VALENCIA. La coincidencia de tres versiones de Fedra en la cartelera teatral de nuestro país arroja una mirada poliédrica al mito griego. Los autores van más allá del incesto para explorar aspectos soterrados en la trama, como la utilidad del ejército, el recorte de libertades, el poder matriarcal, la sexualidad de la mujer madura y el feminismo. A grosso modo, la tragedia relatada en origen por Eurípides y Séneca se desencadena cuando la princesa de Creta es rechazada por su hijastro, Hipólito. Presa de temor, Fedra se suicida, no sin antes acusar al joven de haber intentado ultrajarla. Su marido, Teseo, destierra a su hijo e insta a Poseidón a darle muerte.
Los valencianos Perros daneses afrontan su propia versión en el Teatro Rialto el 22 de enero. Su director, Javier Sahuquillo, ha roto con la imagen de una Fedra quejosa y enferma de amor y le da un sesgo activo y creador. "Los autores suelen presentarla como un personaje bastante estático y yo quería justo lo contrario. Ninguna de las versiones habla de cómo es el gobierno sin Teseo. El Hades de Teseo en nuestra obra es una depresión, que lo tiene 10 años encamado. De modo que Fedra asume las riendas de la fortaleza de Ática, y al reparar en que lo que defienden es una frontera muerta, decide desmilitarizar al ejército y convertir a los soldados en pescadores".
No es la única licencia que el director se toma, su versión es un relato del anquilosamiento de Occidente que transcurre en una localización que toma Melilla como referente. Así, el mito griego se eleva en metáfora de la Vieja Europa y de su multiculturalidad en el presente.
Frente a un ejército homogéneo, cuyos miembros lucen idéntico uniforme y pelo rasurado, irrumpe Hipólito, desde el Sur, con sus vaqueros rotos y su pelo alborotado, en representación del individualismo. "A Ática llega un elemento externo que destruye el mundo del rito y de la tribu que es Fedra. La llegada del capitalismo rompe con la última identidad colectiva, el comunismo. El cambio supone la desaparición de los mecanismos de solidaridad establecidos entre los integrantes de la comunidad. La propia Fedra cae en sus garras y lo desea", argumenta el autor.
La pieza fue un proyecto realizado para la última edición del festival Russafa Escènica en un patio de vecinos que ahora se adapta al teatro a la italiana. La música, inspirada en la partitura Nisi Dominus de Vivaldi, es interpretada por el coro en directo, ayudado de instrumentos como cocos, oboe, palos de agua y caja flamenca.
TODAS LAS FEDRAS
Para realizar su propia versión, Javier Sahuquillo leyó todas las precedentes. La historia de Fedra ha sido trasladada a la literatura por, entre otros, Eurípides, Séneca, Miguel de Unamuno, Jean Racine, Sarah Kane, Juan Mayorga, Domingo Mira, Tony Harrison, Martha Graham y el poeta y político griego Yannis Ritsos.
"Me gusta la segunda versión de Hipólito, de Eurípides. En ella, el hijastro es una persona despreocupada que no tiene ningún interés sexual, mientras que Fedra es una mujer bastante activa. De Séneca me encanta el lenguaje, muchos de sus parlamentos tienen un preciosismo brutal; la versión de Racine es la más representada, la que más ha inspirado a los demás; de Unamuno destacó la preocupación por la moral de la burguesía y su intención de acercar el mito a la España de su época; la de Sarah Kane es la más salvaje, tanto, que el mito trágico alcanza niveles paródicos; y quiero resaltar una versión poco conocida: El piano de la bruta, una obra de teatro español contemporáneo de Paco Becerra que alcanza unos niveles de precisión, una complejidad en los personajes, una verticalidad y una belleza que me llevan a denominarla obra maestra", detalla Sahuquillo.
El dramaturgo, director y traductor teatral catalán Sergi Belbel se ha decantado por la versión del dramaturgo francés del Neoclasicismo Jean Racine para el montaje que subirá a las tablas del Teatre Romea de Barcelona del 20 de enero al 15 de marzo. Su adaptación cuenta con Emma Vilarasau como protagonista y Mercedes Sampietro en el papel de su nodriza.
