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ARQUITECTURA COMO ARTE

Los arquitectos ensalzan al 'maestro' Escario, autor del Bali y la Pagoda

CARLOS AIMEUR. 02/01/2015 Una monografía impulsada por los colegios de Valencia y Albacete reivindica al manchego, profesor de arquitectos como Santiago Calatrava, José María Tomás o Luis Carratalá

VALENCIA. Es uno de los nombres propios de la arquitectura del siglo XX. Maestro, eximio profesional, Antonio Escario Martínez (Albacete, 1935) ha dejado huella tanto por sus edificios más célebres como por su faceta de docente. Tutor de arquitectos tan reconocidos como Santiago Calatrava o José María Tomás Llavador, el manchego fue declarado en octubre de 2013 Mestre Valencià D'Arquitectura, un galardón excepcional (no se concede anualmente) que venía a dejar de manifiesto la admiración y el respeto que se ha ganado entre sus coetáneos.

Su trabajo es perfectamente reconocible y ha jalonado la Comunidad Valenciana, Sevilla y su Albacete natal con algunas construcciones tan renombradas como La Pagoda en Valencia o el hotel Bali en Benidorm, el más alto de Europa. Es por ese motivo que dos colegios de arquitectos, el de Valencia y el de Albacete, han unido sus fuerzas para publicar La arquitectura de Antonio Escario en Ediciones TC, una monografía escrita por el arquitecto y catedrático del CEU Javier Domínguez en la que se pone en valor un trabajo que, según el propio autor del libro, "se adelantó a su tiempo y de ahí la increíble presencia y actualidad de muchas de sus obras".

Nacida a partir de una conferencia magistral de Domínguez que ofreció a finales de septiembre de 2014, la monografía ha sido prologada por el presidente de la demarcación de Albacete del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha, Pedro A. Torres Parra, y por el presidente del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia, Mariano Bolant Serra.

Constituye de por sí un repaso a una treintena de sus construcciones más famosas que evidencian entre otras cosas que "pocos han contribuido como él a revalorizar sin excesos la vivienda moderna", como bien dice Domínguez, ya sea en solitario o en sus proyectos con otros arquitectos, especialmente los que realizó con José Antonio Vidal Beneyto y José Vives Ferrero. Con ellos formó la sociedad Escario, Vidal y Vives, conocida por sus siglas EVV y que estuvo activa entre 1970 y 1989.

Visitando las obras del Hospital Provincial 'San Julián' de Albacete.

La monografía recorre su vida desde su infancia y permite obtener una panorámica de su vasta trayectoria profesional desde que fue arquitecto de la Diputación Provincial de Albacete entre 1965 y 1977 y del Ministerio de la Vivienda en 1967, pasando por su etapa como Arquitecto Jefe de la Delegación de Albacete del Ministerio de Educación (1972-1980), de la Unidad Técnica de la Conselleria de Educación y Cultura (1981-1987) y de la Unidad Técnica de la Universitat de València (1989-2006), hasta prestar especial atención a "las dos décadas", los 18 años que fue profesor de Proyectos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia.

DISCÍPULOS ILUSTRES; COMPAÑEROS DE VIAJE

Su labor como docente recibe numerosos elogios. "Gran dibujante, de fácil y elegante lápiz, con enorme capacidad inventiva, notable pericia disciplinar, discurso claro y directo, mirada intensa y dotado de una fina sensibilidad, [Escario] es visto con admiración por sus discípulos que le reconocen como un arquitecto-artista completo", escribe Domínguez.

Y entre estos discípulos el libro pone el foco sobre Calatrava ("una auténtica esponja"), Tomás Llavador (sobrino de su socio Vidal Beneyto) y Luis Carratalá Calvo (con quien mantendría una prolongada colaboración profesional), así como algunos alumnos que con el tiempo serían compañeros en el claustro Edificio del rectorado, que realizó con Carratalá.como Miguel del Rey Aynat, José María Lozano Velasco, Íñigo Magro de Orbe, Ignacio Bosch Reig (director de la Escuela de Arquitectura de Valencia entre julio 2003  y mayo de 2008)...

