VALENCIA. Los únicos reyes que conviven bien son los de la baraja. Esta máxima que comprende cualquier seguidor de Juego de Tronos también la conocen en la Casa del Rey. Aunque a estas horas los discursólogos de cada Navidad ya han pelado y deshuesado los 13:25 minutos de mensaje que por primera vez ha pronunciado Felipe VI antes de la primera gran comilona de las fiestas, como lo que suele pasar más desapercibido es la puesta en escena, ahí vamos.
Aunque el discurso de investidura trajo una declaración de intenciones para su reinado y es, en rigor, el discurso más importante que ha pronunciado el nuevo jefe del Estado, este primer mensaje de Navidad es el que le ha abierto la puerta de miles de hogares y ha permitido a buena parte de sus nuevos súbditos (que estaban a sus quehaceres ese día laborable en el que fue su entronización) echarle un vistazo de primera mano y hacerse su propia opinión sobre él como titular del cargo, si no la tenían ya fundada en sus décadas como Príncipe de Asturias.
Era la hora de "matar al padre" en un sentido freudiano: que el nuevo monarca diera su propio cuño, imprimiera su carácter, cambiara la forma de vestir la monarquía, demostrara su condición de monarca del siglo XXI... y tal. Pues, bueno, ganas no le han faltado, lo mismo que algún buen regate, a pesar de varios balonazos al poste y unos goles que tampoco han sido apoteósicos.
Aunque se ha cambiado la casa y el pabellón real de los créditos iniciales, estos aspectos sólo han sido percibidos por los más fanáticos de las cosas de la Corona (ya se sabe: monárquicos de prosapia y ceñudos republicanos, nada de gente en el término medio) y por alguno que, en su descargo, hay que advertir que lo ha hecho porque le pagan por ello.
DEL DESPACHO AL SALONCITO
Para la gente normal, el cambio más claro ha sido el propio escenario. Frente al despacho de su padre, Felipe VI ha preferido el salón de su casa (o eso es lo que se ha dicho). Aunque tiene más pinta de lobby de hotel con clase que de hogar de una pareja con dos niñas, hay una clara intención de ruptura con los elementos de poder / autoridad / jerarquía que transmite el escritorio, frente a la proximidad / intimidad / familiaridad que ofrece el saloncito.
Además, de la misma manera que los españoles le dejan entrar en su casa antes de pelar la primera gamba, Felipe VI hace lo mismo con la suya a todos los españoles. De hecho, la disposición de los muebles permite un juego de simetrías con el salón de una vivienda.
En contra de la tradición de su padre, que contaba a sus espaldas con el cuadro de Felipe V (el instaurador de la Casa de Borbón en España) y distintas fotografías de Don Juan o del resto de familiares; el nuevo rey Felipe opta por imágenes del presente con referencias al futuro: él mismo y su mujer en actitud cariñosa y otra de la pareja con las niñas en sus primeras vacaciones estivales como residentes principales en el Palacio de Marivent.
Al hablar de la abdicación de su padre sí vemos una instantánea del antiguo rey felicitando a su heredero y a la reina Sofía como madre satisfecha, pero nada de la infanta Elena y menos aún de la infanta Cristina, para la que el discurso y su puesta en escena manda un mensaje claro: la Casa Real somos los de Zarzuela, vosotras dos habéis abandonado la casa.
Es curioso como una de las decoraciones habituales en los discursos de Juan Carlos I, el belén napolitano, acompaña ahora a la foto del monarca saliente a modo de despedida; mientras que el nuevo rey prefiere la aconfesional flor de Pascua y el pagano árbol de Navidad, con unos cables blancos para unir las bombillas que, la verdad, resultan un poco feotes teniendo en cuenta la nota dominante de revista de decoración que impera en el resto del conjunto.
SONRISAS Y GESTOS DE MANUAL DE ORATORIA
La actitud de Felipe VI poco tiene que ver con la de su padre. Además de demostrar una dicción muchísimo mejor, habla despacio, sonríe mucho y transmite pasión y una sincera voluntad de agradar que se echaba en falta. Quiere ser esa persona responsables a la que confiar a los hijos un fin de semana en el campo o un director de banco del que sientes que no te engañará con las preferentes.
Sin embargo, hay determinadas cosas que ensombrecen este objetivo. La más clara es que mueve mucho las manos para aplicar marcadores gestuales clásicos como ‘el abrazo fantasma' para llamar a la cooperación, 'la garra' para atacar la corrupción, 'la pinza' de los dedos para precisar, ‘la palma tranquilizante' antes de plantear sus soluciones tras enumerar problemas y ‘la palma en reserva' al llevar la mano al corazón para enfatizar el amor y la sinceridad. Lamentablemente, estas cosas hacen que se note demasiado la cocina, buena cocina sí, pero de manual.
Menos artificioso resulta el vestuario. Traje gris y corbata azul, como el que pueden vestir decenas de oficinistas, sin miedo a las arrugas en la camisa... de gemelos. Aunque las opiniones en estos aspectos siempre son muy personales, la impresión es que, si el objetivo era no quedar como un pijo atildado, el equipo de asesores lo ha conseguido y esto, tal y como está el ambiente, es un buen resultado.
Habrá que esperar al año que viene para comprobar si esto era un tanteo y lo bueno está por venir o si esto es lo más que se puede esperar. Como diría Sherlock Holmes: "Ahora sí comienza el juego".
Muy buen análisis. Me ha hecho ver cosas en las que no me había fijado. Me ha resultado corto.
Buenos días: han cambiado "las formas" lo que ha dicho es "creíble" hacia falta un cambio de imagen.Espero y deseo que, en su intención de que todos consideremos que hay un cambio de rumbo lo logre.Creo que, al menos se está trabajando el sueldo.- Atte Alejandro Pillado Sotogrande 2014
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