"Según los entendidos, si una obra dramática del llamado "clasicismo francés" se aproxima a la perfección tanto formal como temática, ésta es, sin duda, la Fedra de Racine. A partir de las tragedias de Eurípides y Séneca, el gran autor del siglo XVII, compone un profundo e impactante retrato del deseo femenino, del amor no correspondido, de la pulsión sexual soterrada y exorbitante, del sentimiento de culpa, de la autodestrucción, de la vulnerabilidad y de los peligros de la pasión, de la complejidad de las relaciones familiares y de los tabúes de nuestra sociedad", señala Belbel.
El filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés Roland Barthes, apasionado estudioso de la versión de Racine, estableció que su vigencia radica en su exploración de la autoridad. "No se trata en absoluto de un conflicto de amor que pueda oponer a dos seres, uno de los cuales quiere mientras el otro no. La relación esencial es una relación de autoridad, y el amor sólo sirve para revelarla (...). El teatro de Racine no es un teatro del amor, su tema es la aplicación de una fuerza en las entrañas de una situación generalmente amorosa".
En el montaje de Belbel, un sol de cuatro metros, redondel de fuego que representa el ardor interior de Fedra, preside el escenario. El astro rey es, además el abuelo de la princesa. De ahí, que la acción arranque cuando, tras cuatro días de encierro, temerosa de que el sol desenmascare sus sentimientos, Fedra decide al fin salir.
Pocas veces un personaje femenino ha expresado con tanta fuerza su sexualidad y los problemas que un amor inconfesable y reprimido le acarrean. Un siglo y medio después sería el turno de Gustave Flaubert y su Madame Bovary, una exploración del deseo desbordado en el alma de la burguesía. "Son autores que exploran la sexualidad femenina como auténticas bombas de relojería cuando el entorno no las favorece. Y hoy en día, todavía hay prejuicios. Una mujer madura enamorada de un chico joven tampoco está bien vista y, en cambio, cuando un señor mayor se casa con una jovencita caribeña, no pasa nada", señala el director.
En su traducción, Belbel, ha respetado los 1.654 versos alejandrinos del original, de modo que los ensayos se han centrado mucho en cómo decirlos sin caer en el soniquete, con respeto a las sinalefas, las sílabas y las cesuras. Por suerte, la obra de Racine estuvo muy marcada por su lucha contra la afectación que caracterizaba los textos de su predecesor, Corneille. De modo que la materia prima con la que ha trabajado Belbel resulta orgánica de por sí.
"Es una obra sobre la sofisticación de la palabra. Hay poca acción física pero sí interior. Fedra le hace el amor a Hipólito hablando y él se siente violado por sus versos. El padre mata a partir de imprecaciones verbales... Se agreden, se quieren y se desean a través de la palabra. Es tan teatral y tan humano que resulta maravilloso", considera el director.
LA VOZ DE LOS MUERTOS
Si la versión de Perros daneses arranca con una Fedra empoderada en el gobierno y la de Belbel con la heroína temerosa del Sol, el grupo de teatro de la ONCE Sa Boira inicia la obra al término de la tragedia. La compañía de la organización nacional de ciegos representa la versión de Domingo Miras los días 14 y 15 de enero en el Teatro Arriaga de Bilbao.
En la lectura realizada por el Premio Nacional de Literatura Dramática 2000, todos los personajes han muerto y son sus espectros atormentados los que relatan lo sucedido.
Bernat Pujol, codirector de la obra junto a Mateu Fiol, destaca la agilidad que el autor le ha brindado al relato, así como la vigencia de sus presupuestos feministas Otro elemento primordial que les llevó a escoger la pieza de Miras y no cualquiera de las otras formas literarias de Fedra fue la movilidad que procura al elenco, un factor esencial para las compañías que trabajan con invidentes en España.
El escenario se divide entre el palacio y el infierno al que a su muerte han ido a parar los actores de este drama. Como en el clásico de 1959 dirigido por Billy Wilder, El crepúsculo de los dioses, su protagonista muerta es la que va dando cuenta al espectador de la historia. "Los dioses Hades y Perséfone le preguntan qué ha pasado y ella confiesa su drama. Hay muchas obras que empiezan por el final, y en este caso no es un problema, sobre todo porque tal y como está estructurada clarifica al espectador las razones de lo sucedido", argumenta Pujol.
Al término de la obra, Fedra clama un manifiesto feminista "casi panfletario", donde anima a los muertos a salir de su impasibilidad y a movilizarse en favor de la libertad de la mujer.
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