MADRID (EP) Todos necesitamos a lo largo de nuestra vida saber que contamos con personas de confianza a las que acudir y sentirlas cerca cuando surge una dificultad o un problema que requiere de apoyo, consuelo y orientación. Esta vinculación afectiva crucial da respuesta a una necesidad primaria del ser humano con repercusiones en su desarrollo cognitivo, físico y social.
Según explica María José Cantero, doctora en Psicología, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de Valencia y autora del libro 'Vinculaciones afectivas' (Ediciones Pirámide), el apego es el vínculo afectivo que establecemos como respuesta a la necesidad básica de seguridad emocional, consuelo y protección y que nos hace buscar la proximidad o el contacto de determinada persona.
"El apego da respuesta a una necesidad emocional y afectiva básica del ser humano que le acompaña a lo largo de toda la vida. Todos necesitamos sentirnos queridos si no nos convertimos en extremadamente vulnerables", explica Cantero. Aunque la especialista señala que el apego seguro se da en entre un 65%-70% de la población, aún queda un porcentaje elevado que habría que reducir dadas sus repercusiones en la vida personal.
RECIÉN NACIDO
En el recién nacido y durante los primeros doce meses de vida en los que el ser humano se encuentra en su máxima indefensión y vulnerabilidad, la construcción de los primeros vínculos de apego posibilita un buen desarrollo emocional, cognitivo, social e incluso una buena salud física en el niño, ya que los estudios muestran que existe una mayor vulnerabilidad a la enfermedad en aquellos niños/as en los que la calidad del apego no es correcta.
"Nadie nace apegado a nadie, es una necesidad innata del ser humano el poder establecer estos vínculos. El bebé cuando nace necesita un tiempo para aprender a confiar en la disponibilidad y accesibilidad de su cuidador y establecer este vínculo afectivo de apego que se define entre los 9 y los 12 meses de vida".
La especialista acentúa que el vínculo de apego lo establece el menor respecto a su cuidador, padre o madre, mientras que el adulto genera un vínculo parento-filial con los pequeños cuya función es proporcionarle cuidados para garantizar su supervivencia y óptimo desarrollo. Los estudios que han comparado a niños con un apego seguro y niños con un apego no seguro muestran que esta seguridad afectiva aporta mejores resultados en numerosos ámbitos del desarrollo.
Así, estos niños muestran ventajas en el desarrollo cognitivo, el juego simbólico, características de personalidad más positivas, mayor empatía, autoestima y persistencia en la tarea, entre otras.El avance en las investigaciones sobre la neurobiología del apego ha mostrado que las relaciones familiares son importantes para el desarrollo neurobiológico.
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