VALENCIA. En 1994, mucho antes de permitir que su crédito como cineasta se fuera por el sumidero a base de firmar impersonales e innecesarios remakes, Tim Burton realizó Ed Wood, una película biográfica sobre el que ha sido considerado a menudo como el peor director de cine de todos los tiempos. Veinte años después, en 2014, estrena otro biopic, igualmente centrado en un personaje singular. Se trata de Big Eyes, basado en la vida de la pintora Margaret Keane. Y es inevitable pensar que ambos estaban destinados a encontrarse en un momento u otro.
Como ocurre con muchas películas de Burton, el trabajo de Margaret Keane está más allá de los límites del buen gusto. Nunca aparecerá en los tratados sobre Historia del Arte, pero tiene una legión de seguidores que la han convertido en paradigma de una idea de modernidad en la que el kitsch, las esencias freak y los mundos extraños son considerados, más allá de interpretaciones críticas, formas expresivas de entender la creación artística tan válidas como las de vanguardia.
De hecho, Margaret Keane poseía su propia sala en la exposición Cultura Basura, comisariada por Jordi Costa, que se exhibió en 2003 en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona. Allí compartió honores junto a destacados apóstoles de lo anómalo y el arte enfermizo, como Armando Bo, Daniel Johnston, varios asesinos en serie, Tamara, William Shatner o, por supuesto, Ed Wood.
¿Sus méritos para alcanzar tamaña distinción? La realización de unos cuadros absolutamente inconfundibles, en los que reproduce niños y animales que comparten siempre una característica común: Poseer unos ojos anormalmente grandes, que otorgan a su mirada una cualidad insólita y la dotan de un plus de expresividad que acentúa su profunda tristeza.
TE DOY MIS OJOS
Sin embargo, y como ocurre con todo personaje bizarro que se precie, la obra de Margaret Keane no supone más que una parte de la fascinación que despierta la pintora. La otra, evidentemente, es ella misma, una mujer que vive (nació en 1927) en su propio universo y que en un texto titulado Mi vida como artista famosa explicaba algunas de sus motivaciones personales.
Entre la mala digestión de los ideales de los sesenta y el puro delirio religioso, he aquí algunos extractos que hablan por sí solos de la idiosincrasia de tan singular artista: "He sido tan infeliz como los niños que pinto. Crecí en una zona del sur de los Estados Unidos conocida como ‘El cinturón de la Biblia'. Quizá fue el entorno, o mi madre metodista, lo que me inculcó un profundo respeto por las Sagradas Escrituras. Me eduqué creyendo en Dios, pero con muchas preguntas sin responder".
"Pasé por dos matrimonios destrozados y tuve momentos de angustia", prosigue Keane. "Las controversias sobre mi vida privada y la autoría de mis cuadros, que mi segundo marido trató de atribuirse, acabaron en litigios legales y ocupando titulares de prensa". ¿Van entendiendo los motivos que han llevado a Tim Burton a interesarse por ella? Pues aún no han visto nada: "Cuando me mudé a Hawai pasé por un periodo de depresiones y me puse a investigar lo oculto, la astrología y la grafología, siempre en busca de respuestas. Llegué a probar, incluso, la meditación trascendental".
A partir de entonces, va en picado. "Una de las más importantes decisiones de mi vida fue estudiar la Biblia regularmente. Hacerlo me convenció de que la verdadera religión es la de los Testigos de Jehová. Desde que dediqué mi vida a Jehová, se han producido numerosos cambios en ella: Dejé de fumar y pasé de ser una persona insegura e introvertida a relacionarme mejor con los demás. También invierto la cuarta parte de tiempo en pintar mis cuadros, pero, sorprendentemente, me gustan mucho más. La mirada triste y perdida de los grandes ojos de mis pinturas está abriendo paso a una mirada más feliz".
ABRE LOS OJOS
Es más que probable que la escritora mexicana Ángeles Mastretta no estuviera pensando en Margaret Keane cuando decidió titular una de sus novelas Mujeres de ojos grandes, pero el culto a la pintora y sus peculiares retratos no es, precisamente, minoritario. Entre los personajes famosos que han manifestado públicamente aprecio por su obra e incluso poseen pinturas originales suyas se encuentran grandes amantes de los grotesco como el cantante Marilyn Manson o el propio Tim Burton.
Además, Joan Crawford, Red Skelton, Kim Novak, Dean Martin, el músico Matthew Sweet o el cómico Jerry Lewis, uno de los primeros coleccionistas reconocidos de su obra. Sin olvidar que algunos de sus cuadros cuelgan de las paredes de la sede de Naciones Unidas en Nueva York o del ballet Bolshoi de Moscú. El mal gusto (o el esnobismo, vaya usted a saber) no tiene fronteras.
