VALENCIA. Aún metidos en plena resaca de esos listados que resumen lo mejor del año cada vez con mayor anticipación, y con las reservas que supone aguardar a que algunas de las cabeceras de referencia aún desgranen su censo pormenorizado de lo más destacado que nos han dado estos últimos doce meses, llega también el momento de ir anticipando cuáles serán algunos de los lanzamientos clave del 2015. Si hubiera que hacer caso a la mayoría de balances que se han ido publicando acerca del 2014, el pálpito conduce a depositar grandes esperanzas en el año en el que estamos a punto de entrar. Aunque solo sea por contraste con el presente: por aquello de que el saldo, incluso tan ahíto de discos reseñables como cualquier otro, no ha invitado precisamente al optimismo a quienes han confeccionado la mayor parte de esos recuentos.
Quizá sea una consecuencia de ese bucle autorreferencial en el que la música pop y rock se haya ahora mismo sumida. No abundan ni los hallazgos estilísticos que contribuyan a insuflar nuevos aires al panorama internacional, ni encrucijadas sonoras que despunten por su frescura o por su ánimo evolutivo, más allá de revisionismos muy concretos. Con la escena indie generalmente sumida en el amaneramiento y el mainstream vulgarmente adocenado (aunque este año irrumpiera la mejor Beyoncé, ojo). Que el estupendo álbum de The War On Drugs sea uno de los que con más frecuencia ha encabezado esos listados es algo que resume de forma muy fiel el espíritu del momento: su acuosa amalgama de referencias a un pasado que parecía anatema para cierto concepto de la modernidad (el rastro de Springsteen y hasta de Dire Straits) ejemplifica el descreimiento irónico del momento presente. Que parece permanentemente anclado en una evocación de los años 80 que dura mucho más de lo que hubiera sido posible predecir cuando comenzó la fiebre, hace unos quince años. El suyo puede considerarse un triunfo a los puntos, como el del grueso de discos del año que en los últimos ejercicios han sido.
En todo caso, el arranque de 2015 es cuestión de unos pocos días. Veamos qué es lo que nos puede deparar.
VETERANOS EN PIE DE GUERRA
Uno de los álbumes más esperados será Shadows in the Night (Columbia), el trabajo (anunciado para el mes de febrero) en el que se presume que Bob Dylan ofrezca su particular revisión de un puñado de temas registrados originalmente por Frank Sinatra. Si bien el gran retorno por lo que respecta al capítulo de bandas históricas seguramente sea el de Fleetwood Mac, quienes tras la exitosa gira de reunión que llevan prolongando en los últimos dos años han anunciado ya que publicarán su primera colección de canciones nuevas desde el 2003.
Otros veteranos que despacharán nuevo material serán el Pink Floyd David Gilmour, la ex The B'52s Kate Pierson, que se decide tardíamente a debutar en solitario, la últimamente errática Björk, que buscará resarcirse de sus últimos extravíos y la inagotable Madonna, quien tendrá la oportunidad de volver a reivindicar una vez más la relevancia que no se granjeó su discreto último álbum. Sin olvidarnos de otras bandas más que experimentadas, que también tienen ante sí el difícil reto (vistos sus últimos precedentes) de justificar su pertinencia, como New Order, Guns N' Roses, Death Cab For Cutie, Gang Of Four o los incombustibles The Waterboys.
RETORNOS DE LOS QUE MARCAN ÉPOCA
Si hay un disco que es esperado como agua de mayo en la galaxia alternativa norteamericana, es el de las apabullantes Sleater-Kinney. Apenas quedan tres semanas para que se edite No Cities To Love (Sub Pop), su primer disco en la última década, que promete (a tenor de su jugoso adelanto) postularse como una de las obras imprescindibles de la temporada.
Sin salir de los EEUU, es también lógico que se aguarden con cierta impaciencia los nuevos trabajos de Modest Mouse, Robert Pollard, o The Decemberists, todos ellos con el aval de sus suculentas y extensas trayectorias.
También se espera mucho de lo nuevo de Faith No More, quienes vuelven a editar un disco 17 años después, consecuencia (como con tantos otros casos similares) de varias giras que les han llevado a recorrer medio mundo. La valiosa trayectoria de Mike Patton al margen de la banda les obliga, como mínimo, a acreditar el retorno con argumentos de cierto peso.
VALORES SEGUROS Y TRAYECTOS EN ENTREDICHO
Tanto a tenor del título como de su single de adelanto, Girls in Peacetime Want To Dance (Matador) parece que va a marcar un punto de inflexión en la carrera de Belle & Sebastian, no sabemos aún si para bien o para mal. Por de pronto, ‘The Party Line' ofrece la vertiente más abiertamente bailable de la banda de Stuart Murdoch, siempre atenazada por un brillante legado que tienen difícil prolongar con el mismo brillo que en sus primeros discos.
La música de raíces norteamericana, ya sea en su versión más folk, en la más cercana al country o en la más escorada hacia el blues, tendrá inexcusables focos de interés en los trabajos de Steve Earle, Laura Marling, Vetiver, Justin Townes Earle, The Dodos, Two Gallants o Hanni el Khatib.
El exquisito sentido del pop del sueco José González volverá a reclamar nuestra atención, seis años después de su última entrega larga. Al igual que la nueva remesa de canciones de Noel Gallagher y sus High Flying Birds, de nuevo pugnando por demostrar que hay vida inteligente más allá de Oasis.
Tiempo habrá también para comprobar si la sugestiva fusión de r'n'b y hip hop de los norteamericanos THEESatisfaction sigue mostrándose tan embriagadora como en su debut de hace tres años, y si la cautivadora propuesta synth pop de Twin Shadow recupera el fulgor de su debut, algo extraviado en su secuela.
Y si hay una madeja genérica capaz de recabar la atención de medios especializados y gran parte del público (no hay más que ver el fervor acopiado por bandas como Tame Impala), es aquella que orbita en torno a lo que podríamos llamar (no tan) nueva psicodelia, desde diferentes ángulos. Por eso es razonable que se aguarden con interés los inminentes nuevos álbumes de Panda Bear (de nuevo con Sonic Boom a la producción), de Pond (esqueje surgido del tronco común de los propios Tame Impala) o de Of Montreal.
Todos ellos despacharán canciones, discos, sonidos con los que no solo esquematizar nuestra existencia cada doce meses en caprichosas cuadrículas temporales, sino motivos para seguir reencontrándonos con uno de los mayores placeres posibles: el que produce esa música que aún es capaz de hacernos soñar despiertos.
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