Domínguez resalta especialmente la sincronía intelectual que Escario mantuvo con su compañero de claustro Miguel Colomina Barberá (1915-1994) y director de la Escuela entre junio de 1973 y junio de 1977. Ambos compartían, dice, la "preocupación por la creciente pérdida del ideario moderno y la consiguiente banalización narcisista" de la arquitectura, lo que se ha dado llamar arquitectura-espectáculo, en la que ha primado el nombre sobre la obra, la fama sobre el trabajo.

Concebido como un ensayo a mitad camino entre la biografía y el estudio artístico, en La arquitectura de Antonio Escario también se reviven su infancia, sus años como estudiante en la Escuela de Madrid y episodios como su coincidencia en el estudio del pintor Rafael Revuelta en la calle Génova, durante su preparación del examen de ingreso a la universidad, con otros futuros arquitectos y miembros de su generación como Rafael Moneo, César Portela o Juan Daniel Fullaondo.

"Los recuerdos de aquellos comienzos ilusionados todavía hoy continúan en la memoria de Escario", escribe Domínguez. Así, el arquitecto manchego le evoca afablemente retos como el "extravagante problema" de diseñar una casa para la perra Laika, el can ruso que fue el primer ser vivo en orbitar la Tierra, o como con Portela mantenía una "química especial" que les permitía dibujar una estatua al alimón.

ELLOS FUERON EL RELEVO

En el libro se describe su "filiación intelectual" a los maestros modernos, entre los que se cita a Le Corbusier, Wright, Mies van der Rohe, Aalto... así como la influencia que tuvieron en él "sus mentores Miguel Fisac y Alejandro de la Sota, dos figuras fundamentales en el firmamento cultural español de postguerra", y maestros como Francisco Javier Sáenz de Oiza, Fernando Higueras, Antonio Camuñas o el carismático Javier Carvajal. También se alude a su "distancia crítica con los estereotipos, convencionalismos y modas de su época". "Fiel a los postulados de sus precursores", dice Domínguez, "la seriación tipológica, la modulación estructural y la simplificación constructiva le permiten reintroducir en la España del desarrollismo (1959-1973) el ideario y las propuestas del estilo internacional".

Consciente de la censura a la modernidad por la oligarquía del régimen franquista, "que preconiza tanto las iconografías kitsch vernáculas como la monumentalidad de corte imperial", el discurso mesurado de la generación  de Escario (Moneo, Portela,...) supuso, según Domínguez, "la consolidación de un relevo funcionalista y una esperanza sólidamente formulada frente al saqueo del populismo Plano y edificio La Pagoda.epidérmico y la vulgarización arquitectónica de los felices 60 (turismo masivo, industrialización, aperturismo...)".

Ejemplo de esta actitud, el estudio presta atención a las obras que realizó con Vidal Beneyto y Vives Ferrero, con quienes puso en pie algunas de las construcciones de viviendas más famosas de la segunda mitad del siglo XX en la Comunidad Valenciana, con mención especial para la Torre Ripalda, La Pagoda, construida entre 1969 y 1973.

De esta obra dice Domínguez que es "el edificio residencial del siglo XX que mayor reconocimiento público acumula en la capital del Turia". "Los excelentes y cuidados zaguanes muy valorados por la burguesía local, la delicada y cálida materialidad con madera y ladrillo visto, la racionalidad estructural y organizativa de las plantas, tan características de la obra de EVV, emergen en la escena urbana con una composición rotunda, que los diferencia y destaca sobre los variopintos bloques vecinales".

La arquitectura de Antonio Escario marca un arco que permite conocer la variedad del trabajo de un arquitecto que se inició con una obra maestra, el templo para el Oratorio de San Felipe Neri, conocido popularmente como Los Filipenses, construido en 1963 en su Albacete natal cuando tan solo tenía 28 años. En esta iglesia Escario deja traslucir la influencia que ejercían sobre su trabajo arquitectos como el polémico y mítico Frank Lloyd Wright o el hispano-mexicano Félix Candela, nacido en Madrid, muerto en Estados Unidos y autor de construcciones tan célebres como L'Oceanogràfic.

