pinchan en todas las fiestas cool de Madrid. Llamarse Pepino y Crawford tiene tela. Por si los nombres fueran poco, encima se visten igual siguiendo la máxima de Moschino: si no puedes ser elegante, al menos sé extravagante. Y lo son. Con camisetas de rayas como la Abeja Maya. Cuando veo a la Abeja Maya pienso que es Ángela Merkel de pequeña...
A lo que iba. Entre los invitados, nombres muy propios y caras circunstanciales: la presentadora de televisión Maribel Vilaplana (bronceada), la doctora Luz Aguiló (con pieles), María Bravo (azulada) y muchos diseñadores de moda como Adrián Salvador de Siemprevivas, Noelia Navarro de Nona, Visori Fashionart, Patricia Adam, Jaime Piquer, Alex Vidal y Miguel Vizcaíno. Donde hay diseñadores siempre hay modelos, como Alberto Rubio, Antonio Berenguer y Raiane, los hombres más altos (y más guapos) de la velada.
Lucieron rotundas y bellas Amparo Morte, Laura Fitera, Encarna Roig, Mª Dolores Enguix y Amparo Ortuño. Más mujeres. También se dejaron ver Laura Lleó, Carmina Durán, Isabel Cosme, Viviana Lazo, la actriz Carol Ros, la estilista Nuria Calaforra, Eva Clérigues, Sandra Macovescu y Amalia Riestra. En la nómina de caballeros, los joyeros Vicente Gracia y Pablo y Antonio Jordán, José Miguel Piquer, el arquitecto Álvaro Navarro, Javier Monedero, David Escolá, el diseñador industrial Jaime Hayón y su mujer Nienke Klunder, Yeray de Benito y el director de la Film Simphony Orchestra, Constantino Martínez.
También muchas caras televisivas como Ximo Rovira, Ferrán Cano, Xavier Carrau, Carme Bort, Iñaki Espeso y Donís Salvador. Completaban la cita amigos de la familia de Bienvenida Navarro y Emilio Vázquez, propietarios de Balandret, con sus hijos Emilio y Ángel, y un montón de modernos rollo hipster con esos pelos y esas barbas que se ponen. Parecen extras de La vida de Bryan. Y encima me llaman de usted. Voy a tener que ir al Bershka a pillarme todo lo que encuentre de la talla XXL y hacerme un estilismo para dejarlos muertos. Lo van a flipar con mi camiseta de la Abeja Maya.
Del susto que me dieron al llamarme de usted me tuve que salir a la terraza a tomar el aire y hacer un Titanic. Otras, en cambio, hicieron tetanic. Con las domingas (como diría Carla Bruni) en la garganta. Aunque lo que de verdad me iría bien es alojarme unos días en el hotel Balandret y tomar el sol en la playa, desayunar frente al mar, tomar un aperitivo y volver a tomar el sol en la playa. Lo que se llama una vida al límite, vamos, repleta de actividades tan estresantes como tumbarse en la hamaca metiendo la barriga, con la cadera ladeada y la pierna semiflexionada. Una postura incómoda, lo sé, pero se la he visto en unas fotos a Nieves Álvarez y yo quiero ser como ella. Por cierto, a ella también le encantaría el hotel.
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