Entre sus fans anónimos destacan los creadores de una web donde, además de encontrar muestras del trabajo de Margaret Keane, el internauta puede acceder a la obra de algunos de sus seguidores: Ozz Franca, Igor, Eve, Gig, Eden... Todos ellos, obviamente, imitadores más o menos aventajados de sus figuras infantiles de grandes ojos. Entre los artistas que no tratan de clonarla, sino que parecen reconocer de manera tácita su influencia, pero desarrollan una obra con personalidad propia (esto es, bastante más interesante que la de Keane y sus imitadores), vale la pena destacar a Joe Sorren, Mark Ryden y Trevor Brown.
No obstante, la pervivencia de la obra de tan peculiar pintora no se circunscribe únicamente a su influencia más o menos velada en el trabajo de otros ilustradores. El cine ha ejercido de caja de resonancia mucho más importante para sus singulares creaciones, que no es difícil detectar en títulos de muy diversa procedencia. Woody Allen, por ejemplo, ironizó sobre la dudosa calidad de sus pinturas en El dormilón (Sleeper, 1973), donde una paródica sociedad futura admiraba los cuadros de la artista. En una divertida secuencia, un grupo de petimetres de la alta sociedad, con Diane Keaton a la cabeza, se deleita al descubrir uno de sus lienzos.
El biopic de Burton supone la culminación de una presencia audiovisual notable. Películas tan diferentes entre sí como ¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, Robert Aldrich, 1962) o Wayne's World (Penelope Spheeris, 1982) exhiben sus obras, aunque ninguna llega tan lejos como el hilarante falso documental Guns on the Clackamas (Bill Plympton, 1995), donde las referencias a los cuadros de Margaret Keane son tan constantes como irreverentes.
Más de diez años antes, la actriz Jane Curtin había basado un sketch del célebre programa televisivo Saturday Night Live en una supuesta retrospectiva dedicada a la pintora por el MoMA (Museum of Modern Art) de Nueva York. La gran ironía del asunto es que hace unos días fue precisamente allí donde tuvo lugar la première mundial de Big Eyes.
Hay más: Desde el muñeco de madera protagonista de Pinocho, la leyenda (The Adventures of Pinocchio, Steve Barron, 1996) hasta algunos personajes de Buscando a Nemo (Finding Nemo, Andrew Stanton y Lee Unkrich, 2003), pasando por Oliver y su pandilla (Oliver & Company, George Scribner, 1988), adaptación animada del Oliver Twist de Charles Dickens producida por Disney en la que el personaje de Jenny podría ser acusado de plagio. Sin olvidar cientos de mangas orientales, una influencia recíproca, cuyo máximo exponente puede ser Mika Kato.
En 1965, Andy Warhol comentó: "Pienso que lo que ha hecho Keane es fabuloso. Tiene que ser bueno. Si fuese malo, no gustaría a tanta gente". Lo que entonces podría haber sido una boutade más del gurú del pop art, hoy puede ser reinterpretado como una profecía. Y Lawrence Alloway, conservador del Museo Guggenheim de Nueva York, le secundaría poco después: "Su arte posee un heroico mal gusto. Es increíblemente vulgar, es extraño, pero aún así sigue siendo maravilloso". ¿Estaría cuestionando Margaret Keane, sin saberlo, las fronteras del arte?
De momento, Big Eyes va a convertirla en estrella a los 87 años, gracias a la interpretación de una Amy Adams que ya suena como candidata al Oscar (sería su sexta nominación, aunque aún no ha conseguido la estatuilla). Junto a ella, Christoph Waltz, que encarna al exmarido de Margaret Keane. La batalla legal por la autoría de sus cuadros centra el argumento de un film que puede permitir a Tim Burton recuperar su reputación y que, seguro, disparará la cotización de unos lienzos que ya forman parte de la cultura pop del siglo XX.
Me reitero en los comentarios. No soy testigo pero simpatizo con ellos, pues antes mis prejuicios sospechaban de tacharlos por secta, lo cual antagonizaba absolutamente con los frutos que da poner en práctica el estilo de vida que llevan... caso igual el de la autora Margareth. De ahí la opinión: ¿Es profesionalmente riguroso tachar de "caer en picado", rehacer la vida mediante cambios que propician hasta la mejora de las facetas de uno mismo?. Curiosa y retorcida forma de pensar, creo.
El trabajo de Margaret Keane cambió a lo largo de su trayectoria. Cuando ésta se hizo testigo de Jehová sus pinturas adquirieron una apariencia más alegre que las anteriores, lo que hizo que el número de sus seguidores aumentase y favoreció notablemente su repercusión. Los cuadros anteriores resultaban más siniestros y enigmáticos para el público. ¿Eso es ir en picado?. Todo lo contrario. Creo que se ha expresado mal en este artículo.
Menudo artículo: Sesgado, manipulador, malintencionado, juzgador, vaya periodista!!
No entiendo eso de: a partir de ahí fue en picado..
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