También analiza edificaciones quizás menos conocidas pero no por ello menos interesantes como podrían ser la finca de Las Tiesas (construida en 1972) y rememora sus "interminables reuniones de trabajo" con el valenciano Felipe Garín Llombart que acabarán derivando en el Museo Provincial de Albacete, cuyo proyecto presentó en 1969 y que vio inaugurado en 1978.

Igualmente hace un recorrido por varios de los numerosos concursos en los que ha participado y se centra especialmente en tres que ganó (la Tesorería Territorial de la Seguridad Social de Sevilla, el Edificio Terminal del Aeropuerto de Vigo y la sede de la OAMI en Alicante), así como otros dos en los que quedó finalista (la ampliación del Prado y la sede social del COAVM).

Sus trabajos para la Universitat de València son asimismo diseccionados y así el lector puede descubrir el concepto que inspiró la célebre y galardonada Facultad de Farmacia (Premio Nacional de Arquitectura C.E.O.E. 1993), o Boceto del rascacielos Bali en Benidorm.redescubrir al hombre que ha estado detrás de obras como el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos de Burjassot, el Parque Científico, o los trabajos antes mencionados que realizó con Luis Calvo Carratalá como la restauración el edificio del Rectorado de la Universitat (2000-2002) o la intervención en la sede histórica de la Universitat que la reconvirtió en el actual Centre Cultural La Nau (1997-1999).

Cómo no, el libro presta especial atención sus dos trabajos más conocidos en Benidorm: el edificio Santa Margarita (1985-1989) y el Bali III (1988-2002), más conocido como simplemente Bali, el hotel más alto de Europa. Dice Domínguez que esta obra "asombra por la sencillez de su concepción estructural y funcional, que enfatiza su verticalidad monumental", esos 180 metros de altura distribuidos en las 52 plantas de un edificio en el que albaceteño vuelve a dar muestra de su magistral economía de medios, que aquí "aparece con contudencia".

UNA ARQUITECTURA PARA LOS CIUDADANOS

Escrito desde el conocimiento de las corrientes y tendencias arquitectónicas del siglo XX, el libro se deviene en una apología de la visión que tiene Escario de la arquitectura, en la que "los verdaderos protagonistas de la ciudad deben ser sus habitantes, no los arquitecto estrella".

Según explica Domínguez, Escario y el fallecido Colomina compartían "que la salud de la civitas se mide por la bondad de sus espacios públicos y que el colectivo [de arquitectos] puede hacer grandes aportaciones al bienestar social no imponiendo, sino sugiriendo nuevas formas de vivir y utilizar el hábitat, los equipamientos, la preexistencias y las infraestructuras verdes". En esto algunos de sus alumnos no le han aventajado.

Escario es desde 2008 académico de número en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y ha conseguido a un tiempo ser reconocido y respetado por sus discípulos y coetáneos. Como señala Bolant en su prólogo, "no es sólo un gran arquitecto sino sobre todo un maestro indiscutible" que aglutina "las más nobles facetas (humanista, tecnológica,...)" de la profesión. Un arquitecto que, dice Domínguez, "tanto por su prolífica y excelente obra como por su prolongado magisterio en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia" ha ejercido "una Durante una conferencia en el CEU.gran influencia" en las generaciones que accedieron a la arquitectura durante la Transición, siempre desde la "ejemplaridad" y la "discreción".

En este sentido caben entender las palabras del presidente de los arquitectos albaceteños, Pedro A. Torres, quien apunta en su introducción: "Todos alguna vez le hemos imitado o lo hemos usado de referencia y, lo que es mejor, no siempre conscientemente". No hay posiblemente mejor elogio.

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1 comentario

ignacio carrion escribió
02/01/2015 16:37

A la Pagoda le está ocurriendo lo que otros edificios vecinales: la fachada de ladrillo se desmorona y para evitar accidentes a los peatones una gran malla -con la firma del constructor-reparador- envuelve como una red las viviendas de los inquilinos: ¿obsolescencia?

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